Crónica: Un paseo por la intermitente ciclovía

Carlos Rubio

Jueves, 11:39 am

El ciclista debe confiar en que unos postes lo salvarán de ser atropellado, o si tiene suerte, habrá carros estacionados a su lado que reducirán la fuerza de un impacto. 

La ciclovía es casi imperceptible desde que comienza en la esquina de Himno Nacional con la avenida Juárez; las líneas blancas que fueron pintadas para delimitar el espacio exclusivo para bicicletas se encuentran casi borradas, en su mayoría por la suciedad de las calles que proviene de los negocios cercanos.

La primera cuadra sería difícil de definir como una zona segura para el ciclista: hay una pequeña plaza con cajones de estacionamiento y cocheras, por lo que no están los postes naranjas que fueron colocados para delimitar el espacio. Avanzar por ahí es como moverse por cualquier calle de la ciudad, sin protección. Un poco más adelante, el espacio destinado para el estacionamiento de los automóviles, está completamente lleno desde tempranas horas del día.

Más adelante, a partir de la calle 5 de Mayo, comienza a haber personas vendiendo frutas, verduras y productos de aseo personal, mientras se encuentran parados sobre la ciclovía, obstruyendo el paso. Niños corren por debajo de la banqueta, con sus padres mirándolos, como si la ciclovía fuera una zona que les impide ser atropellados. Hay que esquivarlos para pasar, deseando que no se muevan inesperadamente.

Justo a partir de la calle Pedro Vallejo, desaparece la ciclovía; es jueves y se pone el acostumbrado mercado del jardín de San Juan de Guadalupe. Se colocan unos conos de tránsito a lado del mercado, dejando un espacio libre, el cual es utilizado por los peatones. Los ciclistas se ven obligados a compartir uno de los carriles para automóviles. La zona es un caos vial en el que se encuentran algunos elementos de tránsito, quienes, lejos de controlar la situación, se limitan a adornar la vista con sus chalecos verde fosforescente.

Más adelante hay negocios de comida que toman toda la banqueta para colocar su carrito de servicio o mesas, por lo que las personas forzosamente deben caminar sobre la ciclovía. También están las oficinas del Instituto Nacional Electoral, que comúnmente tienen largas filas de gente, que atraviesan la banqueta y se aglomeran en la ciclovía, haciendo imposible el paso.

Librando el caos creado por el mercado y los negocios aledaños, el camino se vuelve bastante tranquilo. Ahora el perímetro es creado por postes naranja y topes anclados al suelo.

Desafortunadamente, llegando a Plaza Fiesta, vuelven a abundar los negocios con cajones de estacionamiento, por lo que desaparecen los postes y topes, y una vez más los ciclistas deben avanzar sin protección.

Luego de Independencia, el trayecto vuelve a la normalidad; hay postes y las bicicletas abundan. Sólo los cruces de calles interrumpen el fluido paso al que se puede circular.

Apareció el primer enemigo en común de automovilistas, motociclistas y ciclistas: un bache. Se encuentra antes de llegar a Mariano Jiménez. Sus dimensiones superan las de una llanta de bicicleta; cualquiera que no ponga atención al camino puede caer ahí y amargarse el día.

Ya nada obstruye el paso, sin embargo la calidad de las calles ha disminuido, al menos en la parte de la ciclovía, que únicamente había tenido un bache en esa parte del trayecto. El asfalto es irregular, como si se pasara sobre pequeñas montañas que complican el camino. El deterioro es constante y aumenta conforme se avanza. Hay pequeños hoyos en el suelo, que seguramente a la mínima señal de lluvia, se convertirán en grandes baches.

Antes de llegar a la glorieta de Tatanacho, hay una larga zona con muchos negocios, todos con cajones de estacionamiento, ocasionando, nuevamente, que se desvanezca la ciclovía. Carros y camiones se estacionan donde deberían ir los postes de protección para los ciclistas.

Una motocicleta decidió utilizar la ciclovía para evitar el tráfico de un semáforo en la esquina de Santos Degollado. No había nada ni nadie que se lo impidiera. Se fue bastante feliz, sabedor de que había sido más listo que los demás que esperaron por casi cinco minutos.

En el camino hay bastantes tramos de calle cuarteada y a desnivel. Si circular con un carro es complicado y en ocasiones molesto, en bicicleta existe el riesgo de caer contra el pavimento, lo cual resulta más riesgoso que tener una llanta ponchada.

Luego de atravesar 18 de marzo, el aspecto es totalmente distinto. Hay tramos que están prácticamente nuevos por las remodelaciones que se estuvieron haciendo anteriormente. Las líneas que delimitan estacionamiento y ciclovía se ven con claridad, pero ¿por qué sólo a partir de este punto?

Todo avanza con naturalidad, sin mucho tráfico ni personas que obstruyan el paso; otra vez hay muy pequeños baches y desniveles, hasta que… ¡sorpresa! Se acabó la ciclovía. No abarca todo Himno Nacional, sino hasta la calle Basalenque. Si quiere seguir hasta la glorieta, habrá que recurrir a la suerte, como en la mayor parte de la ciudad.

Jueves, 12:10 pm.

Astrolabio Diario Digital

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