Los planes para construir una enorme estatua del santo patrono de Rusia en Moscú están causando inquietud en algunos sectores. Pero no es fácil protestar contra San Vladimir.
El sol está empezando a ponerse sobre la Universidad Estatal de Moscú, cuando me encuentro con el comunista mejor vestido que nunca he visto.
Es una mujer con un traje a rayas de color gris pálido, con el equilibrio natural de una bailarina de ballet, con el pelo largo y castaño, canoso en las sienes, atado en un perfecto moño.
Su nombre es Yelena Shuvalova y es miembro del parlamento de la ciudad de Moscú.
Está rodeada por un pequeño pero ferviente grupo de estudiantes y profesores.
Quieren saber cómo protestar contra San Vladimir o, más bien, contra una enorme estatua de San Vladimir, que dominará el horizonte de la ciudad, no muy lejos de este templo de la ciencia y el aprendizaje.
San Vladimir
El santo patrono de Rusia debe terminar de instalarse a finales de este año, a menos que lo lleguen a impedir.
Vladimir el Grande o el Gran Príncipe era un señor de la guerra que fue el primer gobernante de Rusia en convertirse al cristianismo a finales del siglo X, antes de comenzar a convencer a su pueblo de que hiciera lo mismo.
Ese fue el inicio de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
San Vladimir también pasó a ser el hombre que sitió con éxito a su propio hermano en Kiev, ahora la capital de Ucrania, donde también es patrono.
En contra
Esta reunión fuera de la universidad no es una protesta en sí, enfatizan los estudiantes, porque para ello necesitarían un permiso oficial.
Se trata simplemente de una reunión para debatir sobre la posibilidad de una protesta.
Entonces, ¿qué es exactamente lo que Shuvalova tiene contra el santo patrono de Rusia?
Ella me mira con sus sagaces ojos azules y una media sonrisa.
Para empezar, tendrá más de 25 metros de altura y estará en una colina que domina todo Moscú, por lo que interrumpirá una buena vista de la ciudad y la vista de la universidad estatal en sí.
El edificio de la universidad es impresionante. Es uno de los siete rascacielos de estilo gótico que Joseph Stalin ordenó construir en la década de 1950 utilizando mano de obra esclava.
Su objetivo era mostrar al mundo el poder del hombre soviético, capaz de crear un edificio tan alto como para perforar el mismo cielo.
Los comunistas ya habían desterrado a Dios para entonces.
“¿No hay objeciones por motivos de religión o política?”. Me pregunto, pensando en volver a la década de 1930, cuando Stalin ordenó la demolición de la más imponente catedral ortodoxa.
Esa catedral ha sido reconstruida en el mismo sitio, sus bruñidas bóvedas son un símbolo de una Iglesia Ortodoxa Rusa, que vuelve a disfrutar de una relación estrecha con el Estado. Algunos dicen que demasiado cercana.
“¡Oh, no, no hay objeciones religiosas”, dice Shuvalova. Sus motivos son puramente arquitectónicos.
La estatua está bien, el sitio para ponerla es el lugar equivocado. Y la asistente más joven de Shuvalova añade que los geólogos dicen que San Vladimir haría muy inestable la zona de la cresta de la colina.
“De hecho”, me dice, “si San Vladimir se cayera, podría llevarse toda la universidad con él y herir a mucha gente”.
No entiendo muy bien. Así que me alejo de la universidad hasta que la enorme estrella soviética que está en la parte superior es sólo una pequeña silueta que contrasta en el cielo dorado del atardecer.
Más que religión
Me dirijo a mi amiga Svetlana mientras miramos hacia el lugar donde estará la estatua y luego, a través del horizonte de la ciudad, hacia las cúpulas de las iglesias doradas y plateadas que se disputan la atención con los nuevos rascacielos; los templos de la opulencia construidos por los ricos rusos en la actualidad.
“Los estudiantes y Shuvalova dicen que no tienen objeciones políticas o religiosas a la estatua. ¿Crees que eso es verdad?”, le pregunto.
Svetlana me mira como si fuera un niño. “Hay algunas cosas que simplemente no se pueden decir”, me dice con una sonrisa.
Y actualmente, es verdad, los rusos dudan de criticar a la Iglesia en voz demasiado alta.
Y no es para menos, con nuevas leyes contra la blasfemia que imponen un duro castigo para los que “ofendan el sentimiento religioso”.
Incluso el opositor Partido Comunista está rehabilitando a Dios y la Iglesia Ortodoxa en su intento de buscar votantes.
El cristianismo está verdaderamente volviendo a ser parte de la nueva identidad nacional de Rusia.
Crimea y Ucrania
El santo patrono de Rusia se ha convertido en una figura bastante útil para replantear un reclamo político más amplio: los objetivos actuales del Kremlin en Crimea y Ucrania.
Hace unos meses, el presidente Vladimir Putin habló de Crimea casi como tierra sagrada de Rusia y retrató la península -que pertenecía a Ucrania y fue anexionada el año pasado por Moscú- como la fuente espiritual del nuevo Estado ruso.
Allí fue bautizado San Vladimir antes de convertir a su gente. Kiev, en cambio, todavía prefiere pensar en la figura de San Vladimir y en Crimea, como propias.
Pienso en otra conversación que tuve acerca de la estatua con mi amigo Alexei el día anterior. Él estaba firmemente en contra de ella.
“Yo soy ateo”, me dijo. “Creo en la ciencia. No en superstición o santos. En el pasado, bajo los comunistas, no se nos permitió creer en Dios. La religión estaba prohibida. En estos días, es obligatoria”.
Tal vez las autoridades presten atención a las voces silenciosas de protesta y a las súplicas de una estatua de San Vladimir más pequeña, ubicada en lugar más estable.
Pero si la Iglesia Ortodoxa y un presidente popular -que también se llamaVladimir Vladimirovich- tienen la idea de hacerlo, es poco probable que algo vaya a impedir la instalación de la estatua, ni la celebración las conmemoraciones de los 1.000 años de la muerte de San Vladimir.
Fuente: BBC.