Después de casi dos horas de recorrido por las calles de Londres, los restos mortales de la reina Isabel II llegaron al castillo de Windsor, donde la familia real tendrá un servicio fúnebre privado para despedir a la monarca y ser enterrada junto a su difunto esposo, el príncipe Felipe, quien murió el año pasado.
La reina fue trasladada al milenario castillo después de que líderes mundiales y dignatarios de todo el planeta se reunieran en la Abadía de Westminster para el funeral público de Estado, que las autoridades organizaron para despedir a la monarca que reinó durante décadas a los británicos.
El féretro de la monarca fue sacado del templo sobre una cureña tirada con cuerdas por más de un centenar de marineros de la royal navy, y recorrió en procesión las calles de la capital, seguido a pie por el nuevo rey Carlos III, el príncipe Guillermo de Gales y otros miembros de la familia real.
A su llegada al arco de Wellington, en la esquina sureste de Hyde Park, el ataúd fue transferido a un vehículo fúnebre y, desde allí, partió en su último viaje, hasta Windsor, a unos 35 kilómetros de Londres.
Servicio religioso despide a Isabel II en el castillo de Windsor
A su llegada, como estaba previsto, los restos de Isabel II recorrieron en procesión los cerca de 5 kilómetros del denominado Long Walk, la avenida arbolada que desemboca en el castillo de Windsor, la residencia real donde más tiempo solía pasar la reina.
En la capilla de San Jorge, un lugar habitual de bautizos, bodas y funerales reales, se celebró un servicio religioso ante unos 800 invitados, entre ellos miembros de las casas reales europeas.
El deán de Windsor, David Commer, ofició la misa en la capilla de San Jorge, emplazamiento habitual de bautizos, bodas y funerales de la realeza británica.
Durante el servicio fueron retirados del féretro de Isabel II la Corona Imperial, el orbe y el cetro de la soberana, que fue finalmente despojado de los símbolos de su reinado.
Esta tarde, a las 19.30 hora local, Isabel II será enterrada junto a los restos de su esposo en la cripta de la capilla.
El Financiero