Más de 100 entrevistas con 80 personas, imágenes inéditas (especialmente de grabaciones de amigos y de su exmarido, Blake Fielder-Civil), conciertos, letras de canciones impresas en la pantalla… Amy, el documental de Asif Kapadia sobre Amy Winehouse, una estrella fugaz en la música del siglo XXI que falleció a los 27 años en julio de 2011, no ha sorprendido en Cannes por posibles nuevas revelaciones sobre su turbulenta vida y sí por ser un trabajo férreo del director de películas de ficción como The warrior y del multipremiado documental Senna.
Durante dos horas el espectador no ve ni una cabeza parlante, las típicas imágenes de los documentales de entrevistas delante de la cámara, sino que las voces van ilustrando sonoramente los vídeos que aparecen. Y son muchísimos: todo el que haya tenido relación con la artista está o ha cedido material. Kapadia hace un trabajo muy fino de ilustración de los 27 años de vida de Winehouse, de la que existe metraje desde que era niña: ventajas de haber nacido en el último cuarto del siglo XX. Tampoco esconde ni su mal carácter (terrible el momento en que su madre confiesa que nunca fue capaz de detenerla), ni la ausencia de su padre —remarcada por las propias declaraciones de la protagonista, ya que las entrevistas con Winehouse también salpican la narración—, ni su bulimia ni, por supuesto, sus dependencias del alcohol y otras drogas. “El mayor reto fue empujar a la gente a hablar”, ha contado en Cannes, donde se ha proyectado en la Sección Oficial fuera de concurso, el director deAmy, que tiene fijado su estreno en Reino Unido el 3 de julio, una semana más tarde en Estados Unidos, y que ya cuenta con distribución en España. “Para muchos de mis entrevistados supuso una forma de terapia”, cuenta Kapadia, que tiene el apoyo de Universal, la discográfica de Winehouse.
A finales de 2014, el director enseñó un primer montaje a la familia Winehouse, incluido su padre, Mitch, y dieron el visto bueno. Pero hace dos semanas, su progenitor decidió que su hija estaría “furiosa” con el resultado, que se sentía “enfermo” con la película definitiva, y que los familiares no tendrán más relación con el proyecto. No ha habido amenazas de demandas judiciales. Al pataleo se sumó el último novio de la cantante, Reg Traviss, que descubrió que su presencia había quedado muy reducida en pantalla.
En realidad, todas esas quejas sirven directamente para alabar el trabajo de Kapadia, que ha buceado en la adolescencia de la artista para encontrar sus primeras ansias de creación musical. “La historia es, en el fondo, ella y su periodo creativo, que solo sucedió en sus primeros años. Por desgracia, en su último lustro no compuso nada”, describe el director. “Mi objetivo era crear un documental que fuera honesto y sincero con Amy”.
La artista estalló en la industria musical con su segundo álbum, Back to Black (2006), que llegó a ganar cinco grammys. Sus últimos meses mostraron a una mujer que se arrastraba borracha por los escenarios, pálido reflejo de una poetisa “extremadamente talentosa” —se asegura en Amy— y una vocalista como ha habido pocas. También se enseña que nunca tuvo reparos en mostrar su disconformidad (su primera discográfica, Island Records, añadió violines a su álbum de debut, Frank (2003), y ella protestó en diversas entrevistas. Nacida en un barrio del norte de Londres, fan en su adolescencia de Dinah Washington, Tony Bennett o Sarah Vaughan, Amy Winehouse se mudó al barrio de Camden en cuanto pudo: allí encontró el universo musical que completaría su trabajo, el rock y las influencias de las bandas de chicas de los cincuenta y sesenta, y también cualquier sustancia para cubrir sus adicciones, un enganche que se inició probablemente a mediados de 2006, tras fallecer su abuela paterna, su figura de referencia. Su cuerpo fue encontrado en su casa el 23 de julio de 2011 y la autopsia estableció que había muerto envenenada por el alcohol. No quedan rastros del que hubiera debido ser su tercer álbum.
Fuente: EL Mundo