Se llama Carlos, tiene nueve años de edad y estudia Química en la UNAM

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Sus padres descubrieron sus inquietudes científicas cuando apenas tenía tres años y ya estaba familiarizado con la computadora.

Carlos Santamaría Díaz tiene nueve años de edad y ya estudia en la UNAM. Hace uno días presentó ahí su examen final del segundo módulo de un diplomado en la Facultad de Química, sobre “Espectroscopía infrarroja, de RMN y espectroscopía de masas”, impartido por Elizabeth Reyes López.

Sus padres descubrieron sus inquietudes científicas cuando apenas tenía tres años y ya estaba familiarizado con la computadora.

En la primaria -informó la UNAM en un comunicado- su ímpetu por aprender más le provocaba aburrición y roces con los profesores al sentirse cuestionados.

A los módulos del diplomado asisten alrededor de 15 alumnos y son impartidos en el Edificio D de la entidad universitaria. Carlos es el único de los 15 que llega acompañado de sus padres.

 

A continuación, el comunicado de la Dirección General de Comunicación Social de la Universidad Nacional Autónoma de México:

ALUMNO DE NUEVE AÑOS DE EDAD, POR LAS AULAS DE CU

•    Carlos Santamaría Díaz, considerado con alta capacidad cognitiva, concluyó los módulos “Principios de equilibrio en disolución” y “Espectroscopía infrarroja, de RMN y espectroscopía de masas”, en uno de los diplomados que imparte la FQ
•    Sus padres descubrieron las inquietudes científicas del pequeño cuando apenas tenía tres años
•    Estudiará a la par cuarto grado de primaria en línea en un programa avalado por la Comunidad Económica Europea

Poco más de tres mil días de vida le bastaron para llegar a la Facultad de Química (FQ) de la UNAM como estudiante de un diplomado. Carlos Santamaría Díaz se ubica en la primera fila frente al académico en turno. Concentrado durante cuatro horas, irrumpe el silencio entre sus compañeros, algunos químicos, investigadores o pasantes, aunque él todavía cursa la primaria. Su voz cándida natural, tiene dicción y se empodera al preguntar, pero todo lo membreta con una ineludible sonrisa final.

Carlos, sin diminutivos, cumplió nueve años el pasado 29 de junio; a los dos años la computadora en casa fue una herramienta más, pero a los tres y medio su madre descubrió que leía en voz alta los meses del calendario, como si el tiempo no fuera un impedimento para instruirse.

En la primaria su ímpetu por aprender más le provocaba aburrición y roces con los profesores al sentirse cuestionados. Tras atestiguar que el niño también estudiaba en vacaciones, el padre confirmó que el “problema” de Carlos eran “sus inquietudes científicas”.

Puma precoz

“Me gusta estar aquí (en la UNAM), en todo el medio; siento que puedo estudiar bien. Me gustaría cursar biología, química o medicina, porque hago muchas cosas aparte de la química. A veces veo la tele o estoy con mis juguetes; hago muchas cosas, pero no tengo redes sociales, eso la verdad no me interesa. Investigo cosas así, de química o bioquímica; por ejemplo, en este módulo me ponen tres espectros y me preguntan qué compuesto químico es, y no me dan ningún dato, pero todo lo que está difícil lo resuelvo de cualquier modo”, dijo el niño universitario.

Es el único alumno de las sesiones de diplomado organizadas por la Secretaria de Extensión Académica de la FQ que va acompañado de sus padres. Sus piernas penden de la silla, mientras concluye el examen final del segundo módulo: Espectroscopía infrarroja, de RMN y espectroscopía de masas, impartido por Elizabeth Reyes López, con una duración total de 28 horas.

Antes, debutó en la FQ con el módulo Principios de equilibrio en disolución, con José L. González Chávez, y está en espera de cursar Bioquímica y Biología Molecular para la Industria Farmacéutica y Biotecnológica.

Fabián Santamaría Plascencia, su padre, procede de una familia universitaria; inició sus estudios en la Facultad de Ingeniería de esta casa de estudios, pero los concluyó en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, de La Habana, Cuba. Aun así, se desmarca de la química y se dice “rebasado para estudiar con él”.

En la búsqueda de opciones para corresponder a las inquietudes académicas y de aprendizaje de Carlos, se entrevistó con Alejandra Soriano, de la Secretaría de Extensión Académica de la FQ, y “fue el camino correcto”.

A los módulos del diplomado asisten alrededor de 15 alumnos y son impartidos en el Edificio D de la entidad universitaria.

Al respecto, Eduardo Rodríguez de San Miguel Guerrero, académico de la FQ, indicó que la selección de materias la hicieron de manera conjunta la parte administrativa, los padres de Carlos, el niño y “un servidor, porque se temía que presentáramos algo que le fuera a desalentar, más que animar.

“Pensé en asignaturas que de alguna manera pudieran soportar esa inquietud. El primer módulo que tomó fue una concepción global de la química, de cómo se efectúan las reacciones, a qué cosas dan origen, para que tuviera conocimientos básicos de reactividad”.

El módulo que recién concluyó fue de caracterización; ahí aprendió a descubrir cómo está constituida la materia a partir de técnicas complicadas. Dado que no requerían un conocimiento extremadamente alto, como en matemáticas, o un antecedente demasiado fuerte en alguna parte de la química, Eduardo Rodríguez consideró que era algo que podía asimilar. “No nos atrevimos a que tomara todo el diplomado esta vez, pues son siete módulos, pero ya va por el tercero”, puntualizó.

Químico deportista

Los padres de Carlos se conocieron bajo el agua en la Alberca Olímpica de Ciudad Universitaria, pues fueron parte del equipo de triatlón. Al unir sus vidas creyeron que procrearían un hijo deportista.

“Soy maestra de educación física y pensé que él tendría afinidad por el deporte, aunque sí le gusta la bicicleta y corre bonito, además de que ya asiste a un curso de triatlón en Actividades Deportivas y Recreativas de la UNAM”, refirió, por su parte, Arcelia Díaz Sotelo, mamá del pequeño, quien proviene del municipio guerrerense del mismo nombre (Arcelia), uno de los de mayor índice de rezago social en el país.

“Pero nunca lo vi diferente a otro niños, sólo notaba que eso del uno al 10, de las vocales, los colores, todo eso básico, le llamaban la atención. Tenía año y medio cuando empezó a ir a la escuela, ahora mira videos y lee en inglés y entiende muy bien porque generalmente sus lecturas son especializadas en química”, relató.

Fabián, el orgulloso padre, comentó que Carlos ya no asistirá físicamente a la primaria donde realizó los grados previos. “Lo que va a hacer es aprovechar que estudió en España (en una estancia corta que por motivos de trabajo los hizo viajar a la península Ibérica), debido a que él puede vincularse a un programa de educación en línea que tiene la Comunidad Económica Europea.

“Entonces ya está aceptado e inscrito y empieza el 1 de octubre. Iniciará cuarto año de primaria y presentará ejercicios trimestrales; eso será el 50 por ciento de la calificación. A fin de año irá a la embajada de España y presentará un examen que vale el otro 50 por ciento”.

Cuando Carlos cumpla 10 años su progenitor buscará que el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), que tiene un programa que se llama “10-14”, le haga exámenes para acreditar y adelantar años académicos, aunque confió en que venir a la UNAM les ayudará a encontrar más gente que los apoye.

“Una ocasión, en Toluca, una profesora insinuó que nos acusaría de maltrato infantil, porque presuntamente le enseñábamos cosas antes de la etapa que le correspondía; pero él las aprende, yo no las enseño, y es un gusto saberlo. Mi labor de padre es que todo esto no se vaya por un camino obscuro”, aclaró.

Finalmente, al preguntarle a Carlos si sueña con algo especial, respondió antes de sonreír: “Es que a veces de pronto estoy soñando, pero es como si tuviera los ojos abiertos…”.

 

Fuente: Aristegui

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