Con una cartera hurtada, delincuentes obtienen créditos bancarios por medio millón de pesos luego de usurpar la personalidad de su víctima.
Ésta es la historia de unos delincuentes que se gastaron en dos meses más de medio millón de pesos en créditos bancarios a nombre de su víctima: Marcela.
Ninguna institución financiera notó el fraude o la usurpación de identidad; al contrario, hasta un banco concedió un préstamo por 200 mil pesos; tampoco los cajeros de los supermercados o tiendas departamentales repararon en que sus clientes pagaron con plásticos robados y los agentes ministeriales todavía están muy lejos de saber el paradero de los defraudadores.
Desde hace siete meses estos delincuentes se robaron la identidad de Marcela para beneficiarse de su impecable historial crediticio y así, con la credencial de elector de la víctima, ir solicitando créditos bancarios al por mayor.
“La única manera de parar las consecuencias y frenar esos fraudes sería atrapar a los delincuentes. Muerto el perro se acabó la rabia”, aseguró Jorge Alonso de Regil, abogado mercantil y bancario de la Universidad Anáhuac, pero los defraudadores aún siguen libres y tramitando créditos a nombre de Marcela.
Entre lo más complicado que los delincuentes hicieron fue sacar la cartera de la bolsa de Marcela sin que se diera cuenta, porque, de ahí en adelante, con la tarjeta de crédito de HSBC y la credencial de elector que obtuvieron del robo, sin el menor pudor o cuidado, se pasearon en diferentes supermercados y tiendas departamentales para comprar pantallas planas de hasta 60 pulgadas, consolas de videojuegos, teléfonos inteligentes, electrodomésticos, que compraron deslizando las tarjetas, consiguieron préstamos bancarios, retiraron más de cien mil pesos en cajeros automáticos y lograron que les aprobaran nueve tarjetas de crédito y departamentales: Banamex/Soriana, Banorte, C&A, Liverpool Premium Card, Palacio de Hierro, Zara, Viana, Walmart y Coppel, y ninguna de estas instituciones ni los agentes ministeriales han podido frenarlos.
Pero en este relato no tendremos los detalles de los delincuentes, por ejemplo, si vieron la final del futbol en una pantalla gigante o si ya compraron el último videojuego de moda para su consola, sino cómo Marcela ha tenido que ser detective para rastrear los siguientes pasos que darán los delincuentes para impedir otra deuda a su nombre; cómo las instituciones bancarias han soltado casi una decena de créditos a un usurpador de identidad, y también incluiremos las diversas visitas de la víctima al Ministerio Público en el que los agentes al principio le decían que un robo de una cartera era delito menor y no podían atender su caso, porque estaban concentrados en asuntos más importantes, como un homicidio, y para cuando las autoridades quisieron investigar era demasiado tarde.
Aquel café del 12 octubre en Starbucks fue el más amargo para Marcela. Esa mañana parecía bastante ordinaria, a las 10:30 horas pidió la bebida de siempre, el vendedor escribió con plumón su nombre en el vaso, ella sacó la cartera, pagó y se fue a sentar con una amiga, hasta que la interrumpió una llamada a las 12:40 del área de “Prevención de fraudes” del banco, preguntándole si reconocía cargos por más de 30 mil pesos en su tarjeta de crédito en las últimas dos horas; Marcela, desconcertada, se asomó a su bolsa que estaba perfectamente cerrada y tenía colgada en un gancho bajo la mesa y vio que su cartera no estaba, en esta cafetería los delincuentes darían su primer paso para comenzar la serie de fraudes.
Mientras ella planteaba estrategias laborales en un Starbucks (ubicado en Galileo y Campos Elíseos), los delincuentes sacaron su cartera de la bolsa y volvieron a cerrarla, después salieron de la cafetería y visitaron Cotsco Polanco con la membresía de Marcela y continuaron su tour por Chedraui Polanco y Walmart Lomas para gastar más de 45 mil pesos (entre las 10:56 am y 12:40 pm).
“Se llevaron en Walmart una televisión de 60 pulgadas y nadie vio quién la compró y nadie pidió identificación a la persona que utilizó las tarjetas”, dijo Marcela a Excélsior.
Después de la alerta que recibió Marcela del área de “Prevención de fraudes” del banco, se comunicó con sus respectivos bancos y canceló las dos tarjetas bancarias que cargaba en la cartera: la de crédito HSBC y la de nómina Santander, pero faltaba su denuncia ministerial para continuar la aclaración.
Antes de ir al Ministerio Público y denunciar el robo de la cartera, Marcela visitó las tres tiendas en las que estuvieron los delincuentes para presentar más pruebas y ahí se encontró que no había video alguno de los defraudadores, porque las cámaras de los establecimientos son de seguimiento y no de circuito cerrado, es decir, que no graban sino vigilan a los clientes.
Lo que Marcela pudo obtener durante el recorrido a los supermercados fue el siguiente teléfono utilizado por los defraudadores: 55 31 59 58 89. Las llamadas se envían al buzón de mensajes.
“Cínicamente fue abonado crédito con mi tarjeta a un número celular”, reprochó la víctima.
A las 8:00 de la noche del 12 de octubre de 2012, Marcela llegó al Ministerio Público de Parque Lira con un par de pistas para encontrar a los delincuentes, pero así como fue cruzando la puerta, los agentes la fueron despidiendo.
“Cuando voy llegando, la señorita que estaba en el mostrador me dice que hay un homicidio, que están ocupadísimos y que por favor declare en el Ministerio Público virtual.”
En su casa, creyendo que se encontraba frente a una herramienta tecnológica de primer mundo, declaró en MP virtual y Marcela recibió la gratificación del portal, un folio y el citatorio para ratificar su denuncia el 15 de octubre a las 10:00 de la mañana.
Tres días después del robo, Marcela llegó puntual a la cita para ratificar su denuncia virtual pero, asombrados, los agentes ministeriales le preguntaron que de dónde había sacado ese folio, porque no tenía ninguna validez.
“Casi se rieron de mí y la abogada me dijo ‘MP virtual no sirve, tienes que volver a declarar’.”
Mientras, los delincuentes seguían gozando de la voracidad de los ejecutivos de cuenta que con tal de alcanzar sus cuotas mensuales de créditos, soltaban más y más plásticos a nombre de Marcela.
“Las entidades financieras, con tal de vender y vender, muchas veces pierden el cuidado de ver con quién están celebrando un contrato”, denunció el abogado bancario Alonso de Regil.
Luego de volver a llenar el formato de la denuncia, la abogada envió a Marcela con los investigadores del Ministerio Público.
“Los investigadores me recibieron con dos tortas cubanas y con sus grandes placas preguntando, ‘¿cuál fue el suceso?’. Y yo les dije ‘pues un robo de cartera’, ‘ah, es un delito menor’, contestaron, ‘pero por qué denunció hasta ahorita’, volvieron a cuestionar (entonces explicó sobre su denuncia en MP virtual), y me dijeron ‘ya para ahorita todos los videos que pudimos haber encontrado los perdimos, porque los establecimientos borran sus cámaras de seguridad cada 48 horas.”
Marcela ha ido al menos cinco veces a ratificar su denuncia, a ampliar sus declaraciones o a conocer el curso de la investigación en el Ministerio Público, pero hasta la fecha el único rastro de los delincuentes lo sabe por las alertas que le envía el Buró de Crédito.
Había pasado un mes del robo y Marcela pensó que el asunto quedaría en su cuenta de nómina vacía y un cargo de 30 mil 100 pesos en su tarjeta de crédito, hasta que sacó de su cajón su tarjeta de ahorros y revisó su estado de cuenta, también estaba vacía, de los 15 mil pesos que tenía le quedaban 37 centavos.
Para ella era insólito, porque esa tarjeta de ahorros estaba bajo llave en su cajón y los delincuentes no habían tenido acceso físico a ésta.
Por eso, Marcela fue a la sucursal bancaria a preguntar qué había pasado y un asesor le explicó que hacía unos días (supuestamente ella) había pedido una reposición de la tarjeta de ahorros, además de un préstamo bancario que le había aprobado la institución por 200 mil pesos.
En ese momento Marcela solicitó revisar el contrato del préstamo que otorgaron en la sucursal del Centro Histórico.
“A la hora que me pasan el contrato veo mi firma falsificada y la copia del IFE robada. Aquí es donde me comencé a espantar”, confesó.
Luego de este incidente, Marcela se asesoró con expertos para saber cómo reaccionar ante estos fraudes y le aconsejaron inscribirse en el Sistema de Alarmas del Buró de Crédito, para que a través de su correo electrónico tuviera información de todo lo que sucede con su historial crediticio.
“Entonces me meto al Buró y descubro que hay 15 consultas en los últimos 15 días en muchísimas tiendas: Liverpool, Palacio de Hierro, Viana, C&A, Soriana, Banamex, Banorte, Zara, Coppel y en todos los lugares en donde alguna vez te has parado y te dicen ‘le tramitamos su crédito inmediatamente’”.
En menos de tres meses, los delincuentes estaban moviendo más de medio millón de pesos a nombre de Marcela. Y para ellos fue muy fácil, porque en tiendas como C&A les soltaron a los defraudadores un crédito de cinco mil pesos al instante y hasta una semana después verificaron el Buró de Crédito, para cuando la víctima recibió la alarma, obviamente los delincuentes ya se habían gastado el dinero.
En Liverpool pudieron obtener una tarjeta Premium Card con 100 mil pesos de crédito, dinero que sacaron a través de cajeros automáticos.
De octubre a diciembre, los delincuentes actuaron con total impunidad, hasta que les puso un freno, obviamente no las instituciones financieras ni los agentes ministeriales, sino Marcela, quien cada vez que recibe una alarma del Buró de Crédito llama a las instituciones para que les rechacen la solicitud.
Pero esta historia aún continúa, los delincuentes modificaron la homoclave del SAT de Marcela y la víctima desconoce para qué.
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