Los pueblos fantasma que crea el narco en México

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Una tienda de víveres luce anaqueles vacíos, peluches regados por los pisos y una cerveza a medio tomar.

Este es el paisaje que encuentra un visitante hoy en en San Luis de la Loma, un pequeño pueblo en el estado mexicano de Guerrero, tradicionalmente dedicado a la producción de mango, leche y ganado. Ubicado a dos horas de Acapulco, en sus alrededores existen cientos de caseríos a la entrada de la Sierra Madre del Sur, los cuales han sido totalmente abandonados por sus habitantes.

La zona es propicia para la siembra de amapola, lo que ha provocado que células del cartel de Los Caballeros Templarios del vecino estado de Michoacán, busquen el control de la misma.

Y en el proceso han provocado una desbandada de pobladores en la región.

 

Silencio y amenazas

Leopoldo Soberanis, un empresario y activista local, asegura que la violencia en torno al narcotráfico ha despoblado comunidades enteras a punta de metralla y fuego.

“Don Polo” como es conocido, cuenta con la protección del gobierno mexicano ya que ha recibido amenazas debido a la ayuda que brinda a personas que fueron sacadas de sus casas, familiares de personas asesinadas y su activismo en contra de los abusos que, dice, el ejército ha cometido.

El caserío de La Palapa, cerca de San Luis de la Loma es un grupo de 15 casas que se extienden en una pequeña comunidad en la que probablemente vivieron alrededor de 50 personas.

De entre las casas se distingue lo que otrora fuera una escuela. Los libros y las mesas de trabajo yacen en el piso, cubiertos en telarañas.

En el pizarrón, los sicarios dejaron mensajes de amenazas para todo aquel que se atreva a regresar.

 

“Abandonaron todo”

No se registra persona alguna en un varios kilómetros a la redonda. En el portón de una casa en la vecindad se ven orificios de bala incrustados en el cemento y el metal.

“Don Polo” le explica a la BBC la situación de toda esta gente a la que la vida le cambió para siempre: “La mayoría abandonaron todo lo que tenían y bajaron a San Luis, la actividad económica en la región se paralizó por completo, ahora muchos viven de la limosna, mendigan en las calles; los más suertudos lograron salir a otros estados con familiares o amigos que los recibieron, los que no, se quedaron a pasar hambre, no hay trabajo”

Los sicarios comenzaron a desplazar a las familias de la región a mediados de 2010. De acuerdo con algunas de las personas afectadas, el grupo de narcotraficantes se compone de unos 400 integrantes quienes habitan en campamentos en lo alto de los cerros. Su objetivo era controlar el paso desde la autopista principal hasta el lugar de producción de la amapola.

Desde entonces la forma de vida de cientos de personas prácticamente desapareció. Por ejemplo, la producción de leche pasó de 10,000 litros diarios a cero en sólo año y medio.

En otro conjunto de casas una en particular llama la atención: tiene un jardín amplio y dos niveles. Por fuera de la casa se aprecia en las ventanas una sombra negra, huele a hollín.

En la entrada principal, la cerradura luce un impacto de bala, por dentro todo está quemado.

“Se ve que aquí se la pasaban bien, es una casa muy bonita, amplia. Nadie tenía problemas con nadie y de un momento a otro todo se detuvo”, dice con nostalgia “Don Polo”. En el siguiente poblado ni la iglesia se salvó. Algunas de las bancas lucen quemadas, como si hubieran sido utilizadas para una fogata.

Al fondo, en el altar resalta desde afuera un enorme crucifijo tirado al azar en el piso. Un cristo que aunque roto en muchas partes es lo único que quedó de pie, como si antes de abandonar el lugar algún sicario lo levantó para acomodarlo en actitud reverencial.

 

“Nos están observando”

A decir de Soberanis, las células de sicarios han sido desplazadas hacia partes más altas de la sierra por el ejército. “Es probable que en este momento nos observen o estén escondidos en las partes más altas que rodean las casas, aunque esta parte ya es más segura”.

Sin embargo, asegura también que las fuerzas armadas han cometido abusos, incluso torturas y asesinatos. Antonia Ureña es habitante de la comunidad de El Tule, uno de las pocos pueblos habitados en la zona.

Ella asegura que un grupo de soldados secuestró, torturó y asesinó a su nieto de 16 años y cinco familiares más. El ejército asegura que estas personas atacaron un convoy militar por lo que fueron muertas en el enfrentamiento. Las fuerzas armadas aseguran que ellos eran sicarios pertenecientes a una pandilla local al servicio del narcotráfico

“Ya no sabemos de quien cuidarnos, los que nos deben proteger fueron los que nos destrozaron la vida”, le dijo la mujer a la BBC.

Mientras tanto, la economía de la región sigue detenida y las casas continúan sin dueño en esta parte de la montaña que ha quedado, literalmente, sin presencia humana.

 

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/05/130422_pueblos_fantasma_guerrero_mexico_narcotrafico_autodefensas_an.shtml

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