Informes de los gobiernos de México y Estados Unidos han advertido que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) es una de las organizaciones criminales más peligrosas por su gran capacidad económica, armamento, logística y rápida expansión territorial.
Sin embargo, poco se habla de la forma en que matan y desaparecen personas, a través de métodos extremadamente crueles. Desde decapitaciones, hasta la trituración de cadáveres de enemigos o víctimas de secuestro, son algunos de los procedimientos documentados en actuaciones de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), de la Procuraduría General de la República (PGR), y en expedientes judiciales relacionados con hechos confesados por algunos sicarios detenidos.
Los últimos ataques de las células de este cártel a elementos de la Gendarmería Nacional, de la Fuerza Única Rural y del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana en el Estado de Jalisco, no dejan lugar a dudas de su potencial a través de estrategias militarizadas y uso de armas de guerra y explosivos capaces de derribar aeronaves, como lo hicieron el viernes 1 de mayo de 2015, entre los municipios de Casimiro Castillo y Villa Purificación, en la región Costa Sur jalisciense.
Más allá de las acciones del grupo criminal en contra de las autoridades, obran en actuaciones ministeriales y judiciales hechos delictivos que denotan la brutalidad y sangre fría con la que actúan sus integrantes por órdenes de sus líderes Nemesio Oceguera Cervantes “El Mencho” y los hermanos de apellidos González Valencia, conocidos como “Los Cuinis”.
La detención de cuatro matones del CJNG a finales de octubre de 2012, en el municipio de Zapopan, dejó al descubierto el modus operandi de diversas células del cártel, que en ese entonces se limitaba al trasiego de enervantes y control de laboratorios clandestinos de drogas sintéticas en Jalisco, Colima, Michoacán y Veracruz; y que hoy también tiene presencia en Guanajuato, Aguascalientes, Estado de México, Distrito Federal y Guerrero.
Estos criminales detenidos fortuitamente cuando participaban en el intento de secuestro de un restaurantero habían intervenido en los bloqueos y hechos violentos del 25 de agosto de 2012, cuando autoridades federales pretendían –fallidamente– detener a “El Mencho” en la Sierra de Amula, en el Estado de Jalisco. Identificados con los motes de “El Willy”, “El Chapo”, “El R” y “El Peña”, los sicarios confesaron haberse incorporado al clan delictivo para “ejecutar levantones, alinear gente, cobrar rescate o cambiar cheques de secuestros, venta de drogas, cobro de derecho de piso y realizar narcobloqueos”.
MÁQUINA DE MOLER CARNE
“El Willy”, presunto líder de célula, declaró que su labor consistía en “checar las narcotienditas, ir por ‘chapulines’, es decir, gente que no trabajaba para la organización y convencerlos para que lo hicieran y vendieran droga dentro del municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco”.
Otros de los miembros de la organización delictiva detallaron su división de funciones y grados de participación en diferentes crímenes, como el de un hombre de la tercera edad, al que asesinaron y trituraron en una casa de seguridad a las afueras de Guadalajara, el 21 de mayo de 2012.
Según el testimonio de uno de los esbirros, el anciano fue privado de su libertad con la finalidad de aplicar justicia en un caso de abuso sexual infantil y obtener recursos económicos. Sobre el secuestro, otro de los sicarios recuerda que sus jefes “ordenaron que le dieran de cinturonazos, lo que así hicieron, pues al parecer, era violador de niños”.
Se asentó en la indagatoria que en un plagio actuaban varias células del CJNG; unos de los delincuentes ejecutaban el levantón y entregaban a las víctimas a otro grupo que se encargaba de su custodia, cambiándolo constantemente de casas de seguridad -llamadas “oficina”– hasta que decidían liberarlas o privarlas de la vida.
Aquel hombre fue rolado por los sicarios que lo tuvieron en su poder durante tres días y, después de cobrar el rescate fue asesinado en una de las “oficinas”, donde un declarante, afirmó, “tenían una máquina para hacer pedacitos y moler a las personas que mataban, enterándose, que a aquel, lo habían molido en la máquina” sin que se conociera dónde quedaron los restos.
En las reuniones que sostenían entre las diversas células siempre se hablaba de la máquina trituradora de carne.
Uno de los empleados de la víctima denunció los hechos al no tener comunicación de su patrón y observar movimientos de cinco cuentas bancarias, de las que fueron retirados -en diferentes movimientos– aproximadamente 845 mil pesos a través de cheques.
SERRUCHOS Y CUTTERS
El 25 de junio de 2012 se registró un cuádruple homicidio después de que las víctimas fueron privadas de la libertad en una residencia ubicada sobre la prolongación de la Avenida Mariano Otero, entrada al bosque de La Primavera, en el municipio de Zapopan, Jalisco. Uno de los fallecidos era buscado por el cártel para “ajustar cuentas” y las demás personas tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar y momento equivocados.
Un hombre y su hijo mostraban el inmueble a dos personas interesadas en comprar una casa cuando, a las 10:30 pm, un comando integrado por unos 15 sujetos armados y encapuchados, portando chalecos antibalas, irrumpieron en el domicilio y sometieron a los presentes, entre ellos algunas mujeres.
Los delincuentes se llevaron a los cuatro varones, no sin antes apoderarse de televisores, celulares, dinero y alhajas. Los llevaron a una “oficina” en el fraccionamiento El Palomar, en Tlajomulco de Zúñiga, donde recibieron la orden de asesinarlos y desaparecer sus restos. Al parecer, la víctima principal “se pasó de lanza” al haber “puesto” a alguien del cártel, dijo un detenido.
Uno de los criminales confesó que ahorcaron a los secuestrados con una cuerda delgada, luego, “los cortaron con serruchos y cutters, en pedazos chicos, y después los echaron en bolsas negras, para tirarlos, y fueron aproximadamente cincuenta bolsas”. Al momento de entregar los restos a un sicario que llegó en una camioneta, éste ya llevaba otras bolsas con el cuerpo desmembrado de un quinto sujeto.
Trascendió por una confesión, que los cuerpos descuartizados fueron llevados en el vehículo por el rumbo de la vía Guadalajara-Colima. “Se fueron a tirar las bolsas, en el camino, que daba a la autopista hacía Ciudad Guzmán, Jalisco, y después, el exponente se enteró que hicieron unos pozos, cerca de ahí, donde enterraron las cabezas de aquellas personas”, agregó uno de los ejecutores.
Dos meses después, el 25 de agosto de 2012, cinco de sus compañeros del clan criminal fueron abatidos por fuerzas federales en Tonaya, Jalisco, cuando Nemesio Oceguera “El Mencho” escapó del operativo, y en respuesta, se registraron narcobloqueos en diversos municipios de Jalisco, Colima y Michoacán, en los que participaron los detenidos antes señalados.
DENUNCIA DESDE EU
La impunidad del Cártel Jalisco Nueva Generación no tiene límites, además de que narcotraficantes y secuestradores cambian, sin problemas, cheques producto de sus actividades criminales en instituciones bancarias y se han dado el lujo de robar las tierras de familias completas, obligándolos a firmar documentos de cesión de derechos, y en el mismo ataque, hurtarles dinero y demás objetos de valor.
Uno de estos hechos ocurrió el 2 de septiembre de 2012 en la zona conocida como El Bajío, en un rancho ubicado a un costado del Estadio Omnilife, en el municipio de Zapopan. Un hombre de unos 60 años, cuatro de sus hijos varones, tres mujeres y ocho niños fueron privados de su libertad y desalojados de su enorme predio en sus propios vehículos.
Aunque la Policía local fue enterada del múltiple plagio, el asunto pudo ser del conocimiento público unas semanas después, cuando la víctima -exiliada con su familia en los Estados Unidos– denunció los hechos por escrito ante el Consulado General de México, en Houston, Texas.
El hombre narró que aproximadamente a las 11:40 am de la fecha mencionada, se hallaba en su domicilio cuando un grupo de 30 a 40 personas, vestidas con ropa negra tipo policial, algunos con un gallo bordado en la camisa, irrumpieron en el predio con armas de fuego, gritando que eran de la Policía Federal.
Con marros y barras metálicas, aquellos forajidos rompieron puertas y canceles golpeando a hombres y mujeres, encañonándolos con las armas. A la vez que causaban destrozos en el inmueble, robaban objetos como joyas y dinero. Luego sacaron a todos de la residencia campestre y se los llevaron.
El denunciante, del que se reserva la identidad por obvias razones, señaló que los plagiarios los llevaron a un sitio, donde fueron sometidos a golpes, gritos y humillaciones. Los criminales le obligaron a firmar documentos “como son hojas en blanco, protocolos, poderes y pagarés”, respecto del terreno propiedad del ofendido, de aproximadamente ochenta hectáreas.
Otras de las víctimas declararon ante el Ministerio Público de la Federación que estuvieron privados ilegalmente de su libertad, vendados y esposados. Les obligaban a arrastrarse por el suelo y suplicar para comer o que los llevaran al baño.
Los sujetos les hicieron saber a los secuestrados que los soltarían, menos al patriarca de la familia, advirtiéndoles que de denunciar el hecho, los matarían. Antes de liberarlos, la madrugada del 6 de septiembre de 2012, les tomaron fotografías y los soltaron por el rumbo de una tienda Walmart.
Finalmente, la última de las víctimas fue liberada el 11 de septiembre siguiente, previa firma de la cesión de derechos de propiedad del terreno, el cual se acreditó, pericialmente, tiene un valor aproximado de 763 millones 644 mil pesos. Según uno de los sicarios detenidos, sus jefes aseguraban que aquella familia se había apoderado ilegalmente del enorme predio.
Hoy, algunos de los delincuentes que participaron en los diversos hechos, se encuentran formalmente presos en el penal de máxima seguridad “Occidente”, en Puente Grande, Jalisco, bajo cargos de delincuencia organizada y secuestro agravado con homicidio, entre otros. Recientemente, el Quinto Tribunal Unitario del Tercer Circuito les negó el amparo y protección de la justicia federal.
El grado de violencia empleado por el CJNG fue en aumento de 2012 a la fecha, de ejecutar rivales o traidores de la misma organización, perpetrar secuestros, extorsiones y diversificar su actividad al robo de hidrocarburos, sus líderes ordenaron asesinar a jefes policiales, alcaldes y otros servidores públicos.
Además de las balaceras contra fuerzas de seguridad de todos los niveles de gobierno, a los seguidores de “El Mencho” se les vincula con la desaparición de cientos de personas en las entidades de influencia del Cártel Jalisco y el hallazgo de fosas clandestinas con cuerpos de más de cien personas en Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga, Tonalá y La Barca, entre otros puntos geográficos.
Con información de: Sin Embargo