El autismo infantil es una psicopatología poco común (se evidencian entre 2 o 5 casos cada 10 000 niños); sin embargo, en muchas ocasiones su diagnóstico es errado, generalmente porque se enclaustra dentro de esta patología a niños que sólo tienen comportamientos autistas o a los pequeños que sufren del Síndrome de Asperger.
A estos problemas se le suma el hecho de que en la sociedad, fundamentalmente a través de los filmes, se ha creado una visión errónea acerca del autismo. Así, muchas personas creen que el autista es aquel niño que tiene dificultades para relacionarse pero que actúa como un genio en algunos aspectos de la vida. No obstante, en la realidad una buena parte de los niños con autismo también poseen un Retraso Mental asociado (exactamente un 75%); de forma que su educación se hace particularmente difícil no sólo por las dificultades en el ámbito de la emocionalidad sino también por las deficiencias cognitivas. A esto se le suma que aproximadamente el 25% de los casos autistas sufren crisis convulsivas, especialmente cuando llegan a la adolescencia.
Así, para realizar el diagnóstico del autismo infantil es importante detectar un total de seis síntomas o más:
1. Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada al menos por dos de las siguientes características:
– Importante alteración del uso de múltiples comportamientos no verbales, como son contacto ocular, expresión facial, posturas corporales y gestos reguladores de la interacción social
– Incapacidad para desarrollar relaciones con compañeros adecuadas al nivel de desarrollo
– Ausencia de la tendencia espontánea para compartir con otras personas disfrutes, intereses y objetivos
– Falta de reciprocidad social o emocional
2. Alteración cualitativa de la comunicación manifestada al menos por dos de las siguientes características:
– Retraso o ausencia total del desarrollo del lenguaje oral (no acompañado de intentos para compensarlo mediante modos alternativos de comunicación, tales como gestos o mímica)
– En sujetos con un habla adecuada, alteración importante de la capacidad para iniciar o mantener una conversación con otros
– Utilización estereotipada y repetitiva del lenguaje o lenguaje idiosincrásico
– Ausencia de juego realista espontáneo, variado, o de juego imitativo social propio del nivel de desarrollo
3. Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados, manifestados por lo menos mediante una de las siguientes características:
– Preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restrictivos de interés que resulta anormal, sea en su intensidad, sea en su objetivo
– Adhesión aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos, no funcionales
– Manierismos motores estereotipados y repetitivos (los más usuales son: sacudir o girar las manos o dedos y realizar movimientos complejos de todo el cuerpo)
– Preocupación persistente por partes de objetos
Además, para el diagnóstico del autismo infantil no puede existir un diagnóstico previo del trastorno de Rett o de un trastorno desintegrativo infantil.
Vale aclarar que generalmente el autismo se diagnostica antes de los tres años de edad ya que los padres se percatan del escaso interés del pequeño por las actividades sociales aproximadamente a los dos años. No obstante, en algunos casos el diagnóstico del autismo infantil puede llegar más tarde.
El curso del autismo infantil depende de cada niño en particular. En algunos casos con la llegada de la adolescencia el comportamiento puede desintegrarse aún más pero en otros casos se presentan mejorías.
Los indicadores para un buen pronóstico son: la presencia de habilidades lingüísticas y un “buen” nivel intelectual general. No obstante, debe puntualizarse que son muy pocos los casos de personas autistas que llegan a vivir y trabajar autónomamente en la adultez. Alrededor de un tercio de los casos alcanza algún grado de independencia parcial mientras que los adultos autistas que funcionan en un nivel superior continúan teniendo problemas en la interacción social y en la comunicación, unido a intereses y actividades restringidos.
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