Tania Puente, exempleada del Museo de Arte Moderno (MAM) en la Ciudad de México, denunció que fue víctima de acoso sexual por parte de un trabajador de ese museo.
A través de una carta abierta, publicada en la revista digital Trama, Puente explica cómo fue acosada sexualmente por Blas Contreras, personal de movimiento de obra en el MAM.
“El 18 de febrero de 2015 entré a la bodega con este trabajador para sacar unos cuadros. Cuando se acercó a mí, me jaló hacia él, me abrazó y aprovechó para tocar mi seno derecho de manera lasciva. Hay sentimientos que nunca se olvidan, y ese forma parte de esa memoria que me encantaría borrar”, narra la joven de 27 años.
Puente decidió denunciar públicamente a propósito de la inauguración de la exposición “Expuestas: registros públicos”, de Lorena Wolffer, una muestra que “busca encontrar formas alternativas de visibilizar y denunciar las vivencias de las mujeres violentadas, así como sanarlas y repararlas”, según explica elcomunicado 1191/2015 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Tania Puente, en ese entonces asistente del área de colecciones, contactó a Wolffer para que documentara su testimonio de acoso en el museo, pero la artista la evadió. “Le platiqué de mi caso, pero me dijo que en ese momento se iba de viaje”, afirma.
“Al día siguiente presenté mi denuncia frente a mi jefa directa y después a la directora del Museo de Arte Moderno, a quien le pedí dos cosas: que me cambiara de área, porque yo no quería seguir trabajando con mi agresor, y que se levantara un acta administrativa de lo ocurrido”, escribe en su misiva.
Silvia Navarrete Bouzard, directora del MAM, y María del Carmen Canales, jefa del área de colecciones, minimizaron las acusaciones de Tania Puente. Las funcionarias revisaron las grabaciones dentro de la bodega y sólo emitieron un regaño tibio: “Se insta al personal masculino sindicalizado del área a tratar con más respeto a sus compañeras mujeres jóvenes”.
Navarrete le prometió a Puente que harían un acta formal, pero de momento sólo le dijo: “Exhibirte (con los trabajadores) es protegerte”. Días después, Puente seguía trabajando con las mismas personas y en la misma área.
“¿En qué mundo exhibirme es protegerme? ¿Dejarme vulnerable ante la mirada de todo el museo sin perseguir institucional, administrativa o legalmente el hecho? Volví a pedirle que se levantara el acta. Se mostró molesta al respecto, pero prometió hacerlo”, redacta.
Una semana después de acusar al agresor, Puente fue despedida injustificadamente.
“Esa semana sería mi última laborando en el museo, pero yo no lo sabía. Mi jefa directa empezó a bloquear mi trabajo y dejó de delegarme tareas. Nadie me llamó a la administración, tal como habían prometido, para que levantáramos el acta. El viernes me despidieron, aludiendo el recorte presupuestal, a pesar de que a todos mis compañeros que tuvieron que despedir por dicha razón habían sido notificados días antes”, asegura.
En su carta, Puente explica su sentimiento: “Todo mi cuerpo me dolía y lo único que quería era refugiarme en una esquina y llorar. (…)¿Por qué fue así de irrelevante lo que me sucedió? ¿Bajo qué norma o criterio el valor de mi persona no tuvo el peso suficiente para que se hiciera algo al respecto? ¿En qué momento pasó a normalizarse la violencia y, aún peor, por qué recibí yo el castigo y el desprecio?”.
“Es una incongruencia que se exhiba una muestra de género en un espacio en el cual no se defiende a sus trabajadoras”, concluye Puente quien ya denunció formalmente a Blas Contreras.
Con información de: Proceso