Menos dinero, mejores campañas

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Uno de los mayores errores que se han cometido en este país al irle poniendo reglas a las elecciones es generar un sistema de incentivos que beneficia al que más viola la ley, a quien más se adelanta a los tiempos o a quien más se financia, sea como sea, pues en los hechos acaso se hace acreedor a ‘multitas’. Hemos sido relativamente eficaces para que los votos se cuenten con alguna confiabilidad, pero hemos descuidado mucho cómo llegan los votos a la urna. El resultado, dicen ya muchos, es una especie de ‘subasta electoral’, en la que el dinero pesa más que todos los demás factores para llegar al poder.

Sobra decir que esto es parte importante de la problemática que nos aqueja hoy en día, que esto ha incidido para que tengamos gobernantes y legisladores mediocres, poco o nada comprometidos con el ciudadano común, y en cambio condicionados por diversos poderes económicos (legales o hasta criminales) que son al final quienes pueden financiar su camino al éxito o abandonarlos y orillarlos al fracaso. ¿Qué clase de democracia es esta?

Si este es el problema, me parece que la solución pasa por bajar la importancia del factor ‘dinero’ en nuestras campañas políticas. Hay que generar un sistema de reglas e incentivos que tiendan a campañas mucho más baratas, mucho más austeras. Necesitamos menos espectaculares, menos regalos, menos muros pintados, menos eslóganes vacíos, y en cambio campañas de mayor contacto directo (físico o virtual) con propuestas claras.

Por ahora no se ve que para allá vayamos. La clase política ha interpretado a su conveniencia el problema como uno de fiscalización, y hacia allá se ha dirigido la mayor parte de su respuesta, aun con resultados por comprobar. Más fiscalización no es mala idea, pero sospecho que no será suficiente, que eventualmente, si queremos rescatar esta democracia, necesitaremos bajar el peso del factor dinero en las contiendas electorales.

Debido a lo anterior es que simpatizo con lo que expresa el candidato ciudadano a diputado local en Jalisco Pedro Kumamoto, quien cual David contra Goliat participa en la contienda con un financiamiento mínimo, basado principalmente en aportaciones privadas que topa en 7 mil pesos. Esto, dice, para evitar que el poder económico avasalle al ciudadano común.

Independientemente de la plataforma de Kumamoto, que se puede revisar en su página de Internet (http://kumamoto.mx/) y que se dirige mucho hacia temas de apertura y cercanía con el ciudadano, es deseable que este tipo de iniciativas tengan éxito. Que si la clase política no nos da las soluciones, nosotros los ciudadanos vayamos haciéndolo. Que seamos solidarios con nuestros propios intereses, en vez de seguir alimentando y legitimando una maquinaria insaciable que nos recuerda sólo cada 3 o 6 años, y lo hace sólo para obtener lo que a ella le interesa.

Es por lo menos incierto que el modelo de candidatura de Kumamoto pueda reproducirse en gran cantidad por todo el país, pero de ir surgiendo más y más iniciativas de este tipo, quizás los ciudadanos podamos en algún momento forzar el cambio que se requiere. Quizás, un día, obliguemos a los políticos a considerar bajarle a la importancia del dinero en las campañas. Muchos perderán una despensa cada tres años, pero podrían ganar gobiernos más responsivos e interesados en sus problemas, un bien que dura más que una despensa o una tarjeta de $200 pesos.

Twitter@leonhardtalv

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