¿Política Ficción?
Roberto Monroy
El “calcetagate” y las legiones de idiotas
Desde su explosión y proliferación masiva a partir de la segunda mitad de la década pasada, a nivel internacional, las redes sociales se han transformado en una de las herramientas tecnológicas más revolucionarias para la reconfiguración del tejido social y el diseño de la cosmovisión en muchas comunidades contemporáneas gracias a diversos factores que han permitido el crecimiento exponencial de sus usuarios, lo que ha dado paso a nuevas formas de entendimiento, acercamiento e interacción entre los miles de millones que habitan la aldea global.
La progresión vertiginosa de las redes sociales como elemento central en la vida moderna puede entenderse a través de tres características inequívocas que éstas poseen: gratuidad, simpleza y carencia de exclusividad. Las redes sociales hoy en día son accesibles para el 40 por ciento de la población mundial, la cual tiene conectividad a internet, lo que inequívocamente genera ventanas de oportunidad para la construcción de nuevos patrones políticos, colectivos y socioculturales, entre otros.
En el caso particular del activismo de la colectividad, posiblemente el principal efecto de las redes sociales fue el rompimiento de viejos paradigmas en materia de organización y participación ciudadana, toda vez que su multiplicidad impactó en la inmediatez y profundidad de las capacidades de convocatoria, así como en la amplitud de la difusión de ideas, hechos o información, lo que tuvo como consecuencia una mayor generación de efectos responsivos a movimientos sociales que de no haber utilizado estos canales de transmisión hubieran sido contenidos o sometidos.
La denominada Primavera Árabe, acaecida entre finales 2010 y 2013, es un referente clave para la compresión del alcance que puede tener la organización social a través de las redes sociales: la propagación de nuevos valores ciudadanos, el aglutinamiento social en torno a una ideología de renovación o cambio, el derrocamiento o transformación de regímenes autoritarios, así como la construcción de una sociedad del siglo XXI basada en la participación del individuo que tiene como objetivo la conquista del bienestar común.
Sin embargo, entre los matices y claroscuros en el uso de las mismas, éstas también se han convertido en espacio de expresión y opinión de aquellos a quienes Umberto Eco denominó hace pocas semanas como “legiones de idiotas”. Aquellos que sistemáticamente utilizan las plataformas digitales para fines completamente opuestos para los que fueron creadas como la compartición de conocimiento, sabiduría o información; aquellos que utilizan las redes sociales para la desestabilización sociopolítica infundada; o aquellos que promueven la desinformación por malicia o ignorancia.
De acuerdo a la onceava edición del Estudio de Hábitos de los Usuarios de Internet en México, en nuestro país 54 millones de personas tienen acceso a internet, es decir el 51 por ciento de la población, una cifra que periódicamente se incrementa sustancialmente -dicho estudio indicó un crecimiento del 5.3 por ciento con respecto al anterior- gracias a políticas públicas que incentivan proyectos para la conectividad.
Sin embargo, la capacidad organizativa de la sociedad mexicana no se ha visto enriquecida en buena medida y a gran escala gracias a las redes sociales, esto a pesar que el 85 por ciento de los internautas en México las utilizan.
Pero eso sí, en el país de la infaltable corrupción política, en el país de la eterna crisis económica, en el país del compadrazgo y el nepotismo, en el país del “no pasa nada”, en el país de “mientras no me afecte, me vale madres”, en el país del narcotráfico y las desapariciones, en el país de los maestros que no dan clases, en el país de Elba Esther y Romero Deschamps, en el país de la Casa Blanca, en el país de los Moreira, los Reynoso y los Bejarano, sí, en ese país puede faltar todo menos memes de las calcetas de Peña Nieto.
En una nación con tantas deficiencias estructurales en el ámbito político, social y económico es inverosímil que un elemento tan promisorio para elevar la calidad de la democracia en México como las redes sociales se utilice para que a la ciudadanía le importe lo que es menos importante. No se necesitan más de cinco minutos de análisis para constatar que la información noticiosa “viral” en su inmensa mayoría es aquella superflua, escandalizadora o amarillista, mientras que los asuntos de relevancia y trascendencia local, nacional e internacional pasan a segundo término.
La aclaración presidencial del llamado “calcetagate” resulta francamente una infamia, una burla y una aberración por parte del equipo de Peña Nieto ante las ausencia de las mismas en casos como Ayotnizapa, Tlatlaya, Tanhuato o sobre la humilde morada familiar de Sierra Gorda, no obstante, la sociedad pidió a gritos dicha explicación compartiendo compulsivamente la imagen del mexiquense corriendo con la sospecha que portaba las calcetas volteadas.
Quisiera firmemente pensar que los mexicanos no tenemos el gobierno que nos merecemos pero en definitiva, y que no nos sorprenda, tenemos las respuestas y posturas oficiales que nuestras redes sociales y capacidad crítica a pulso se han ganado.
Nos leemos en la próxima.
Twitter: @robertomonroy