La semana pasada a propósito de los diez años que cumple el violentómetro del Instituto Politécnico Nacional mencionamos aquí algunos de los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Precisamente para el caso de San Luis Potosí la ENDIREH indica que 57 de cada 100 mujeres de 15 años y más que residen en la entidad han experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo ejercida por diferentes agresores.
Hay que señalar como ya se mencionó en otras entregas que este instrumento es el de mayor confiabilidad y reconocimiento a nivel nacional para medir el tema y que a la fecha no existe otro que pueda dimensionar con la misma claridad la situación, luego entonces de acuerdo a esos datos en 2016 residían en San Luis Potosí poco más de un millón de mujeres de 15 años y más, de las cuales el 56.7% (cerca de 587 mil) han enfrentado algún incidente de violencia alguna vez en su vida.
Asimismo, 394 399 mujeres en la entidad (38.1%), señalaron que al menos una de estas agresiones les ocurrió en los 12 meses anteriores a la entrevista, es decir entre octubre de 2015 y octubre de 2016. Desde luego eso no se tradujo en el mismo número de atenciones, o de denuncias o de consultas en las áreas de salud, ni siquiera con las 195 mil mujeres que de acuerdo a la ENDIREH fueron sometidas a algún tipo de intimidación, hostigamiento, acoso o abuso sexual, que van desde señalamientos obscenos; que las hayan seguido en la calle para intimidarlas sexualmente; que les hayan hecho propuestas de tipo sexual; o bien que directamente las hayan manoseado sin su consentimiento o hasta que las hayan violado.
Si tomamos estos datos como la dimensión más amplia de las prácticas de violencia de género que están viviendo las mujeres en San Luis Potosí hay que señalar también que también se trató de víctimas que fueron agredidas en la escuela, en el trabajo, en la comunidad y por su familia, pero además que también vivieron discriminación principalmente en el trabajo.
Desde el 2003 la Organización Mundial de la Salud ha realizado investigaciones muy importantes en el tema de la violencia como un problema de salud pública y en relación a la que ocurre en contra de la mujer indica que en prácticamente todos los países estudiados y en todos los entornos las mujeres tienen grandes probabilidades de sufrir violencia infligida por sus parejas y por otras personas, pero además que hay normas sociales y culturales que apoyan esta violencia y que no son otra cosa más que prejuicios y estereotipos de género.
Entre las que ha descubierto ese organismo internacional se encuentra por ejemplo la creencia de que el hombre tiene derecho a imponer su dominio sobre una mujer y es considerado socialmente superior, o cuando se piensa que tiene derecho a castigar a una mujer por su comportamiento y cuando la mujer debe tolerar violencia para mantener unida a su familia etcétera. A grandes rasgos en el tema de la violencia de género convergen factores sociales, comunitarios, relacionales, familiares e individuales que coadyuvan en su ocurrencia.
Debido a ello se ha propuesto que para contrarrestar este problema se empleen políticas distintas para prevenir, atender y sancionar estas prácticas, pero también para modificar las pautas culturales que les dan cobijo. Para todo esto la OMS propone por ejemplo reforzar la compilación de datos para revelar el verdadero alcance del problema, elaborar planes de acción amplios y basados en datos, integrar la prevención primaria y secundaria de la violencia en otras plataformas de salud, garantizar que los programas de prevención sean amplios y estén integrados y basados en datos probatorios, garantizar que los servicios para las víctimas sean amplios y estén basados en datos probatorios, aplicar las leyes vigentes y examinar su calidad, promulgar y aplicar leyes y políticas pertinentes para los diferentes tipos de violencia y crear capacidad para la prevención de la violencia.
Cabe reiterar que en esa amplia gama de actos que se investigan como prácticas de violencia contra las mujeres, el organismo internacional sí que reconoce que en el extremo del espectro está el feminicidio.
Así, estos datos e investigaciones nos demuestran que nos encontramos ante una problemática compleja que no puede resolverse o más bien dicho responderse de una sola forma en ningún lugar porque no tiene una sola respuesta. Del mismo modo no se trata de una situación que vaya a resolverse pronto así que no hay quien nos pueda dar de alta. Hay que ser realistas hay que ser honestas, trabajar contra la violencia es una vocación de vida. A más ver.
Claudia Almaguer
Twitter: @Almagzur