
Emigrar: dicho de una persona, de una familia o de un pueblo, dejar abandonar su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero, para hacer en este, determinadas faenas, para encontrar mejor medios de vida. Necesidad, voluntad, sueño, decisión, transición, búsqueda… “in the pursuit of happiness” o como se quiera nombrar, éste conjunto de palabras y otras más, acompañan al migrante, dan fortaleza a sus pasos y resistencia ante el cansancio, el hambre y el miedo de los peligros que aguardan.
Y como el hogar también es donde está el corazón, muchos hombres y mujeres parten de sus sitios llevándose consigo a los críos, ¿Cómo podría buscarse una vida mejor sin ellos? Así también habrá quien estando lejos, si logra arribar, quedarse, decida tenerlos, niños y niñas que nacen con ese beneficio para portar la ciudadanía, distinción que sobrevive en los Estados y hace toda la diferencia en cuanto al goce de derechos y beneficios de sus políticas.
El mexicano, el latinoamericano camina hacia el norte. Estados Unidos sigue siendo el país más acuciado en tema de migración, el Consejo Nacional de Población señala que las personas nacidas en nuestro país forman parte de los cinco grupos más numerosos de inmigrantes en Estados Unidos, ya en 2012 la cifra era de 11,9 millones y de ésta el 46 por ciento estaba conformado por mujeres.
La mujer migrante mexicana, tiene en promedio 40 años, aunque también hay entre los 18 y los 39, una de sus características es la baja escolaridad, casi 6 de cada 10 no concluyeron el nivel medio superior y solo un 6 por ciento tiene instrucción profesional. En su mayoría se trata también, de mujeres que tienen aproximadamente cinco años o más de residir en ese país y al igual que los hombres, cerca del 72 por ciento no cuentan con la ciudadanía estadounidense, una condición sumamente complicada de adquirir en razón a los avatares jurídicos con lo que cuenta ese país en materia de inmigración y naturalización.
Legal o no, CONAPO indica que la mujer mexicana representa el 5.2 por ciento de la fuerza laboral de EUA, aun ganando poco, con trabajos de condiciones precarias, puesto que no ayuda ni la baja escolaridad, ni el ser indocumentada. Allá hay 4.7 millones de familias de las cuales 2.1 millones son encabezadas por una mujer, con mayor proclividad a vivir en la pobreza. Se trata de familias monoparentales, biparentales, extendidas, con niñas y niños, con diferentes situaciones migratorias, con y sin ciudadanía… familias trasnacionales. ¿Y qué pasa cuando a la mujer mexicana se le deporta? ¿Se imagina ir a dejar a su hijo o hija a la escuela un día cualquiera y no poder volver?
Imagine también no comprender el idioma del todo, ser repatriado sin tiempo para llamarle a la amiga, a la vecina: “Me encontraron, ¿puedes quedarte a mi hijo?” Esto si es que los críos no son recogidos por los Servicios de Protección a la Infancia. ¿Qué hacer? ¿Quién está para que tienda una mano?, para que nos diga por donde se encuentra el hilo de la burocracia gringa. Y la angustia, indecible, indescriptible, infernal y constante de no ver a nuestros hijos, de no poder darles un beso, un abrazo, de saber que duermen lejos, porque el muro de la frontera se pone enorme ante los ojos. Es de las peores, de las más terribles sensaciones que puedan experimentarse.
Por eso es tan loable lo que el día de ayer presentó el Instituto para las Mujeres en la Migración A.C. durante el Foro “Familias sin fronteras” en Nogales, Sonora. Un camino dirigido a estas familias, a las mujeres y a quienes se encargan de llevar a cabo el acompañamiento y la asesoría para que puedan recuperar a sus hijos e hijas, eso es la “Guía para las Familias Transnacionales” http://imumi.org/attachments/2014/guia-familias-trasnacionales.pdf
Admirable resulta la sencillez de su texto, asequible, aclarador. Desde las definiciones acerca del contexto jurídico y administrativo, hasta cuales son las autoridades que intervienen de aquel y de éste lado, que papeles, cuánto cuesta, el nombre de los trámites y los permisos. Esto aunado a recomendaciones acerca de cómo apoyar a los hijos en el proceso de separación y reunificación, a que organizaciones sociales, albergues, oficinas e instituciones es posible acercarse, con datos y hasta con ejemplos de cómo realizar tal o cual documento.
Elaborar algo de tal magnitud y utilidad es ponderar el papel de las mujeres que migran, visibilizarlas en una cotidianidad y un discurso que no suele considerarlas, ni allá ni aquí pero que sin embargo se sirve de ellas de cualquier manera. Ese reconocimiento, ese documento como tantas otras acciones que a diario construyen tanto IMUMI como otras organizaciones y albergues, es a la vez reconocer el difícil tránsito de la deportación, de la ruptura familiar a la que divide el muro. Es para poder volver, para volver a ver, para estar de nuevo, ya se escribió… el hogar es también en donde está el corazón. A más ver.
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