Esta semana cumplo veinte años compartiendo la vida con la dueña de mis quincenas (y de mi corazón).
En todo este tiempo hemos acumulado una maravillosa colección de recuerdos que tienen como escenario nuestro San Luis Potosí, la cálida Celaya y el menos cálido Metepec (pero esto es solamente por el clima, no por su gente). Estas tres provincias de México han sido nuestro hogar y en ellas hemos crecido como personas, como pareja, como padres y como familia.
En estos veinte años he reforzado mi convicción de que Dios existe y nos ama sin medida. A mí me ha dado tres evidencias contundentes e irrefutables.
La primera es mi familia: me ha regalado lazos de sangre con gente buena, un poco dicharachera y pronta para la fiesta, pero buena al fin; además de otros lazos con familia elegida por el corazón, también gente buena, desordenada y estruendosa, pero buena también.
La segunda evidencia es las personas con las que me ha rodeado: compañeros de escuela, colegas de trabajo, vecinos, padres de familia de compañeros de mis hijos y un largo etcétera.
No concibo cómo es que tantas personas valiosas hayan sido puestas en mi camino siempre y en todo lugar, y más aún, que muchas de ellas me hayan honrado con su amistad.
Esto está más allá de la suerte y de las coincidencias: es una mano divina. Espero corresponderles como se merecen. La tercera evidencia, y la más importante por el festejo de esta semana, es ella, mi compañera de vida y madre de mis hijos.
No cabe duda: o hice algo muy bueno en una vida anterior o algo muy bueno tengo que hacer en esta para saldar la cuenta con el Creador. No hay más. Vamos por los siguientes veinte, y de ahí hasta que Él diga. Salud.
De verso en verso y Nota Musical: No cambiaría nada
Hoy les comparto unos versos que ya no son míos, son de ella; y que luego se hicieron canción, que ya tampoco es mía, porque también se la regalé. Esta canción no la van a encontrar en ningún lado porque no ha sido grabada todavía. Pero si nos encontramos y nos saludamos (del verbo ¡Salud!), igual y la cantamos.
Si yo pudiera regresar el tiempo
volvería a besarte en aquel momento,
tomaría tu mano otra vez inquieto,
tal como aquel día, todo fue perfecto.
Si yo pudiera regresar el tiempo
te diría en silencio cuanto es que te quiero,
igual que aquel día que elegimos juntos
sellar nuestras vidas con un sí y un beso.
Si yo pudiera regresar el tiempo
no movería ninguno de nuestros momentos,
si bien es que ha habido valles y desiertos
a ellos debemos que fuimos creciendo.
Y es que si hoy estamos en este momento
es que en el camino fuimos aprendiendo.
No cambiaría nada a este viaje intenso
pues yendo contigo, me siento completo.
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