“Las bebidas azucaradas provocan más muertes que el crimen organizado en México” decía un titular del Globalpost en julio pasado. Tomó los datos del estudio Global Burden of Diseases sobre el impacto de las bebidas azucaradas en la salud que concluye que en México en 2013 murieron 24,100 personas por el consumo de estas bebidas y lo comparó con el dato oficial de 15,649 muertes por el crimen organizado en 2014. Dando lo datos en galones señala que en México cada persona consume 43 galones de bebidas azucaradas al año contra 31 que beben los estadounidenses, que los mexicanos nos hemos convertido en los mayores consumidores de refrescos en el mundo y de los productos de la empresa Coca Cola. El artículo señala que las bebidas azucaradas se han convertido en el mayor asesino en América Latina.
La evidencia sobre los daños catastróficos a la salud de la población que representa el hecho de tomar una bebida en la que se han disuelto diez cucharadas cafeteras o más de azúcar, como forma para hidratarnos, es ya indiscutible. Sin embargo, cuando los grandes negocios, las grandes corporaciones que dominan la mayor parte de la economía global, han provocado un daño extremo a la salud o al medio ambiente y no queda alternativa más que detener sus prácticas, cambiar las tendencias, reducir el consumo de sus productos: embisten con todo su poder económico para desvirtuar la evidencia científica que comprueba sus daños, para crear dudas sobre esa evidencia, para señalar que no son ellas la causa de esos males.
Ha sido así que la industria petrolera ha negado la relación entre la quema de combustibles fósiles y el cambio climático financiando un grupo de expertos bautizado como los “escépticos” para desvirtuar la evidencia científica que comprueba sus daños, para crear dudas sobre esa evidencia, para señalar que no son ellas la causa de esos males. El mismo patrón siguió la industria del tabaco que por decenios negó la evidencia científica sobre el daño que provoca en la salud el tabaquismo. Esta industria oculto documentos, compró científicos, sus directivos juraron ante el Congreso de los EUA que el producto no era adictivo ni generaba daños a la salud.
La “Guerra de la Coca” ha entrado en una etapa similar, provocando la reacción radical de los expertos en nutrición y salud pública, conformando un escenario muy similar al que provocó la industria del tabaco en su momento. Coca Cola ha lanzado una campaña paradesvirtuar la evidencia científica que comprueba sus daños, para crear dudas sobre esa evidencia, para señalar que no es ella la causa de esos males. En febrero pasado se potencializó esta etapa de manera muy intensa en las redes sociales a través de diversos blogs de un gran número de expertos en nutrición que argumentaban que el consumo de una de estas bebidas era parte de una vida saludable. Los mensajes tenían el común denominador de promover el consumo de una lata pequeña de Coca Cola como opción recomendable. Los mensajes corrieron por más de 1,000 sitios apareciendo como una recomendación de expertos y no una campaña bien pensada y financiada por Coca Cola. El multimillonario financiamiento de Coca Cola y otras empresas de bebidas y comida chatarra a expertos y asociaciones profesionales ha generado una fuerte reacción que ha significado entre otras cosas fuertes críticas a estas asociaciones, la renuncia de miembros y la creación de nuevas asociaciones que tiene como principio renunciar y denunciar estos financiamientos, como la de Dietitians for Professional Integrity, que tiene como su declaración principal haberse creado contra la injerencia de empresas como Coca Cola, PepsiCo, Kellog’s, y otras grandes empresas de alimentos y bebidas
Lo que recientemente desató un mayor enfrentamiento entre los expertos independientes y Coca Cola fue la presentación de una nueva organización, la Global Energy Balance Network (Red Global de Balance Energético), compuesta por un grupo de científicos que cuenta con el financiamiento y apoyo técnico de Coca Cola y que se han dado en llamar “la voz de la ciencia”. EL GBEN se enfoca en señalar que el problema de salud pública que vivimos por la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, no está en lo que se come, está en la falta de ejercicio. Como Coca Cola y la industria de bebidas y comida chatarra lo han venido introduciendo en la percepción popular: todo es una suma y resta entre lo que consumimos y gastamos energéticamente.
La empresa quiere ocultar detrás de una nube de humo lo que es ya una evidencia: 1) las calorías no son iguales, las que provienen de una bebida azucarada tiene un comportamiento metabólico totalmente diferente y son causa de diabetes, grasa abdominal, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipo de cáncer; 2) aunque las calorías fueran iguales, cuántas personas podrían realizar la actividad física necesaria para quemar las calorías que se consumen en una lata de refresco (140 calorías), hay que caminar aproximadamente 5 kilómetros (de acuerdo al consumo promedio de los mexicanos todos tendrían que caminar 6 kms diarios) y 3) las calorías consumidas en bebidas son calorías extras porque no generan en el organismo lo que un alimento, la sensación de haber consumido.
El conflicto de interés de los expertos de esta agrupación, que se llama así misma “la voz de la ciencia”, es evidente. El vicepresidente de GBEN, Steven N. Blair, así como otro de sus miembros, Gregory A. Hand, han recibido 4 millones de dólares de Coca Cola para varios de sus proyectos referidos a actividad física. Los miembros del GBEN declaran que ellos tienen la libertad de opinión frente a la empresa que los financia y ante el cuestionamiento de que su página web está registrada por la propia oficina matriz de Coca Cola en Atlanta, han argumentado que la empresa realizó el registro porque ellos no sabían cómo hacerlo.
El Dr. Blair señala: “Gran parte de la atención en los medios y en la prensa científica está en señalar que ‘estamos comiendo mucho, comiendo demasiado, comiendo demasiado´, culpando a la comida chatarra, culpando a las bebidas azucaradas y demás, y no hay suficiente evidencia que esa es la causa”.
Las declaraciones del Dr. Blair van en contra de toda la evidencia científica y de las propias recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No es de extrañar, estas declaraciones coinciden con las de toda la industria de alimentos y bebidas que han señalado que las recomendaciones de la OMS sobre el máximo de consumo de azúcar no tienen ninguna base científica. Es claro, estas recomendaciones afectan sus ventas.
Es clara la influencia del financiamiento en los resultados de las investigaciones. La revista PLOS Medicine publicó un estudio sobre las investigaciones publicadas en torno a los efectos de las bebidas azucaradas en la salud. Se encontró que las investigaciones financiadas por Coca Cola, Pepsico, la Asociación Americana de Bebidas y la industria azucarera no encontraban la relación entre el consumo de estas bebidas y el aumento de peso que si se encontró en las investigaciones realizadas por autores libres de conflicto de interés.
En la página web de GBEN el grupo declara que existe fuerte evidencia de que la clave para prevenir el sobrepeso no es a través de reducir el consumo de alimentos, como se recomienda, pero si “manteniendo un estilo de vida activo y comiendo más calorías”. Para fundamentar este dicho la página web da la liga a dos estudios realizados con financiamiento de Coca Cola.
El GBEN tiene la finalidad de proteger los intereses de la industria de bebidas para desvirtuar la evidencia científica que comprueba sus daños, para crear dudas sobre esa evidencia, para señalar que no son ellas la causa de esos males.
En México vivimos las mismas estrategias: la industria de bebidas azucaradas y de comida chatarra paga investigaciones en universidades públicas y privadas, con institutos de investigación del sector salud, realiza convenios con CONACYT y con dependencias gubernamentales; paga congresos de sociedades de nutrición y de pediatría, establece premios nacionales en nutrición, controla organizaciones no gubernamentales, emplea expertos.
En esta lógica debe entenderse las diferencias existentes entre la información que da la Asociación Nacional de Empresas Productoras de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) y el Instituto Nacional de Nutrición/Centro de Estudios de Población de la Universidad de Carolina (INSP-CEPUC) sobre el efecto del impuesto a las bebidas azucaradas en el consumo. ANPRAC dice que fue insignificante la reducción en el consumo (2%) y propaga este argumento en varias naciones en las que se propone una medida fiscal similar. Para Coca Cola el avance del impuesto es el principio del fin de su producto icono. El INSP y el CEPUC han adelantado los resultados que publicarán en una revista científica: el consumo se redujo en 2014 en un 6% y en la población más pobre, la más vulnerable en salud, bajo en un 9% en promedio a lo lardo del año. Lo más interesante es que el impuesto en los primeros meses de 2014, recién inició, tuvo bajo impacto y éste aumento a lo largo del año llegando a 9% en la población en general y a 17% en la de menores ingresos, aumentando las compra de bebidas sin impuesto y agua.
En la nota publicada en el New York Times la semana pasada que lleva por título “Coca Cola financia a científicos que le quitan la culpa de la obesidad a las malas dietas”, se toma la siguiente declaración de Michele Simon, un abogado experto en salud pública: “Las ventas de Coca Cola están cayendo y existe una fuerte posición política y pública en contra de los refrescos, con cada gran ciudad tratando de hacer algo para reducir su consumo”. Refiriéndose a la estrategia de Coca Cola con la compra de expertos e investigaciones a modo: “Esta es una respuesta directa a las pérdidas que está enfrentando la empresa. Ellos están desesperados tratando de parar este sangrado”. En EUA el consumo de bebidas azucaradas ha caído en un 25% desde su punto más alto y una encuesta reciente revela que más del 60% de la población declara estar tratando de reducir su consumo.
Coca Cola está tratando, por todos los medios posibles, que el consumo de sus bebidas no siga cayendo más en sus mercados más maduros (EUA y Europa) y que esta siga creciendo en los mercados de las naciones llamadas en desarrollo. En México, en los últimos años se comenzó a presentar una leve caída en el consumo de bebidas azucaradas que, a partir de 2014, con el impuesto, de acuerdo al INSP y el CEPUC, se ha venido a transformar en una caída más pronunciada. Por esto la batalla de Coca Cola contra el impuesto, por esto la guerra contra la evidencia sobre los daños que genera el consumo de las bebidas azucaradas.
Fuente: Sin Embargo.