Sistema de Haz externo del Acelerador Pelletrón. Escultura polícroma, s.XVIII. Foto: Instituto de Física de la UNAM.
Al tiempo que los falsificadores de arte se han vuelto más sofisticados, la tecnología para combatir este delito –que deja ganancias millonarias– ha avanzado, y México tiene en ANDREAH una de las herramientas más efectivas del mundo.
La falsificación es tan antigua como la creación. Siempre hubo y habrá quién imite a los grandes artistas en busca de ganancias. Las formas del engaño han cambiado y evolucionado conforme a la época y a pesar de que vivimos en una era donde una llamada entre galerías o una búsqueda por Internet destaparía cualquier estafa, las falsificaciones siguen presentes en el mercado del arte y representan casi la mitad de las transacciones a nivel mundial. La tecnología se ha convertido en una aliada del arte, no sólo para identificar falsos, sino también cuando se requiere valorar, conservar o catalogar una pieza.
“Los materiales no bastan para hablar de si una obra es original o no. Al igual que tampoco vale sólo el ojo experto sin un estudio científico”, dijo el Dr. José Luis Ruvalcaba, director del proyecto Análisis No Destructivo para el Estudio in situ del Arte, la Arqueología y la Historia (ANDREAH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sobre la importancia de combinar la tecnología y los recursos humanos, es decir expertos en los autores o épocas específicas, cuando se pretende hacer una buena investigación artística.
Ruvalcaba lidera un equipo que desde hace 15 años tiene uno de los laboratorios más avanzados en todo el continente para hacer estudios de materia, por no decir el mejor de Latinoamérica. ANDREAH es capaz de contarnos la verdadera historia de una pieza a través los materiales que la componen, ya sean orgánicos o inorgánicos. El proyecto comenzó gracias al apoyo del Colegio Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la inquietud de Ruvalcaba por lograr que en México existiera un centro de investigación para la catalogación del patrimonio cultural. Y han tenido tanto éxito que el apoyo gubernamental esta dado a manos llenas.
En un país repleto de centros arqueológicos, un laboratorio como el de la UNAM es una necesidad. Ruvalcaba y su equipo no se dan abasto. “Estamos tratando de estudiar las colecciones en mejor estado de conservación para tener información de los materiales originales y por otro lado las colecciones más importantes con el objetivo de crear una base de datos muy fidedigna para comparar luego con objetos arqueológicos”.