Terminada la jornada electoral del domingo, y casi definidos los ganadores de la misma en el estado y el municipio de San Luis Potosí, me parece oportuno hacer una lectura de los mandatos que dio o dejó de dar la ciudadanía a quienes nos gobernarán por los próximos años.
A falta de que sea definitivo, parece muy probable el triunfo de Juan Manuel Carreras en la elección de gobernador. Como suele suceder en varias partes de México, y concretamente en San Luis Potosí, la elección fue cerrada y el ganador obtendrá el puesto con menos de 40% de los votos.
Esto en principio trae un problema, pues si bien la elección da legitimidad de entrada al vencedor, la escasa votación que obtuvo hace menos claro un posible mandato de la ciudadanía. Es más, el voto a Carreras difícilmente puede ser interpretado como una aprobación del estado actual de las cosas o una apuesta ciudadana por la continuidad, pues más de 60% de los que emitieron su voto lo hicieron en su contra y las administraciones municipal –de la capital– y estatal salientes se van en medio de muchas polémicas y escándalos.
Por lo tanto, del triunfo de Juan Manuel Carreras lo que me preocupa es precisamente que no hay un mandato claro, y sin un mandato claro no hay criterios contundentes para pedirle cuentas una vez que gobierne. No se trata de un cheque en blanco, pero casi. Es un triunfo propio de las democracias delegativas que describiera Guillermo O’Donnell. Un triunfo que se da más por la debilidad de los rivales que por los méritos del partido o candidato ganadores, a quienes a cambio temo que no se les exigirá gran cosa.
Caso distinto es el de la capital del estado, donde el voto de castigo se presentó con mucha claridad. El PRI, que ha dado de forma consecutiva dos administraciones municipales muy señaladas por malos manejos, fue enviado hasta el tercer lugar por los electores.
A pesar de que Manuel Lozano trató de armar su campaña a partir de proyectos aparentemente bien pensados, la estela del labastidismo y las expectativas no cumplidas por Mario García le pasaron una factura impagable. El voto predominante, entonces, fue antipriísta, y se dividió entre las dos opciones viables: Xavier Azuara del PAN, y Ricardo Gallardo Juárez de la coalición de izquierda.
Dados los antecedentes del propio Gallardo y su hijo como gobernantes en Soledad de Graciano Sánchez, y el amplio margen de ventaja que obtuvo en la elección, aquí por el contrario parece haber un mandato más notorio. El votante de la capital quiere algo totalmente distinto a los dos gobiernos priístas que se han tenido, probablemente un gobierno que cierre espacios a la corrupción y la dilapidación de recursos. También, un gobierno que ‘haga cosas’, como se percibe de los gobiernos gallardistas en Soledad.
Y, dado que la reelección ya está permitida en la legislación electoral para los alcaldes, el cumplimiento o no de ese mandato puede derivar en una continuación del proyecto, dando alguna herramienta al ciudadano para que el gobernante ‘le rinda cuentas’. En ello encuentro una buena noticia.
Sin embargo, esta elección también deja dos mensajes muy negativos a la clase política. Pienso en primer lugar en el Partido Verde, que sistemáticamente violó la legislación electoral y será premiado por ello. Logrará una votación y una bancada históricas a nivel federal, y lo hará con base en una estrategia deleznable, que debería ser sancionada con mucho mayor rigor por las autoridades. Es claro que las multas no son sanción suficiente, pues es mucho más lo que ganará este partido haciendo trampa de forma continua que lo que perderá con ellas.
Asimismo, el contundente triunfo gallardista en la capital me hace pensar inevitablemente que, de no haber sido aprehendido a inicios de este año, Ricardo Gallardo Cardona hubiera sido un contendiente muy potente para la gubernatura. Sin pronunciarme sobre el fondo del asunto, sí creo sin embargo que el sospechoso timing de la maniobra la convierte en otro caso más de uso político de la justicia. Uso político que estaría dando el resultado deseado a quienes lo hicieron. Mal, muy mal mensaje.
Twitter: @leonhardtalv