A Bocas de Satinga casi todo llega por agua: la ropa, la gasolina, los alimentos… y los cadáveres.
Los cadáveres que Ángel Segundo Hernández, de 79 años, lleva más de una década recogiendo y enterrando en el cementerio de este pequeño pueblo enclavado en un estero del suroeste colombiano, muy cerca del Océano Pacífico.
“Había días que cogía dos, tres (cadáveres)”, cuenta Chaín, refiriéndose al período entre 2001 y 2004, cuando los grupos paramilitares de derecha llegaron a la región para combatir a la guerrilla de las FARC e intentar hacerse con el control de un territorio que tiene gran importancia estratégica para el narcotráfico.
“¿En esos cuatro años? No, papito, eso era una tristeza. Le digo sinceramente que pasé de unos 50 muertos”.
“Y todavía bajan. Todavía bajan”, le dice a BBC Mundo.
Guerrillas y “Bacrims”
Efectivamente, como el principal departamento cocalero de Colombia y un importante punto de salida para la cocaína que se produce en el sur del país, Nariño – el departamento al que pertenece Satinga –es, sin duda alguna, una de las regiones más peligrosas y conflictivas de Colombia.
Según las autoridades, gracias al dinero obtenido por sus vínculos con el narcotráfico los frentes de las FARC que operan en esta parte del país financian buena parte de las actividades de la guerrilla en el resto del país.
Y, por eso, el grueso de las operaciones militares con las que el gobierno intenta presionar a los rebeldes que participan en las conversaciones de paz de La Habana tiene lugar aquí y en el vecino departamento de Cauca.
Al mismo tiempo, FARC y ejército no son los únicos actores armados con presencia en la zona.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) también opera en algunas partes de Nariño.
Y lo mismo hacen las bandas criminales de origen paramilitar (conocidas como “Bacrims”) que se dedican al narcotráfico, las que ya han sido identificadas por las autoridades colombianas como una de sus principales amenazas.
“Estamos aquí porque hemos identificado diferentes problemas humanitarios derivados del conflicto armado”, explica Gillian McCarthy, la delegada del Comité Internacional de la Cruz Roja que trabaja en la zona y mi contacto para llegar hasta Chaín “el mago”.
“El más obvio son los restos, los NN (por “ningún nombre”, como se conoce en Colombia a los cadáveres no identificados) del cementerio, pero en la zona también hay un problema de desplazamientos forzados”.
“Y con la presencia de al menos dos, probablemente tres actores armados, aquí siempre está pasando algo”, le dice a BBC Mundo.
Región de violencia
Eso es especialmente evidente en el puerto de Tumaco, ubicado a tres horas en lancha de Bocas de Satinga.
Se dice que aquí hasta las señoras que venden “minutos” de telefonía celular en medio de la calle están obligadas a pagar “vacunas” (extorsión) a las FARC, el ELN o las Bacrims.
Y con una tasa de homicidio de 136 por cada 100.000 habitantes – casi cuatro veces la tasa de Colombia – a los forenses que trabajan en el cementerio de Tumaco nunca les falta trabajo.
“Tuvimos un año en el que se presentaron aquí 420 necropsias”, le dice a BBC Mundo el Dr. Antonio Sarama.
“Y esa parte violenta de los homicidios es nada más la punta, lo que más se nota. Detrás de todo esto está la extorsión, está el secuestro, las violaciones”, explica.
Durante los últimos dos días, el Dr. Sarama ha estado atendiendo casi exclusivamente a víctimas de las minas antipersonales empleadas para proteger los cultivos de coca que abundan en la zona rural de Tumaco.
Pero la mayoría de los cadáveres que llegan a su mesa son víctimas de la violencia vinculada al narcotráfico, de los sicarios que los grupos ilegales utilizan para saldar sus cuentas y marcar sus territorios.
El flujo de muertos, en cualquier caso, es tal que el pequeño cementerio de Tumaco ya casi no da abasto.
Y eso ha hecho que algunos enterradores se presten a la tarea de remover y deshacerse de los restos de los NN que se han acumulado en el camposanto durante años para así hacer espacio para los recién llegados.
Buscando nombres
Efectivamente, una de las consecuencias de casi medio siglo de conflicto es que se estima que hay unos 40.000 cadáveres no identificados en Colombia. Y no todos han cuidado de ellos con el mismo esmero que Chaín “el mago”.
“Yo lo hago porque esa es mi forma de ser. Porque a mí me da tristeza ver un cadáver bajando y tener que dejarlo ir, que se vaya p’abajo”, dice Chaín, sentado sobre una de las tumbas del cementerio de Bocas de Satinga.
Y detrás suyo se observan algunas de las lápidas blancas con las letras “NN” que marcan la ubicación de parte de los 58 muertos sin nombre que él mismo se encargó de enterrar –a menudo con la ayuda de su amigo Menelio Cuenú– en este humilde camposanto.
Las lápidas fueron puestas ahí con la colaboración del Comité Internacional de la Cruz Roja para ayudar a la identificación de los muertos sin nombre de Bocas de Satinga.
Y, para Chaín, el proyecto del Instituto Colombiano de Medicina Legal que intentará identificar los restos sepultados en 65 cementerios de 13 departamentos del país, empezando por Bocas de Satinga, es una excelente noticia.
“En Colombia hay no sé cuántos miles de desaparecidos. Y todas esas personas, después de identificarlos, el Estado ha prometido pagárselos a sus familiares y esa platica creo que a sus familiares les cae como anillito al dedo”, le dice a BBC Mundo el “pescador de muertos” de Satinga.
“Desafortunadamente que todos no se van a lograr. Pero yo creo que los que se logren, y los identifiquen, sus familiares creo que recibirían una ayuda”, concluye.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/06/130605_colombia_chain_mago_pescador_muertos_sin_nombre_aw.shtml