Al leer esa noche la noticia de que un hombre había lanzado a Scooby, o Benito, a un cazo de aceite hirviendo, Liliana exclamó: “Me avergüenzo de ser un humano. ¿En serio a esto venimos a la Tierra? Reniego de mi calidad de persona. No merecemos estar aquí…”
Y es verdad, como especie, el hombre no evoluciona. Y el retroceso se nota abruptamente en cada caso de maltrato a esos pequeños seres vivos, que simplemente dejamos pasar porque las autoridades no han hecho mucho caso a la importancia que tiene el tema.
Hay estudios que relacionan el maltrato animal con la violencia y el crimen. Existe una creciente evidencia en la investigación sicológica y criminológica que sugiere una correlación entre el maltrato animal y la violencia hacia los humanos. Los actos de crueldad hacia los animales se han identificado como un marcador temprano de futura violencia y comportamiento criminal.
Por alguna extraña razón nos duele hasta el tuétano el maltrato animal.
Si cada vida es un milagro, un canto de la existencia. Si la naturaleza, en su vasta diversidad, ha creado seres fascinantes y maravillosos, entre ellos nuestras amadas mascotas: seres que despiertan alegría, nos brindan consuelo, son nuestras compañías silenciosas en los momentos de soledad, y ofrecen un amor incondicional que no busca recompensa, por qué.
¿Cómo podemos llegar a un punto en el que ese canto de vida se silencia brutalmente? Los casos de Scooby y Huellitas son un grito desgarrador que resuena en nuestras conciencias, un espejo que nos muestra la maldad que puede habitar en el alma humana. ¿Cómo podemos, en una era de supuesta empatía, avalar que sucedan estas atrocidades?
Lo permitimos, en México.
Las lágrimas se mezclan con la rabia al recordar la historia de Scooby, un ser lleno de inocencia y alegría, brutalmente maltratado. Huellitas, otro angelito con patas, vivió un horror inimaginable a manos de quien debía protegerlo. El dolor es abrumador, y uno no puede evitar sentir una profunda vergüenza por pertenecer a una especie que puede causar tanto daño.
La Tragedia de Scooby, que solo pasaba por ahí
Sergio ‘N’, un hombre conocido por su carácter violento y la presión constante que ejercía sobre su comunidad en Tecamac, había sumido a sus vecinos en un estado de miedo perpetuo. Pero su escalada de terror alcanzó el punto más alto en un acto de crueldad incomprensible que desgarraría la inocencia de un niño y provocaría la ira de una nación.
Roberto, un pequeño del barrio, compartía una conexión especial con su perro Scooby, un lazo inquebrantable forjado en el juego y el cariño mutuo. Pero un día, en un acto de sadismo puro, Sergio ‘N’ arrojó a Scooby a un recipiente de aceite hirviendo, dejando al perro en agonía y a Roberto con una herida emocional de la que nunca se recuperará completamente. Con lágrimas el niño describió a Sergio ‘N’ como un loco, incapaz de entender por qué alguien causaría tanto daño a su amado perro, que nunca había hecho daño a nadie. Scooby, también llamado Benito, agonizó poco más de ocho horas. Y se fue.
Tras las puertas cerradas: el brutal fin de Huellitas
Huauchinango, Puebla, un lugar que una vez fue conocido por su tranquilidad y comunidad unida, se vio sacudido por una revelación perturbadora. Una de sus propias habitantes, Vanessa ‘N’, estudiante de bachillerato, había llevado a cabo un acto de violencia despiadada contra un ser indefenso.
Huellitas, un cachorro que Vanessa había adoptado recientemente, se encontró en el epicentro de su tormento. Tras llevarlo a su casa, Vanessa ató al inocente animal y lo mató con una brutalidad escalofriante. La magnitud de su crueldad se manifestó plenamente cuando publicó fotos de su atroz crimen en las redes sociales. El horror que sentían los conocidos de Vanessa al descubrir sus acciones se propagó rápidamente por la comunidad.
La confesión de Vanessa a sus compañeros, de que sufría de problemas mentales y estaba en tratamiento con un sicólogo, arrojó aún más preguntas sobre las circunstancias que llevaron a este brutal acto. Mientras la indignación y el miedo se apoderaban de la comunidad, las autoridades locales y la institución educativa tomaron medidas para garantizar que se hiciera justicia por Huellitas, prometiendo que la atrocidad de Vanessa no quede impune. Ya hay una acusación formal en contra de la joven, quien, por su edad, 17 años, es inimputable.
Cosas de la ley.
* * *
Y sí. Las leyes pueden parecer palabras en papel, pero deben ser más que eso. Deben ser un pacto, una promesa de protección, una garante de justicia. Nuestra responsabilidad es hacer de esa promesa una realidad. No podemos permanecer inmóviles, debemos convertir nuestra indignación en acción. Es nuestra obligación exigir justicia, educar para la empatía y el respeto hacia todas las formas de vida y garantizar que quienes causen daño sean castigados. De manera ejemplar.
Duele tanto el maltrato animal. Nos lacera y solo los vemos sufrir.
Cada latido de sus corazones es un recordatorio del amor y la vida que se nos confía. Cada historia de crueldad es una llamada al cambio. Cada lágrima derramada es un voto por un mundo donde no exista más el maltrato animal.
Cuando éramos jóvenes, en la colonia Condesa uno de los nuestros aventó a un gato desde el séptimo piso del edificio en que vivíamos. “Para ver si cae parado”. De la azotea a las jaulas, el minino descendió. Siempre las patas hacia el piso. Cayó sobre las jaulas de tender del edificio de al lado, y sin siquiera chillar bajó de ahí y se fue, corriendo. Gastó una de sus vidas. Me arrepiento de haber sido testigo.
Llegará el día en el que ya no existan más Scoobys o Huellitas,ni adolescentes que jueguen como lo hicimos con ese gato. Cuando el amor y el respeto sean la norma, no la excepción. Pero hasta que llegue ese momento, levantemos nuestras voces, movamos nuestras manos, y luchemos por aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos.
Porque si hay algo de lo que no debemos avergonzarnos, es de sentir y actuar por amor a todos los seres vivos. Si estamos en este mundo que no sea para ver cómo nuestros semejantes atormentan a esos pequeños mientras solo miramos con asombro, dolor y un nudo atorado en la garganta.
¿En serio a esto venimos a la Tierra?
Nos corresponde evolucionar. ¿Estamos listos?
Edición impresa, página 11.
Falta de atención es de los casos más frecuentes
Los tipos más comunes de abuso hacia los animales en México incluyen la negligencia (falta de atención médica adecuada, alimento, agua o refugio), el abuso físico y la violencia extrema (tortura, mutilación, matanza). Muchos animales también sufren en situaciones de abandono.
Uno de estos casos ocurrió en Nezahualcóyotl, Estado de México recientemente, pues encadenada a la soledad bajo el sol abrasador, sin agua ni alimento, Akira, una perrita mestiza, soportó una tortura despiadada.
Cuando el alivio llegó en forma de rescate, los efectos del maltrato ya habían dejado su huella indeleble.
Akira ahora necesita cirugía para tratar las quemaduras en sus almohadillas, y daño en el riñón.
Desde junio de 2017, la Ley General de Vida Silvestre en México prohíbe el uso de animales salvajes en circos. En 2020, la Ciudad de México prohibió la venta de animales en mercados y tiendas de mascotas. Sin embargo, las leyes y su implementación varían en cada entidad.
Las sanciones por maltrato animal también varían. En la Ciudad de México, los actos de crueldad pueden ser castigados con multas y hasta con cuatro años de prisión. En otros estados, las penas son menores.
En 2018, 57% de los hogares en México tenían al menos una mascota. Sin embargo, en muchos casos, no reciben cuidado ni atención.
Pedro Díaz
Maltrato animal, la chispa que detona violencia social
El maltrato a los animales es un comportamiento que no debe ser ignorado. A menudo, se presenta como un oscuro indicador de futuros comportamientos violentos y criminales, según la Asociación Americana de Psicología (APA).
La APA identifica la crueldad hacia los animales como uno de los elementos de una inquietante “tríada de la violencia”, que incluye también la enuresis a una edad avanzada y una obsesión con los incendios.
Los profesionales de la salud mental y las fuerzas del orden ven estos comportamientos como señales de alarma de posibles actos graves de violencia interpersonal en el futuro.
Asimismo, asesinos en serie notorios como Ted Bundy, David Berkowitz (conocido como “El Hijo de Sam”) y Jeffrey Dahmer, todos compartían una historia común: el maltrato animal durante su juventud.
Además, se ha documentado una correlación alarmante entre el maltrato animal y la violencia doméstica. Los agresores a menudo amenazan, dañan o matan a las mascotas como un medio para ejercer control y manipulación emocional sobre sus víctimas. Muchas personas, temerosas de abandonar a sus abusadores, a menudo citan su preocupación por el bienestar de sus mascotas como una barrera para escapar.
No todos los que maltratan a los animales se convertirán en personas violentas. Sin embargo, la crueldad hacia los animales es un fuerte indicador de potencial capacidad para la violencia y, como tal, merece ser tomado en serio. Este reconocimiento es esencial para ayudar a identificar y prevenir futuros actos de violencia y crimen en nuestra sociedad.
Excélsior