Caminó lentamente hacia el vestuario, con la mirada clavada en el césped y la quijada apretada. Ignacio Ambriz sabe que todo está por terminar.
Sus Gallos Blancos están en agonía. Se esmeró en animarlos tras aquel zapatazo de Héctor Mancilla (77’), sólo cumplió con las formas. Tragó saliva, mientras asimilaba la realidad del grupo de guerreros que comanda.
El Querétaro ofreció pelea a los Monarcas. De nada les sirvió. El marcador electrónico del estadio Morelos retrató la más dolorosa de las caídas (0-1) para un plantel que no claudicó, incluso después de la daga disparada por ese atacante chileno que les provocó jaqueca toda la velada.
Todo finalizará el domingo por la noche, si el Puebla no cae ante los Jaguares de Chiapas y el Atlante saca el triunfo en su visita al Guadalajara.
Resultado festejado por el San Luis y el Atlas, quienes están virtualmente salvados. Esta noche se enfrentan y el ganador asegurará su continuidad en la Primera División. Si empatan, los dos habrán logrado el objetivo.
En caso de que haya triunfador en el Alfonso Lastras, el Querétaro quedará a nueve unidades (con nueve por disputar) del que pierda. El problema para Ambriz y sus chicos es que tienen la peor diferencia de goles, acumulada durante seis torneos cortos, entre los involucrados en la lucha por no descender (-64). Tiene 31 anotaciones de déficit con el segundo peor balance (Reales).
Segunda derrota consecutiva para un equipo que se cayó en el momento más inoportuno. Justo cuando parecía dar alcance a Rojinegros o potosinos, además de inmiscuir en la batalla a los Potros de Hierro y La Franja, los Gallos Blancos carecieron de la contundencia que les permitió soñar con evadir la afilada guillotina.
Wilberto Cosme pudo abrir el marcador y otorgar cierta paz a sus compañeros, pero el goleador de ébano tuvo una noche triste. Erró un sencillo cabezazo durante el primer tiempo. En el complemento, se tardó en otorgarle el balón al joven Amaury Escoto, cuando los visitantes armaron un contragolpe que amenazaba con generar peligro en el marco defendido por Federico Vilar.
Sergio García fue quien los mantuvo en la pelea. Estoico, el guardameta queretano detuvo envíos de Jefferson Montero, Joao Rojas y Mancilla… Hasta que el andino lo dejó congelado con la magistral ejecución que desató la tristeza entre jugadores, cuerpo técnico, directiva y afición de un club que ya siente el ardor del infierno.
La ineficiencia de Carlos Ochoa y Sergio Santana también alimentó esa frágil desilusión hecha trizas por el excelso cobro de Mancilla.
Entonces sí, las gargantas comenzaron a anudarse. La de Ambriz también, por más que intentó levantar a su equipo. Los Gallos Blancos le correspondieron con una ráfaga de llegadas a la portería michoacana. La más importante, salvada milagrosamente por el volante Christian Valdez.
No era la velada de la resurrección. El silbatazo final de Roberto García significó la sentencia para un plantel en agonía. Por eso, Dionicio Escalante se derrumbó sobre el lienzo verde. Marco Jiménez le extendió la mano y lo levantó, aunque el propio volante también tenía despedazada el alma, porque parece ser que todo terminó.
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