Gobiernos payasos

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Astrolabio

¿Qué es la civilización del espectáculo? Se auto pregunta Vargas Llosa, y responde: “la de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”.

Desde mi punto de vista, esta soberanía del desmadre se ha extendido a prácticamente todos los ámbitos de la vida social de forma que no hay espacios banalizados por el aptito desmesurado del morbo, el divertimento, el chacoteo o el cotilleo. En Twitter las cuentas más exitosas son las más frívolas o las de los personajes más famosos “per se”, los trending topics suelen ser portentos a la discriminación, el clasismo, la intolerancia, o el odio desvergonzado, pero según eso “muy divertidos”; en la academia, importa tanto cuán sólido es un investigador como si sale en la televisión o es editorialista de medios de comunicación masivos; las noticias más relevantes son las que comparten aristas de la vida íntima de las personas o las actuaciones más bochornosas de los funcionarios públicos; en el seno de las familias, una buena cantidad de tiempo de la comunicación interpersonal se consume en hacer antropofagia del prójimo, sólo por el jolgorio de consumir minutos al mismo tiempo que reputaciones; las películas suelen ser más exitosas por lo que exhiben visualmente que por lo que cuentan; la música ha sacrificado la lírica en el altar del ritmo; el futbol (bendito futbol) sigue siendo lo más importante de lo menos importante, con la pequeña diferencia que ahora lo menos importante es lo más importante; en fin que en la medida que nuestra vida “productiva” se ha vuelto cada vez más monótona, predecible, automatizada y flemática; los espacios de ocio, gozo y placer se han vuelto el summum de nuestras expectativas, aún si es de forma fugaz. Tengo la leve impresión de que nuestra vida se ha Harlem Shakeado.

Quizá por eso, ahora los gobiernos han convertido en prioridad darle entretenimiento al ciudadano, y no me refiero por supuesto a las declaraciones insufladas de humor involuntario que a veces (diario) nos regalan, sino a la premeditada, consistente y decidida intención de hacerla de patiños de nuestras frustraciones.

No pueden asegurar nuestra integridad personal ni la de nuestras familias porque las calles se han vuelto un campo de tiro, pero nos llevan caravanas de felicidad en módicas presentaciones de pelotas de hule, muñecas de plástico y Power Rangers a granel.

No hay una política local de promoción de inversiones o consistente de creación de empleos pero nos recetan la feria del café, la del tamal, la de la artesanía, la de la enchilada, la de la canica, la del amaranto, la de la cirugía plástica, etcétera, etcétera, etcétera. Al fin y al cabo, saldrá en la prensa y no habrá potosino que no quiera entrarle a la degustación de las falsas esperanzas y el ambigú.

Los feminicidos son una vergüenza cotidiana, sin que haya siquiera una visibilización de esta realidad por parte de las autoridades pero ya se anunció con bombo y platillo que la cantante María José se encargará del deleite gratuito de todas las madrecitas en su día. Aún no se sabe si la barítono les va a interpretar su famoso éxito  “No soy una señora” y si las mujeres que asistan la tararearan con más fervor que amnesia.

Puede no haber una calle sin su bache conmemorativo y tradicional, pero para los gobiernos municipales la más alta prioridad es aventar el dinero público como confeti a los empresarios dueños de equipos de futbol para que les hagan el favor de causar la instantánea y falaz impresión de que la ciudad es “tan boyante” que hasta se da el lujo de financiar a Emilio Azcárraga, Carlos Hank, o cualquier otro mexicano en condición de pobreza extrema.

Inversión de prioridades en la agenda pública, ahora los gobiernos no aspiran a resolver problemas sociales sino a entretener al respetable. A ganarse la próxima propina electoral si hicieron un buen espectáculo y a la consolidación de sus carreras artísticas, perdón políticas, si alguno de los shows montados se incuba en el corazón del querido público, perdón de la ciudadanía.

Sería bueno para todos que los gobiernos decidan gobernar. Payaso que no divierte no es payaso.

 

Oswaldo Ríos.
Twitter: @OSWALDOR10S

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