La conmemoración del Día Internacional de las Mujeres encuentra su origen a finales del siglo XIX, con los primeros movimientos de las obreras que al exigir condiciones justas a cambio de su trabajo padecieron la brutalidad de sus patronos. A partir de entonces no tardarían mucho en arribar personajes como Elizabeth Cady Stanton privada del derecho a participar en la discusión antiesclavista en Estados Unidos y la Conferencia Internacional de Copenhague de 1910 en la que Clara Zetkin propuso un día internacional para hablar exclusivamente acerca de las vindicaciones laborales de las mujeres.
En aquellos años, las mujeres se levantaron para acceder al sufragio y a la vida democrática, para tener trabajo y educación, para frenar la guerra, aun a pesar de que el mero hecho de reunirse significaba un problema, habida cuenta que la supervivencia femenina dependía casi de modo absoluto de su estado civil, la buena mujer estaba en su casa, criando a sus hijos y todo, incluyéndolas a ellas, conformaban el patrimoniodel varón, ya ciudadano.
Quienes apostaron por otra forma de vida posible, no sólo actuaron al margen de la ley, en la clandestinidad, sino además fueron condenadas a la miseria, a la cárcel, fueron proscritas de un tiempo que terminó por deberlesel feminismo como fuerza civilizatoria.
De allí Eleanor Roosevelt, cuya fotografía publica la Organización de las Naciones Unidas cada 10 de diciembre al conmemorar la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y su reconocimiento para todas las personas con independencia de raza, religión, idioma y si, también de su sexo. Ante la conclusión de una Segunda Guerra Mundial, varios millones de muertos después cuando la dignidad fue valor y principio compartido, el feminismo lo propuso de ese modo.
De este lado del orbe tampoco fue sencillo, las mujeres americanas primero fueron esclavas, siervas, indígenas conquistadas, empobrecidas, discriminadas, la historia de nuestros pueblos permanece todavía tutelada por los hombres, somos de la guerrilla, del narco, del dictador, de Trujillo, de Pinochet, de Videla, de los Castro. Estamos sentadas a la puerta de la banca de la “izquierda” que todavía no acaba de hacer la revolución, muertas de hambre o como las Mirabal, nuestras niñas y jóvenes, son asesinadas, violadas y prostituidas a diario.
Antes nadie quería ser feminista, recuerdo sentir el reproche de la gente normal, observar la mirada desencajada de quienes las miraban a ellas andar, “mujer que sabe latín…” se repite una y otra vez, “ya deja esos libros, mira que te vas a quedar sola”, “te vas a volver loca de leer”. A ningún hombre le preguntan por qué no sonríe, por qué no quiere casarse, por qué no se queda en paz, por que no le da miedo ser expulsado, ser golpeado o rechazado por no cerrar la boca.
De hecho, las reuniones internacionales que definieron el 8 de marzo, el 28 de septiembre y el 25 de noviembre, así como el Tribunal Internacional que en los años 70 denunció por primera vez el feminicidio, fueron organizadas por el movimiento feminista, vinculaciones horizontales, frentes de políticas, de lesbianas, de rescatistas que colaboraban en casas de refugio acompañando a víctimas de violenciacuando nada de eso era delito.
Por eso parecía inverosímil que en los últimos treinta y tantos años cuando los organismos internacionales tomaron los días feministas para hacerlos suyos, todos estuvieran de acuerdo con que teníamos derechos, aquello se catapultó de tal modo que daba vértigo, se proponían cosas para combatir la violencia y se producían las convenciones internacionales y las conferencias que son el basamento jurídico empleado en miles de litigios, desde los que observa la Corte Interamericana hasta cualquier audiencia local, allí donde se emplee el enfoque feminista o la “perspectiva de género” en la aplicación de la ley.
Sobre todo es que en esas circunstancias teníamos perfectamente claro quienes se oponían, en dónde estaba el machismo y la misoginia cotidiana convencida de mirarnos todavía como un objeto o de alabar los cautiverios de dónde se pugnaba por salir, no es coincidencia la creación del día de la familia ni la necedad de felicitarnos, de darnos flores y agradecer a Dios por la existencia de las dadoras de vida, cuidadoras, amables, sonrientes, abnegadas, criaturas fulgurantes sin las cuales ningún hombre sabría cómo atarse los zapatos.
Sin librarnos aún, ahora se añade que, Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, los ministerios e instituciones nacionales de las mujeres en los gobiernos y hasta las organizaciones y académicas sedicentes feministas están mirando hacia sitios imposibles.
Lo atestiguamos el mes pasado en España, cuando la ministra de igualdad Irene Montero organizó un encuentro internacional bajo el lema “We call it feminism”, así lo llaman y no lo es.
Estaba claro que la funcionaria necesitaba un lavado de cara ante su ley del “si es sí” que ha liberado ya a varios agresores sexuales, sumado a la ley que pasa por encima de la autoridad de padres y madres, avalando para niños, niñas y adolescentes desde el cambio de nombre hasta el acceso a procedimientos médicos con hormonas y mastectomías innecesarias, entre otras decisiones graves que afectan la seguridad de la infancia y de las mujeres en ese país, so pena de multar y perseguir a la disidencia.
Semejante simulación dejó una herida profunda, ha sido penoso mirar a Rita Segato insultar a otra académica para obtener el aplauso de la audiencia, además de restringirse a personajes que avalan la existencia de mujeres de segunda como en México sucede con Marta Lamas.
En esa dimensión se nos niega la existencia como sujetas del análisis social, histórico y político esencial, aburre abordar a las “biológicas” y confundiendo la sororidad con complicidad, para estar presentes, para“contar”, hay que elegir tus pronombres, hablar en términos de cuerpos y de “libertades”, comprendidas como el derecho a ejercer la prostitución, o a rentar el vientre para vender o regalar los hijos propios a otros al punto en que la solidaridad se nos torne en actos suicidas.
Sin embargo, la agenda feminista no ha cambiado, consiste en abolir la explotación sexual y reproductiva que encuentra asidero en la prostitución, la pornografía, la trata y los vientres de alquiler; en abolir el género y en trabajar por los derechos de las mujeres basados en el sexo a fin de erradicar toda forma de violencia y de pobreza. No comulga jamás con avalar que la vida de nadie consista en adaptarse a ser esclava bajo ninguna de las formas que ya he descrito.
No hay motivos para llamar a la alegría, ni a la felicidad ni a la fiesta, en Afganistán, Siria y otros países, hay Estados desapareciendo a las mujeres por no apegarse al uso religioso del velo, privándolas del trabajo, vetándolas de las universidades y ante la protesta, envenenándolas y asesinándolas.
En Latinoamérica se han renovado los tecnócratas sin importar su lateralidad, por eso en Colombia, el gobierno de Petro mete en la ley los vientres de alquiler y la explotación sexual como trabajo, y en Chile, Boric se suma a borrar a las mujeres como seres humanos, convirtiéndolas en un constructo teórico, en un concepto dónde cabe lo que sea que se maquille.
México tampoco tiene motivos ni mucho menos para elogiarse, ni demostrar el menor avance, la política que tendría que defender Nadine Gasman o Fabiola Alanis hace tiempo que fue desfondada para que Andrés Manuel López Obrador tenga su caja chica, eso cuesta entre 10 y 16 vidas cada día, ante eso ni siquiera en Ciudad de México las feministas van a poder caminar en paz, ya han sido amenazadas por pretender usar el espacio público y eso que no lo harán el 8 de marzo que es día de la parodia, de la marmota, del jamón, de las avestruces, de lo que diga la ONU y los hombres pero no de las mujeres.
Tal vez el mejor aprendizaje que hoy se debe recuperar, es deleitarse en ser un incordio y hacer de ello un buen hábito, si revisamos cada momento de esto que nos reúne, nunca fuimos bienvenidas ni bien vistas, fuimos prohibidas, tantas han dado su tiempo, su esfuerzo y su vida por ello que el hurto de una fecha memorabledebe dar por tierra con todas las esperanzas que teníamos acerca del futuro y la compañía de las instituciones. Estamos solas y esa primera certeza es un punto de partida. A más ver.
Claudia Espinosa Almaguer