
Hugo Morales, vendedor de tamales y atole en un triciclo de carga, es uno de los 129 mil 513 potosinos que laboran en la informalidad, que debe salir a las calles para generar un ingreso y subsistir, en medio de la contingencia sanitaria por el coronavirus.En San Luis Potosí, durante el cuarto trimestre del año pasado un millón 225 mil 634 habitantes estuvo ocupada, de los cuales el 57.4 por ciento en la informalidad, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, divulgada el 19 de mayo pasado.Hasta este lunes, la entidad potosina contabiliza 25 casos confirmados de la enfermedad, de los cuales dos personas han fallecido, según información actualizada de la Secretaría de Salud de Gobierno del Estado (Ssa).En un lunes cotidiano, Hugo prepara 100 tamales, de los cuales prácticamente vende la totalidad, cada uno a un precio de 12 pesos, pero derivado del inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia, es decir, de distanciamiento de la población, ahora sólo prepara entre 40 y 45 unidades.Dicho de otra manera, en un día normal el comerciante obtiene mil 200 pesos si vende la totalidad del producto, pero en tiempos del COVID-19 la ganancia se reduce a 540 pesos, todo lo anterior sin contar los vasos de atole que podría vender, cuyo precio es el mismo.Mientras miles de capitalinos, un gran sector entre burócratas de dependencias estatales y municipales, así como algunos trabajadores del sector privado, realizan trabajo en casa o home office, Hugo sale de su casa a temprana hora para iniciar su recorrido en calles del Centro Histórico.Hoy como la mayoría de los días, se apostó frente a las instalaciones del Servicio Administración Tributaria (SAT), y si bien, sus ingresos económicos se han visto afectados de forma considerable, lo que saca flote su negocio son los clientes frecuentes, quienes le compran de 10 tamales en adelante. Recalcó que sigue las recomendaciones de sanidad, establecidas por las autoridades, tales como tener gel antibacterial y realizar la sana distancia, pero tiene totalmente descartado guardarse en su hogar, porque es su sustento diario, el de su esposa y sus cuatro hijos.»Para serte sincero, la verdad no los tengo tan preocupados (a los integrantes de la familia), o sea, voy y regreso, es decir, seguir las recomendaciones como lavarme las manos y todo lo demás. Sí me dicen que me cuide, pero tampoco nada de alarma. Llego y les digo que está tranquilo (en la calle)», comenta.Explica que dejar de acudir tan sólo un día representa «batallar» para conseguir el dinero para pagar la renta, los alimentos, energía eléctrica, el agua potable, por lo tanto, salvo que el gobierno cubra todos esos gastos, sería la única forma en la que él dejaría de salir de vender sus alimentos en la vía pública.»Somos los que más dependemos de negocios, escuelas y oficinas, porque sí pega mucho esto (del aislamiento social) hay muy poca gente y baja bastante la venta».Contrasta que en la contingencia actual del coronavirus existe más pánico entre la ciudadanía potosina, que, con la situación de la influenza en 2009.
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