Patricia tiene 73 años y a pesar de que quedó viuda hace 27 aún firma como “Patricia de” seguido del apellido de su marido.
Una costumbre arraigada en varios países de Latinoamérica, donde las mujeres, si bien no pierden legalmente su apellido, adoptan culturalmente el apellido de su pareja al casarse.
Pero esta costumbre está cambiando. La hija mayor de Patricia, de 52 años, jamás utilizó el de su marido. Y la menor, de 31 años, tiene claro que, si algún día se casa, conservará el propio y sus hijos tendrán un apellido compuesto, dado que ahora reside en Reino Unido, donde sólo se utiliza un apellido.
Y es que al casarse, muchas mujeres de países como EE.UU. y Reino Unido se enfrentan a una disyuntiva: ¿adoptar el apellido del marido o mantener el propio?
El dilema hoy incluso va un paso más allá: que sea el hombre el que renuncia a su apellido para adoptar el de su mujer.
¿Socialmente incorrecto?
Cuando el marido de la actriz estadounidense Zoe Saldaña decidió quedarse con el apellido de su mujer, le llovieron las críticas.
“¿Por qué es tan sorprendente y chocante que un hombre tome el apellido de su esposa?”, preguntó Zoe Saldaña en su página de Facebook.
“Los hombres no van a dejar de existir por tomar el apellido de su pareja. Al contrario, serán recordados como los pioneros del cambio “, continuó.
Cada vez más mujeres deciden no renunciar a sus apellidos al casarse, pero la tradición patriarcal de mantener el del hombre de la familia en países donde los hijos tendrán sólo un apellido prevalece.
Sin embargo, los tiempos -y los apellidos- están cambiando lentamente.
Ben Martin es otro caso especial. Antes de casarse era Coghill, pero optó por el de su mujer.
El promotor musical, de 32 años, asegura que no fue un gran tema.
“Me gustó mucho cómo sonaba el nombre de mi esposa: Rowan Martin. No quise echarlo a perder haciendo que lo cambiara”, asegura el hombre, desde Glasgow, en conversación con el periodista de la BBC Rajini Vaidyanathan.
Al principio, la hermana de Ben tenía algunas preocupaciones por la línea de descendencia de la familia, pero pronto se convenció. “Le expliqué que el contenido del apellido no importa demasiado, no hace una diferencia “, comenta.
“Esto demuestra que no creo en la idea del patriarcado y que estoy lo suficientemente feliz con ser de la manera que soy, tanto como para que un apellido no signifique nada en absoluto“.
El problema de la descendencia
“Lo que realmente aporta a la igualdad es que el apellido de la descendencia sea una decisión mancomunada hombre-mujer”, le dice a BBC Mundo Laura Albornoz, abogada experta en filiación y exministra del Servicio Nacional de la Mujer en Chile.
Más allá de quién adopta el de quién, el impacto de qué apellido predomina va en directa relación con los hijos.
“Más que el detalle de que uno utilice el apellido del otro, lo que sería importante y marcaría un avance es que el grupo familiar priorice el apellido que quiera utilizar en su descendencia”, señala Albornoz. “Eso es mucho más relevante que sólo la moda de utilizar el apellido de la mujer”.
Es difícil saber cuántos otros hombres están siguiendo a Ben Martin o a Marco Saldaña porque toda la información que hay sobre el tema se centra en la decisión de las mujeres.
Una encuesta realizada en 2013 a 13.000 novias por el sitio web de bodas Top Knot arrojó que la gran mayoría (80%) de las mujeres sigue optando por el apellido de su cónyuge.
Del resto, la mitad mantiene su apellido mientras la otra mitad lo combina.
Conservar el apellido de soltera
Sin embargo, los números están cayendo y son cada vez más las que conservan su apellido de soltera.
Claudia Goldin, una economista de Harvard y coautora de un estudio de 2004 sobre el tema, dice que su investigación mostró un aumento en las mujeres con educación universitaria que mantienen sus apellidos desde mediados de la década de 1970. Esto corresponde a que, con la popularización del feminismo, las mujeres comenzaron a tener un nombre y una reputación profesional ligada a él.
Pero en la década de 1990 la tendencia se estancó. Y por razones que no están claras, según dice el informe de Goldin.
“Sólo podemos especular acerca de los factores sociales que influyeron (…) Tal vez perdió relevancia el símbolo de apoyo público a la igualdad de género que significaba mantener tu apellido a finales de los 1970 y 1980”.
Para las mujeres que conservan sus apellidos la decisión tiende a ser práctica.
Kathryn Welds, una psicóloga basada en Silicon Valley, dice que a medida que más mujeres trabajan, su deseo de mantener un “sello personal” ha crecido.
Pero, ¿dónde entran los hombres que están cambiando el suyo?
Welds dice que sólo sabe de dos que han tomado el nombre de su cónyuge. “En ambos casos, estos hombres tenían relaciones distantes con sus padres y no tenían sentimientos positivos hacia ellos”, asegura.
Y como la mayoría de las cosas en el matrimonio, también existe la opción de un punto medio. Welds ha observado cada vez más parejas que fusionan sus apellidos para crear un híbrido.
Cuando el productor de la BBC Andy Brown se casó con Helen Stone, se convirtieron en los Brownstones.
“Helen tiene una hermana. Ésta ya estaba casada y había adoptado el apellido de su marido”, dice. “No quería que Stone desapareciera y Brownstone parecía funcionar”, cuenta Brown.
Fuente: BBC