Como cualquier otro estudiante de la escuela primaria de Greenleaf, en Splendora, Texas, el robot Watt asiste puntualmente todos los días a las clases de sexto grado de educación básica en lugar de niños enfermos que no pueden acudir al centro educativo.
La diferencia de Watt con los demás alumnos es que es controlado a través de internet por Cristian Beasley, un niño de 12 años que padece leucemia y debe permanecer en su casa.
Sin embargo, su dolencia no lo ha aislado de sus compañeros y profesores, con quienes comparte la jornada escolar a diario.
Genéricamente, a este robot se le conoce como VGo, a través del cual el paciente puede ver, oír, hablar y hacer presencia de un lugar a otro sin importar qué tan lejos se encuentre.
Con la ayuda de Watt , Cristian puede participar en clase normalmente como los otros estudiantes.
El robot se traslada, puede mover la cámara para arriba y para abajo, para ver lo que esta frente a él, al igual que a los otros estudiantes.
Para la directora de la escuela primaria Greenleaf, Adriana Velasco, el robot, además de ayudar en el proceso de aprendizaje académico, también se convierte en una terapia emocional que fortalece la autoestima de Cristian y de otros pacientes que tienen limitada su movilidad.
La responsable de este centro agregó que los niños en estas circunstancias “se deprimen demasiado y, por lo menos, Cristian aquí puede hablar con otros estudiantes y puede ir a las actividades que tenemos en la escuela, aunque físicamente no, pero socialmente sí, y mentalmente él está muy emocionado de poder tener esa clase de comunicación”.
Watt fue el nombre elegido por Cristian para su robot, debido a la gran admiración que siente por la estrella de futbol americano J.J. Watt de los Texans de Houston.
El deportista, además, fue a visitar a Cristian a la escuela y le firmó la gorra que lleva el robot, junto con una camiseta del jugador, como símbolo de su identidad y presencia física en Greenleaf.
Es así como se ha convertido en los ojos, oídos y piernas de este pequeño que recorre los pasillos de la institución desde su computador, que maneja desde su casa, situada a 10 millas de distancia.
Gracias a este programa, el niño puede operar el robot a control remoto, para ver y conversar con sus profesores, seguir a sus compañeros por medio de una cámara web.
Pero Cristian no es el único. Existen 34 robots que asisten a otras escuelas de Estados Unidos, y, a diferencia de otros sistemas, como la videoconferencia que se limita a cámaras estáticas, este robot facilita la socialización y el desplazamiento del estudiante.
De igual manera, éste puede tomar su almuerzo en la cafetería con sus demás compañeros, asistir a diversas actividades y participar en clase.
Velasco aseguró, que contra lo que la gente piensa, estas nuevas tecnologías no tienen por qué aislar a los individuos, si no ayudarlos a crear nuevas oportunidades y formas de comunicación para quienes lo necesiten.
Con un adecuado uso de esta tecnología se estimula la socialización de los estudiantes, dijo la directora del centro educativo
Los niños se han adaptado a esta nueva tecnología con toda naturalidad, pues han crecido entre videojuegos de tres dimensiones, artefactos de control remoto y computadoras, por lo que ellos no ven a un robot, sino a un compañero más.
“No lo llaman el robot, sino Cristian, como si fuera el niño que usualmente está en el salón de clases, hablando con ellos a través del robot”, explicó.
Como anécdota, Velasco explicó que recientemente se disparó una alarma de incendio en las escuelas y los niños corrieron a auxiliar al robot, porque aun cuando su compañero no estaba físicamente, si estaba presente.
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