Tras largos años en el oficio no recuerda los personajes famosos que se han sentado en su silla pues ha dado “bola” a los zapatos más finos y a los más sucios sin discriminar.
Empezó lustrando zapatos por 30 centavos, cuando tenía 12 años, hoy cobra 12 pesos. Don Carlos, Carlitos, tiene su cajón en los Arcos de Palacio Municipal, en donde trabaja toda la mañana. Lustra zapatos, los ha dejado impecables desde hace 60 años y no piensa renunciar a ese trabajo, dice que dará “bola” por siempre, hasta que el cuerpo aguante.
Los boleros iniciaron en México a principios del siglo XX, a consecuencia de una costumbre inglesa principalmente, que se extendió a Francia y que influyó durante el Porfiriato a centenares de hombres que buscaban un empleo. Con las manos colmadas de betún para lustrar, comenzó una tradición vigente hasta nuestros días.
En sus inicios, Carlitos, con doce años de edad, observaba atento la parsimonia del bolero en la Plaza del Mariachi, y un día le dijeron “deberías comprarte tu cajón para que le empieces a dar”, no le pareció mala idea y comenzó lustrando calzado diverso, a 30 centavos la boleada.
En ese entonces había un gremio de boleros, y Carlitos no tardó en ingresar. Años más tarde, la unión que los identificada como maestros del lustrado desapareció, dejando a la deriva el oficio, para ese entonces Don Carlos ya estaba asentado en los Arcos del Palacio Municipal.
La silla de Carlitos ha visto desfilar desde los más finos zapatos hasta los más sucios y percudidos por el tiempo, ambos extremos buscando la elegancia que sólo puede conseguir una boleada de 12 pesos.
La verdad es que Carlitos no recuerda quiénes son los personajes de mayor renombre que han tocado su silla, pero asegura tener clientes desde siempre, de toda la vida, que a estas alturas acuden con regularidad para bruñir la piel de su calzado.
Fuente: Plano Informativo