El Procurador en su laberinto

Uncategorized

Astrolabio

Ayer fue 28 de abril, un día idéntico pero de 1402 nació Nezahualcóyotl, el Rey Poeta de Texcoco que cantaba a la naturaleza y a la fraternidad humana, y el mismo día pero de 1945 murió “Il Duce” Benito Mussolini, famoso asesino de las libertades en Italia en un período mejor conocido con el nombre de fascismo.

Ayer, domingo 28 de abril, también se cumplieron 6 meses de la muerte de Karla Pontigo Lucciotto, fallecida por las heridas que le provocó en el cuerpo el cristal de una ventana durante una lánguida madrugada en que debió haber terminado exhausta su jornada laboral como edecán en una discoteca inmemorable sin que se sepa cuánto puede ganar una jovencita en un empleo que le hace sacrificar sus noches y tampoco si como trabajadora tenía seguridad social. Por cierto, en 1999 la ONU declaró el 28 de abril como “Día Mundial de la Salud y la Seguridad en el Trabajo”.

Los hechos que ocurrieron esa noche y que desencadenaron en la muerte de una joven potosina en la plenitud de su vida no pueden saberse a ciencia cierta porque de las personas que podrían aclararlo, una perdió la vida y la otra quién sabe dónde se encuentre, pero si pudiera dar su versión, sin duda estaría condicionada por el interés de defender su inocencia. Pero justo para eso tiene San Luis Potosí a Miguel Ángel García Covarrubias, Procurador General de Justicia, para que a través de una investigación científica, inteligente, profesional, expedita y apegada a derecho, se pueda determinar la verdad histórica y deslindar la responsabilidad legal de sucesos como éste.

Pero la Procuraduría General de Justicia del Estado no ha hecho sino actuar en una lógica que lo único que no tiene es eso, lógica. Dando tumbos inexplicables, declaraciones desastrosas, y llevando a cabo actuaciones deplorables, a medio año de distancia duele la impotencia de no saber qué pasó, pero sobre todo, cala el dolor de una madre que en corto y en desplegados, reclama una explicación sobre las causas de la muerte de su hija, su derecho a saber la verdad, sin tener de parte de las autoridades otra cosa que silencio.

La defensa de Jorge Vasilakos dueño del antro donde ocurrieron los hechos, ha sido que la muerte de Karla fue un accidente provocado por la falta de iluminación del lugar, mientras que otros abogados como Julio Ceballos, y algunas asociaciones civiles han calificado el hecho como feminicidio y han insistido en que las autoridades han tenido una actuación lamentable y acaso punible.

Lo cierto de todo, es que las preguntas no dejan de flotar en el ambiente, y cada día que pasa se cierne con mayor firmeza la idea de que este caso está empantanado por la propia institución que tenía la responsabilidad de aclararlo.

¿A qué hora murió Karla y cuánto tiempo tardó su empleador en avisar a los servicios de emergencia? ¿Quién dio instrucciones para que no se permitiera el acceso de su hermano cuando llegó a buscarla al lugar donde trabajaba luego de que dejó de contestar el teléfono? ¿Quiénes estuvieron presentes en el lugar en el momento que ocurrió el accidente y por qué no alertaron de inmediato para que recibiera la atención médica que necesitaba vitalmente, sobre todo si consideramos que murió en el hospital y probablemente debido a la gran cantidad de sangre que perdió? ¿No se supone que ante cualquier fallecimiento debe realizarse un protocolo de investigación elemental? ¿No eran estas preguntas razón suficiente para que la autoridad tomara medidas precautorias y solicitara el arraigo de todos quienes estuvieran presentes para deslindar los hechos? ¿Por qué no lo hizo la Procuraduría?

Peor aún, ¿Por qué de este asunto no se supo sino hasta semanas después y producto de la presión ciudadana en las redes sociales? ¿De qué calidad fue la necropsia que le practicaron a la joven cómo para no poder determinar de inmediato si había elementos contundentes para indiciar que se podría tratar de un asesinato? ¿Cómo se explica que las primeras actuaciones de la Procuraduría consistieron en emitir juicios moralizantes sobre lo “riesgoso” de trabajar como edecán en un bar, sostener que la víctima habría consumido bebidas alcohólicas, o la patética declaración de que se trataba de un accidente y que por eso no se ahondó en la investigación? El Procurador entraba al laberinto.

La Procuraduría mantuvo durante meses la versión de que fue un accidente y que no había delito que perseguir, así lo documentan diferentes declaraciones a la opinión pública, pero entonces ¿Por qué en noviembre del año pasado y después de movilizaciones ciudadanas, editoriales a nivel nacional, y una incesante avalancha de cuestionamientos, otra vez en redes sociales, el Ministerio Público ordenó la presentación de Jorge Vasilakos, misma que fue imposible porque los policías a quien detuvieron penosamente en impresionante operativo de seguridad fue a su hermano? Simples preguntas ¿No era más conveniente la declaración de Jorge Vasilakos tres meses antes? ¿Qué razones le hicieron cambiar de parecer a la Procuraduría? ¿Entonces se investiga no por los elementos que identifican los peritos, sino por el contexto o los intereses que entretejen un asunto? El Procurador se extraviaba en el laberinto.

Luego, la indolencia institucional. A tal punto, que la señora María Esperanza Lucciotto madre de Karla Pontigo publicó el 3 de marzo de este año un desplegado en el que se quejaba de la negativa sistemática de la Procuraduría a facilitarle el acceso al expediente, colaborar en la investigación y desahogar las pruebas aportadas por la familia. La respuesta del Procurador fue sensible y prolija: “está el expediente a su disposición”. El Procurador se quedaba inmóvil en su laberinto.

Por si los ramalazos no hubieran sido suficientemente escandalosos, y previa petición a las autoridades federales (¡Qué raro!) el 12 de abril, personal de la Procuraduría exhumó los restos de Karla Pontigo ¡Para volver a practicar la necropsia: 5 meses y medio tarde! El Procurador esperaba encontrar elementos que le permitieran determinar si pudo cometerse una “conducta ilícita” ¿Pues no que era un accidente? Además de ordenar una reconstrucción de hechos el día siguiente sábado13 de abril. Posteriormente el 20 de abril, la defensa de Vasilakos trató de ofrecer como pruebas los videos que presuntamente contienen imágenes de la fecha y el lugar en donde ocurrió el deceso. Perdón, pero ¿No habría sido conveniente que en el mismo instante que estos ocurrieron el Ministerio Público los hubiera asegurado pues podrían contener más indicios de un probable delito? El Procurador ya no puede salir del laberinto.

El nombre de Karla significa poderosa, fuerte, y valiente, debe serlo porque su espíritu ha arrastrado las plegarias y las exigencias de muchas y muchos que han acompañado su camino más allá de este mundo. En el arte de la resistencia, su memoria es la que ha dado combate sin tregua a la dejadez  y la resignación. Su nombre puede ser todos los nombres, y su historia la historia de cualquiera. Por eso debemos abrazarla.

A 6 meses de distancia, estamos casi como al principio. La verdad se ve tan cerca y a la vez tan lejos. Tal como en un laberinto, entre la entrada y la salida media muy poca distancia, y es la habilidad o la torpeza de quien se interna en él lo que define el tiempo en resolverlo. Solamente se pide justicia, la humana y la divina que profetizó Borges en su célebre poema “El laberinto”. Porque cuando no se encuentra la salida, lo primero que se pierde es la paciencia:

En el pálido polvo he descifrado

rastros que temo. El aire me ha traído

en las cóncavas tardes un bramido

o el eco de un bramido desolado.

Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte

es fatigar las largas soledades

que tejen y destejen este Hades

y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.

Nos buscamos los dos. Ojalá fuera

éste el último día de la espera.

 

Oswaldo Ríos
Twitter: @OSWALDOR10S

Compartir ésta nota:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp