Mario Baltazar abraza a su esposa y a sus dos hijos. Después de estar 10 años postrado en una silla de ruedas como consecuencia del párkinson, hoy está de pie. Su segundo hijo, Guillermo, jamás lo ha visto parado, el mayor apenas recuerda cómo le enseñaba a jugar futbol.
El herrero de 48 años define este momento como “un milagro”; sin embargo, en realidad fue laciencia, la tecnología y el conocimiento del neurocirujano Alfonso Arellano lo que le regresó la capacidad de moverse.
Hace una década Mario dejó de disfrutar la vida y abandonó la herrería por el padecimiento, recientemente se sometió a una operación que le permite volver a hacer las cosas que podía realizar antes, pero para llegar a eso, él y su familia tuvieron que realizar muchos sacrificios, entre ellos recorrer 39 kilómetros en cinco horas de traslado desde Tláhuac hasta el Centro Médico ABC de Santa Fe y de vuelta.
El Instituto de Neurología lo mandó al Centro Médico ABC para beneficiarse un programa para personas de escasos recursos, ya que la cirugía tiene un costo real de un millón de pesos, pero no le cobraron absolutamente nada a la familia Baltazar.
El párkinson terminó con la vida productiva y familiar de Mario: “estoy encerrado en mí mismo no puedo salir de mi cuerpo, no puedo hacer lo que quiero”, platicó con dificultad días antes de su operación.
“Espero que con este tratamiento vuelva a ser el Mario de antes; el alegre, fiestero y retomar el cariño de mis hijos que he perdido”, abundó.
LA OPERACIÓN
El 25 de mayo Mario se sometió a una cirugía que consistió en insertarle dos electrodos en el núcleo del cerebro, que sirven para compensar las fallas en las zonas nerviosas que controlan y coordinan los movimientos.
Los electrodos están conectados a un marcapasos, colocado a la altura de su clavícula, que enviará estímulos eléctricos a las zonas afectadas por el párkinson a través de cables ubicados de manera subcutánea. Este adelanto tecnológico estará al interior de Mario por el resto de su vida y tendrá que remplazar la batería cada 10 años.
La intervención quirúrgica, que tuvo una duración de 14 horas, es riesgosa a decir del anestesiólogo Alejandro Obregón, porque el paciente “está despierto todo el tiempo y debemos tener un cuidado exhaustivo para que no presente una crisis de ansiedad durante la operación… puede ocurrir”, explicó.
Las dos perforaciones que le realizaron a Mario en la cabeza son del tamaño de una moneda de 10 pesos; los médicos constantemente le preguntaron “¿cómo se siente Mario?”.
Una vez que el cráneo ha sido perforado, una aguja de 30 centímetros que contiene el electrodo se inserta por el orificio; aún así Mario responde.
Se trata de un procedimiento preciso en el que intervienen, además de cirujanos y neurólogos, ingenieros biomédicos. El capitán de la operación es Arellano, de solo 39 años, quien obtuvo la preparación profesional necesaria en Francia y es uno de los pocos especialistas mexicanos capaces de realizar la intervención quirúrgica.
“Es un operación muy exacta, si no contáramos con la tecnología la probabilidad de que el electrodo no quede en el sitio deseado sería muy alta y los resultados no serian satisfactorios, tantos monitores —detalló Arellano señalando varias pantallas con gráficas y coordenadas— son una muestra de lo precisa que debe ser la cirugía”.
Sobre este tipo de intervenciones, Marco Antonio Alegría, presidente de la Academia Mexicana Neurología y jefe del Servicio de Neurología del Centro Médico ABC, explicó que en México “se hacen pocas, no hemos llegado a una realización masiva, pero aquí tienen que intervenir varios factores. El primero es la selección correcta del paciente, debe ser uno con el que se sepa que le será útil”.
De acuerdo con Arellano, hace falta mucha información y que existan más donativos para apoyar a los pacientes y regresarlos a la vida productiva, además de que muchos neurólogos y las propias autoridades de salud desconocen este método.
“Nos hemos encontrado con pacientes que los tienen en condiciones muy malas, con medicamento a dosis muy altas y jamás les han hablado de que existe esta cirugía, quizá porque el mismo neurólogo no lo sabe. También falta conciencia del gobierno para saber que es un procedimiento en el que vale la pena invertir, desde el punto de vista económico es rentable porque el paciente va a regresar y en términos de productividad va a devolverle al país lo que un día le dio”, detalló el neurocirujano.
RESULTADOS AL INSTANTE
El día más esperado por Mario llegó. Antes de encenderle el electrodo, el doctor Arellano realizó las últimas pruebas, entre ellas ponerlo a caminar y que intente dar una vuelta de 360 grados para cambiar de dirección.
Mario no lo podía hacer debido a la rigidez que caracteriza al párkinson, conocida como freezing, es decir, una congelación al intentar un movimiento brusco, pues el mal impide que el cuerpo responda a los impulsos del cerebro.
Después Mario regresó al consultorio 11 días después de la operación y le encendieron los electrodos. Los ingenieros Rodrigo Ramírez y Rafael Pagaza fueron los encargados de hacerlos llegar a dos miliamperes y en ese momento el paciente dio signos de mejoría. “Me siento un poco mejor. Voy sintiendo el cambio”, dijo al mismo tiempo que dejaba de temblar.
“Me siento muy bien, tengo ganas de reírme, desde hace mucho no me siento así: alegre”, comentó Mario a punto de llorar.
Los resultados se presentaron al instante, el párkinson está controlado. Desde hace 10 años su familia no lo veía de pie, por lo que decidió darles la sorpresa: salió caminando y cruzó la puerta con semblante alegre y de triunfo.
“¿Cómo ven?”, les preguntó a sus hijos, quienes al instante se pararon para abrazarlo. “Me siento nuevo. Es el Mario que yo quería que vieran, estoy más que contento”, dijo emocionado.
Desde ese momento y una vez controlado el párkinson, Mario ha dejado de usar la silla de ruedas, de hecho, él mismo la dirige por los pasillos del ABC para entregarla.
Sus hijos y esposa no paran de abrazarlo. “Vamos a volver a ser una familia”, concluyó el paciente.
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