
Los devotos a San Judas Tadeo parecen de otra raza. No le tienen miedo a nada, ni a la policía ni al Covid-19. Su fe los mueve año con año hasta la Iglesia de San Hipólito donde se congregan y este 2020, en medio de una mortal pandemia, no fue la excepción. No hay sana distancia, cubrebocas o gel desinfectante, pero no importa: «San Juditas puede con todo, hasta con el Covid», dicen los feligreses.
Afuera de la iglesia los policías auxilian el tránsito vehicular que por momentos colma el cruce de avenida Reforma e Hidalgo; otros, con altavoces les recuerdan a los miles de visitantes extremar precauciones, usar el cubrebocas de manera correcta e incluso les regalan desinfectante, pero muy pocos lo aceptan. «Vengo caminando desde Iztapalapa, es una manda que hago año con año y nadie me lo va a impedir, ni el pinche Covid», expone «El Piraña», exconvicto que una vez que alcanzó la libertad, prometió que cada 28 de octubre acudiría a dar gracias.
«No se amontonen, respeten la sana distancia, no se bajen el cubrebocas, pónganse gel, por favor», insiste un policía en el altavoz; dos horas después está afónico y muy decepcionado: «Esa gente no entiende, pero bueno, no podemos hacer más», dice.
Más de 4 mil seguidores de San Judas Tadeo hacen filas por dos horas para estar junto a su santo poco más de cinco minutos, pues así lo disponen las autoridades municipales.
En Toluca, Estado de México, la situación es similar, allá tampoco le temen al Covid-19. Con mariachi y decenas de asistentes a la Iglesia de la Santa Veracruz, decenas de familias acuden para bendecir las imágenes de San Judas Tadeo, pese a que la mayoría de los feligreses tienen el cubrebocas e intentan cumplir con la sana distancia, ni uno queda exento de contagio.
En la iglesia hay un módulo de Protección Civil con la finalidad de obsequiar gel y cubrebocas, pero tampoco hacen caso. «Llegué lo más temprano posible para no encontrar a tanta gente, no sabía si nos iban a dejar pasar, pero es una tradición y todos en mi casa somos devotos a San Judas, con esta situación de la pandemia nos hemos encomendado y no podíamos dejarlo pasar», expone Ana.
Mujeres y hombres jóvenes, señores de la tercera edad y familias enteras llegan con la convicción de esperar a que los dejen entrar y con la fe de que asistir no significa un peligro de contagio.
EL UNIVERSAL
Facebook
Twitter
Instagram
RSS