La alquimia del abismo radiante y el sol negro

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Hacia una radiante oscuridad, ese es el axis del trabajo de Gast Bouschet & Nadine Hilbert, una pareja de artistas que invitan a descender al abismo, capturando imágenes y esencias de las cavernas del planeta y de la psique. Es el arquetípico descenso al inframundo con una conciencia de la alquimia (negra) de este proceso que inevitablemente todo hombre que busca el conocimiento de su propio misterio debe de enfrentar. Hay una estética inmersa en estos espacios profundos que son el surtidor de la materia misma, el limo de la mente en su estado informe, el caos que precede a la creación y que guarda la energía potencial de todas las estrellas.

Los fotoensayos de Boushet y Hilbert evocan lo que el místico cristiano neopatónico Dioniso El Aeropagita llamaba la contemplación en la caligine, una intimación de la oscuridad que yace detrás de toda luz, el sol negro, el dios apofático. Escribe Dionisio, en el fervor de la divinidad negativa: “Oramos para que podamos entrar en la Oscuridad Radiante, y a través de la ceguera y la ignorancia podamos ver que esta ceguera y esta ignorancia están por encima de la vista y el conocimiento”. Y en otra parte: “La Oscuridad Divina es la luz inaccesible en la que se dice que Dios mora. En esta oscuridad, invisible debido a su brillo insuperable e insondable debido a la anundancia de sus torrentes supernaturales de luz, todos los que entren son considerados dignos de conocer a Dios: y por el el hecho mismo de no ver y no saber, están verdaderamente en Él Quien está por encima de toda vista y conocimento”.

 

 

En su obra “Geología Trascendental” nos dicen: “La energía oscura está dentro de todas las cosas, sin embargo no la podemos ver ni oír. Sólo la podemos experimentar a través de un éxtasis pasional… Nuestra ciencia vive en la negación de esta Negrura que antecedió al Mundo”. Parece ser que aquí estamos contemplando la esencia precósmica del silencio y la oscuridad: una manifestación inconmensurable de lo que no puede verse ni oírse.  Las vísceras mismas de la Madre de la Materia. El polvo, la tierra, y la sangre de los Titanes con los que fue formado el hombre.El movimiento interno de las entrañas del espacio primigenio que antecede al Dios de los Mil Rostros, al Dios del mundo de los fenómenos (Phanes), y que, pese a todo esplendor luminoso, sigue siendo ilusorio. Una seductora fantasía que arde sobre este lienzo negro de la materia primordial.

Desde una perspectiva alquímica resulta evidente que Bouschet y Hilbert están haciendo referencia al nigredo y a la prima materia, el aspecto primitivo de la piedra filosofal, la naturaleza en su estado crudo e inalterado, antes de que el artificio del alquimista busque perfeccionarla. La misma etimología de la palabra alquimia, según la más aceptada de sus polémicas acepciones,significa “tierra negra”, khem, una referencia a Egipto, a la tierra sagrada. Esta es la materia que el alquimista debe de espiritualizar, pero que en sí misma contiene el más profundo misterio, que es la potencia pura de la transformación. El estado del nigredo es la sagrada putrefacción, el dominio de Saturno, el planeta más lejano al sol en el sistema antiguo, es la sombra y el plomo del cuerpo que busca regresar al sueño eterno, a la muerte sin recuerdo. Pero es esta materia, este estado proto-generativo, el que el alquimista debe de abarcar y comprender, de la misma forma que en la psicología de Jung se debe de ir al encuentro de la sombra. Es sólo hasta que se ha conseguido la negrura total, la materia en su total oscuridad y descomposición que se puede iniciar la gran obra. Según los artistas:

La Tierra está localizada entre el Sol y Saturno que están en eterno conflicto; observamos su guerra en nuestra separación eterna de la luz y la oscuridad… En la Tierra hay una especie de astronomía invertida: localizado en el centro de la Tierra hay un sol negro. Debemos de mirar hacia abajo.

 

 

 

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Hay un abismo trascendente o una trascendencia en el abismo, penetrando las entrañas de la Tierra que son también las propias entrañas, los sinuosos acantilados de la psique que tiene su oscuro hogar en el reino de Plutón, el rico monarca del inframundo (las joyas y la conciencia de los metales yacen en la profundidad subterránea, metafórica y literalmente). De hecho, si penetramos lo suficiente podemos llegar a la estrella interna, la estrella de luz invisible, causa de la visibilidad, númen del fenómeno material. Bouschet y Hilbertl sugieren que ese sol negro, una especie de flor secreta del inconsciente, es también un espejo microcósmico del agujero negro en el centro de la galaxia (Sagitarius A).  La invitación es a explorar ese abismo radiante, dispuestos a ensuciarnos y sacrificarlo todo en la locura del vacío infinito (brinca al abismo y descubre que es el inicio de la eternidad), para emprender la sempiterna labor del alma de regreso a esa totalidad inconmensurable de la cual no podemos decir nada y si tuviéramos que representarla habríamos mejor de imaginar sólo un espacio negro e infinito.

Fuente:Pijama Surf

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