Ayer fue un día de descubrimientos: el virtual rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) se comporta como un mafioso; la universidad cuenta con su grupo de porros no porros y la seguridad de la institución está a cargo de un militar ex funcionario gallardista.
La Facultad del Hábitat, bastión de un villarismosostenido por alfileres, amaneció “clausurada” por un grupo de supuestos estudiantes equipados con dos mantas, algunas cartulinas, unos cuantos alambres y la complicidad de varios empleados para mantener unas cuantas puertas cerradas al público; parafernalia inútil para impedir el tránsito normal de personas hacia una facultad que se ubica dentro de la Zona Universitaria, un territorio conectado internamente por las distintas facultades y sus múltiples accesos.
“No medios de comunicación manipulación. Queremos hablar rector y secretario general. Viva la autonomía”, decía una de las mantas colocada sobre la reja de la calle Niño Artillero. Hace una semana el presidente de la sociedad de alumnos, Emiliano Véliz, denunció que fue agredido por el secretario de la Facultad del Hábitat, Fausto Alfonso Saucedo Díaz. Lejos de enfrentar la situación, la reacción de las autoridades universitarias consistió en activar a sus porros (negados oficialmente) y lanzarse contra la prensa.
¡Aplausos de pie merece la mente brillante que pensó que unas mantas con mensajes anti medios de comunicación alejarían a los reporteros! Fui a la Zona Universitaria y como no les alcanzaron los alambres a los porros no porros ingresé sin problemas por una de las puertas que se encuentran a lo largo de la calle Niño Artillero.
De camino y conforme me fui acercando a la Facultad del Hábitat, las miradas, metros atrás indiferentes, se tornaron agresivas. En un pasillo exterior vi, pegado a su teléfono, a quien de lejos se asemejaba al secretario general de la UASLP, Anuar Abraham Kasis Ariceaga. Mientras esperaba a que terminara su llamada, tres personas jóvenes me observaban y, con poco cariño, chocaban uno de sus puños contra las palmas de sus manos.
Deduje que era una amenaza a distancia; pero, como me encontraba cerca del secretario general y futuro rector de la UASLP, sentí que mi seguridad estaba garantizada. Craso error.
Anuar Abraham Kasis Ariceaga terminó su llamada. Me acerqué mostrando la expresión más amable que la larga barba me permite y le pedí una entrevista:
-Ahorita estoy muy ocupado, discúlpame, pero estás viendo, estoy atendiendo situaciones, ahorita no puedo atenderte y menos aquí adentro- dijo el secretario
-Precisamente por eso…- dije yo
-No, no, no, ahorita dame oportunidad…-
-Usted es el secretario…-
-Sí-
-…hay un conflicto-
-Estamos trabajando en ello-
-¿Cuál es el conflicto central?-
-Estamos trabajando en ello, no sabemos todavía-
-Pero, ya debe estar enterado de algo de lo que haya pasado… sobre la agresión que hubo en días pasados a un alumno-
-Eso se está revisando, ¡permíteme!, que tengo que atender unas situaciones-
-¿Qué es lo que han revisado hasta el momento?-
-¡Permíteme tantito!-
-Por eso, son cinco minutos, no le voy a quitar más tiempo-
-Te pido respeto, por favor-
-Precisamente, usted es un funcionario público-
-A ver, me voy a tener que mover, te pido que respetes…-
-Yo lo puedo seguir todo el tiempo a donde quiera…-
-¡Está muy mal eso!- dijo para terminar y continuar su camino hacia la explanada de la facultad.
El trayecto requería pasar entre los jóvenes que minutos antes golpeaban sus palmas. Le abrieron paso y me dejaron pasar; aunque, decidieron seguirme.
En la explanada se encontraban alumnos, porros no porros y personal de seguridad vestidos de civil comandados por el ex gallardista Antonio Garza Nieto, a quien, al puro estilo de un capo de la mafia, Anuar Abraham Kasis Ariceaga le hizo una seña con la mano derecha que sirvió para que rápidamente me rodearan y comenzaran los empujones y el hostigamiento.
Así como en las películas los malos malotes usualmente se limitan a observar cómo sus empleados ejecutan las órdenes, en la UASLP el secretario veía a la distancia la danza entre el reportero, sus cuidadores y algún porro no porro que decidió unirse. (Ver video minuto 2:15)
Anuar Abraham Kasis Ariceaga se aburrió y comenzó a caminar hacia el pequeño estacionamiento de la facultad. Pensé que podía interceptarlo, pero el equipo de seguridad desquitó bien su sueldo. Los empujones continuaron. Un hombre de lentes y pelo grisáceo me embarró su cuerpo como si estuviera sonando una canción de Maluma y acabé pegado a la reja perimetral de la Zona Universitaria.
El grupo de porros no porros comenzó a acercarse hasta ese lugar. Previendo que intentarían quitarme mi celular, inicié una transmisión en vivo vía Facebook para que el video no se perdiera. Dos o tres quisieron estrenar celular, pero me aferré a él como las deudas a mi quincena y logré mantenerlo conmigo; mis audífonos no corrieron la misma suerte por lo que, seguramente, mi cerumen ya estrenó hogar en los oídos de un afortunado porro no porro.
Y como lo que natura no da, el porrismo no presta, no faltaron los genios que voluntariamente se acercaron, se pusieron frente a la cámara y exigieron no ser grabados. Siguieron los empujones, los toqueteos, las amenazas y el hostigamiento con la pasiva complicidad de los encargados de velar por la seguridad de las personas dentro de la UASLP.
“Mira güey, como quiera aquí afuera ya no hay pedo güey, ahorita le tumbamos el pinche teléfono… aquí afuera ya no hay joterías de que ‘no me toques’”, se le escucha decir a un envalentonado porro no porro en el minuto 5:15 (Si no se ha cruzado un porro no porro en su camino, se recomienda usar audífonos).
En el fondo del conflicto está la elección del nuevo rector y todo lo ocurrido es consecuencia de oscuros pactos que en su momento tuvo que hacer Manuel Fermín Villar Rubio para asegurar su relección. ¿Ha valido la pena? El director de la Facultad del Hábitat dirá que sí, actualmente cobra por pasearse con el rector y ya se siente la mano derecha del candidato Anuar Abraham Kasis Ariceaga.
En el reparto de posiciones, al agresor de alumnos, Fausto Alfonso Saucedo Díaz, le dejarían la silla de director que, en los hechos, ya ocupa.
¡Quién lo diría! La universidad derrumbándose en manos de arquitectos.
Jaime Nava