
Sergio Bravo Ornelas, apenas si tiene aliento para hablar, pero desea dar a conocer la «pesadilla» que fue contraer Covid-19, y haber estado internado durante 10 días durante el periodo de ascenso de la pandemia al pico más alto de contagios y hospitalizaciones a nivel estatal.
En su familia de cuatro integrantes, (esposa y dos hijas) todos dieron positivo al nuevo coronavirus, pero él fue quien desarrolló los síntomas graves de la enfermedad.
Las molestias comenzaron el 13 de julio, detalla Sanjuana Rocha, su esposa. «Él se despierta en la madrugada con temperaturas de 39 grados, se sentía mal, como cualquier resfriado, como con cuerpo cortado».
La pareja decidió recurrir a una persona conocida que labora en el sistema de Salud quien al escuchar los síntomas previó que se tratara de SARS-CoV-2. «Nos dice que nos esperemos hasta el miércoles 15 de julio para que al momento de hacerle la prueba no saliera negativa».
A la par de esta acción la familia recurrió al número 800 123 8888, la línea designada por las autoridades para dar seguimiento a los posibles casos de Covid-19, y aunque del otro lado de la línea les ofrecieron orientación, no hubo seguimiento a su caso, revelaron.
La prueba para confirmar la sospecha, la hicieron de manera independiente, y desde antes de conocer el resultado, Sergio se mantuvo aislado en una habitación de su hogar.
«YA NO LO ESCUCHÉ»
Pese a las molestias causadas por el dolor corporal, fiebre y el cansancio, que controlaba con medicamentos y monitoreado con un oxímetro, otro de los elementos conseguidos a través de personas cercanas, Sergio continúo con su trabajo a distancia, la mayoría de este, relata su esposa, lo realizaba mediante llamadas telefónicas.
Oírlo en el auricular era la forma de saber que, dentro de su aislamiento, su esposo se encontraba bien.
«Hasta la segunda semana, el miércoles 22 julio, entre al cuarto porque ya no lo escuché y ya estaba morado, le tomo rápido la temperatura y tenía 39.5, le tomo la oxigenación y ese día estaba en 82». Es necesario mencionar que un nivel por debajo del 90 por ciento de oxigenación se considera riesgoso.
Sanjuana recurrió a su hermano, médico, quien le reveló que Sergio ya requería de apoyo mediante tanque de oxígeno.
Aquí Sanjuana se encontró con la primera dificultad, llamó al menos a tres establecimientos de distribución de tanques de oxígeno y no encontró equipamiento disponible, «lo único que conseguí fue uno de emergencia (…) y porque mi hermano es médico». Prestado, admite entre aliviada y abatida.
Durante tres días, Sergio se mantuvo con oxígeno en su casa, en ocasiones era colocado boca abajo con la cadera más elevada que su cabeza para poder liberar de líquido sus pulmones.
LA BÚSQUEDA DE UN HOSPITAL
El 25 de julio, día en que el estado de Sergio agravó, el nivel de ocupación del Hospital General de Soledad fue superior al 50 por ciento, ese día fallecieron 14 personas por Covid en la entidad; casi un mes después, a finales del mes de agosto se alcanzaría el número máximo de muertes por la enfermedad: 32.
Para Sergio era el décimo tercer día cursando los efectos graves del nuevo virus, «yo noto que ya no oxigena ni con el oxígeno (…) él estaba en 80 u 82 (…) y traía otra vez temperatura», detalla Sanjuana, quien a solicitud de Sergio comienza a buscar espacio en algún hospital.
Su primera opción fue recurrir a una clínica privada, aunque su seguro de gastos médicos mayores no tuviera cobertura en este caso, sin embargo, la noticia es que no había espacio, se lo hicieron saber por teléfono.
En la urgencia de hallar sitio dónde recibir atención médica, Sergio, Sanjuana y su hermano, subieron a su vehículo no sin antes garantizar el abasto del oxígeno en el tanque.
«Nosotros tuvimos la fortuna que no todo mundo va a tener porque es muy triste de reconocer, que le hablamos a un conocido de mi esposo y en el hospital de Soledad le ayudaron para que lo pudieran atender».
A las 23 horas de ese sábado, Sergio fue recibido en el Hospital de Soledad, «ahí él me dice que inmediatamente le ponen el oxígeno al nivel más alto porque ya estaba muy mal de los pulmones y lo canalizan», narra Sanjuana. Una radiografía realizada en la clínica confirmó el daño pulmonar.
Sanjuana señala que se percibe desorganización en la atención que brinda el Hospital General de Soledad, «no sé si es falta de personal. Es horrible lo que se está viviendo, ya no pueden, en Soledad, ya no pueden», reitera.
«EL QUE SOBREVIVE 3 DÍAS ES CANDIDATO A TRASLADO»
Cuando se le pregunta a Sergio qué sintió al estar ingresado en el Hospital General de Soledad, su respuesta es «desanimo».
El día que fue admitido, hubo dos decesos, «eso te pone nervioso, con incertidumbre de que no vas a salir». En el transcurso de tres días Sergio escuchó muchas veces las palabras «Código Respiratorio», para él era un anuncio del fallecimiento de algún paciente, pero de acuerdo con las autoridades sanitarias a nivel local, este código se emplea para despejar en los hospitales públicos y privados, los pasillos o sitios por los que transitará un paciente sospechoso a Covid-19 para evitar contagios.
Sergio lamenta que la atención en el Hospital General de Soledad sea «muy mala. Yo creo que el que sobrevive tres días ahí es candidato a irse al Hospital Central», estima.
Sanjuana agrega, que luego de tres días en hospitalización, sólo en el último Sergio recibió alimentos, además le pidieron llevar tubos para muestras de sangre con el objetivo de que le realizaran algunas pruebas a Sergio, que no pueden llevarse a cabo en el Hospital y cuyo costo corrió a cargo de la familia.
«De esos estudios depende si necesitan un medicamento (…) ese medicamento la dosis chica cuesta 25 mil; las personas tienen que asumir ese costo y no te garantizan resultados», lamenta.
«UN OASIS EN EL DESIERTO»
A pocas horas de que Sergio ingresó en el Hospital General de Soledad, Sanjuana recibió una llamada de su asesor de seguro médico; había una cama disponible en un hospital privado por lo que ella decide solicitar el alta voluntaria.
Sin embargo, su petición no fue atendida. El lunes por la tarde con la presión de su asesor encima ante el riesgo de perder el espacio conseguido, Sanjuana fue llamada por la doctora que atendía a Sergio.
«Su esposo está grave pero estable y es candidato a que se lo lleven al Hospital Central o puede llevárselo, pero si se lo lleva es un alta voluntaria irrevocable. No te lo vuelvo a aceptar», le advirtió.
Sanjuana decidió esperar el traslado al Hospital Central, que se efectuó ese mismo día, una llamada se lo confirmó, «a partir de mañana ya se puede presentar».
«Es un Oasis en el desierto», describe Sanjuana la atención en el Nuevo Hospital Central y Sergio coincide, la atención es casi personalizada, «me cambió el panorama (…) veo gente que anda caminando y está recuperada, ahí sentí que lo podía lograr».
Contrario a lo ocurrido en el Hospital General de Soledad, en donde no se les otorgó información periódica de la salud de Sergio, en el Nuevo Hospital Central los informes se otorgaban en la mañana y en la tarde, también había posibilidad de tener contacto entre pacientes y familiares a través de una o dos videollamadas al día.
«La gente que tenga la bendición de llegar ahí, les va a ir muy bien. Es otra cosa (…) en Soledad entró el sábado y le dieron de comer hasta el lunes, le pusieron suero el sábado y se lo cambiaron hasta el domingo», recuerda Sanjuana.
Sergio asegura que todo el personal del Nuevo Hospital Central está permeado de una actitud de servicio, «desde los afanadores están contagiados de la buena voluntad de hacer sentir bien a la gente (…) los médicos te preguntan cómo estás (…) las enfermeras tienen una calidad humana –atención que asegura- ni en los hospitales privados lo había visto».
Para Sanjuana los días previos al traslado de Sergio al Nuevo Hospital Central, fueron un «calvario», incluso en sus visitas, conoció testimonios de personas que habían perdido a la mayoría de sus familiares por Covid-19 y que no contaban con recursos para adquirir un tanque de oxígeno, oxímetro y otros elementos necesarios para que sus familiares dados de alta recibieran un monitoreo adecuado en casa.
SALIR VICTORIOSO
«Cuando te despiden te sacan en una silla de ruedas y todos los doctores aplauden en un pasillo y sales victorioso, como si hubieras ganado la batalla».
Tras siete días de tratamiento, Sergio tuvo que ser dado de alta del hospital, pues el daño ocasionado por el COVID-19 a sus pulmones lo hacían vulnerable a otras infecciones nosocomiales.
«Yo le digo a todo el mundo, te cambia la vida. Tienes que salir de ahí porque el tratamiento es por siete días (…) realmente los doctores se juegan la vida por ti».
Sergio busca con su testimonio hacer conciencia en las personas, «hay muchos que no tiene el oxímetro, que no tiene los medios, que no puede acceder ni siquiera a un tanque de oxígeno, hay mucha gente que desconoce la enfermedad, los síntomas y mi llamado sería a que se siga cuidando, porque esto fue una pesadilla para nosotros que no quisiera que la gente viviera».
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