Pertenecer a una organización delictiva y ser famoso es, por naturaleza, una contradicción que ha llevado a más de un capo, lugarteniente o sicario a pasar el resto de su vida -o una gran cantidad de ella- en prisión.
A lo largo de la historia del narcotráfico en México, grandes líderes como Ismael El Mayo Zambada han apostado por mantener un perfil bajo que les permita mantenerse fuera del radar de las autoridades, sin embargo, muchos otros integrantes de grupos delictivos han buscado infiltrarse en altas esferas de poder y reconocimiento del país.
Ya sea en la política o en la farándula, son múltiples las historias que dan cuenta del desastroso desenlace que conlleva combinar el mundo del narcotráfico con el de los espectáculos, tal y como sucedió con el Cártel de Los Beltrán Leyva durante la primera década de los años 2000’s.
Los hermanos Beltrán Leyva y su fascinación por la socialité
El nombre de Arturo Beltrán Leyva -o su alias El Barbas– ha sido relacionado en más de una ocasión con el de conductoras o actrices mexicanas.
Desde Galilea Montijo y hasta Ninel Conde fueron mencionadas por la periodista de investigación, Anabel Hernández, como dos de las famosas que sostuvieron encuentros con el que se consolidó como uno de los capos del narcotráfico más poderosos de México.
Y es que tanto El Barbas como sus hermanos Héctor y Alfredo encabezaron una meticulosa red de tráfico de drogas que se extendió desde Centroamérica a México y Estados Unidos.
Fue así como en alianza con su primo, Joaquín El Chapo Guzmán, tanto el Cártel de Sinaloa como el Cártel de los Beltrán Leyva se ubicaron en la cúpula del narcotráfico del país, obteniendo millonarias ganancias pero también dejando a su paso una incesable ola de violencia cuyos estragos prevalecen hasta la actualidad.
Diversas investigaciones periodísticas y testimonios de allegados al clan de los Beltrán Leyva describen a los hermanos como hombres con porte, carácter volátil, de gustos ostentosos y con una personalidad lo suficientemente cautivadora como para ser los encargados de asociarse y pagar millonarios sobornos a autoridades de los tres niveles de gobierno.
En aquellos años, su origen humilde y la ranchería de La Palma que los vio nacer en Badiraguato, Sinaloa quedaron atrás. Mansiones, ropa de las marcas más exclusivas, joyas y exóticas comidas habían pasado de ser sueños a convertirse en su día a día. No fue suficiente, querían más.
El Cártel de los Beltrán Leyva es quizá el que más ha destacado en la historia del narcotráfico en México por los vínculos que sostuvieron con diversas personalidades del mundo de los espectáculos ya que, en su afán de buscar legitimación social y el reconocimiento de su poder, lograron encontrar un equilibrio entre su carrera criminal y su gusto por la socialité mexicana.
‘El H’ y Clara Elena: del narcotráfico al espectáculo
El gusto por las mujeres más bellas y reconocidas de la farándula mexicana que tenía Arturo Beltrán Leyva ha sido recuperada por distintos medios de comunicación en diversas ocasiones, no obstante, El Barbas no era el único de los hermanos en aspirar a pertenecer a las élites más exclusivas del país.
De acuerdo con información obtenida por Anabel Hernández y plasmada en su libro Los Señores del Narco, Héctor Beltrán Leyva y su esposa Clara Elena Laborín poseían el perfil ideal para desempeñar el papel de “publirrelacionistas” de la organización delictiva.
“Héctor Beltrán Leyva siempre estaba pendiente de los políticos que destacaban en sus campañas electorales, en los estados donde operaba su hermano. Su responsabilidad era acercarse a ellos y financiar sus actividades proselitistas, para que cuando ganaran, la organización delictiva fuera beneficiada”, describió Anabel Hernández al hermano de Arturo conocido también como El H o El Elegante.
Por su parte, Clara Elena Laborín, dio un salto de certámenes de belleza en Sonora, a ser esposa de un capo del narcotráfico, una historia común dentro del hampa del país. No obstante, la joven también tenía una fascinación por la farándula la cual, combinada con el poder y estatus que las millonarias e ilícitas ganancias de su marido le generaron, lograron acercarla a un reconocido presentador de la época.
Francisco Ocaña Pradal: mánager de famosos y del narco
En una reconstrucción de hechos realizada por Anabel Hernández y plasmada en su libro Los Señores del Narco, se expuso cómo la esposa de Héctor Beltrán Leyva lo convenció de formar su propia empresa llamada Rotceh Noticias y Espectáculos S.A de C.V y, para ponerla en marcha, Clara Elena invitó a trabajar a Guillermo Francisco Ocaña Pradal, quien en aquella época ya era un reconocido representante de artistas.
“Ocaña Pradal, mejor conocido como Ocañita, tuvo la habilidad de combinar sus negocios en el mundo del crimen organizado con los de la farándula y los círculos sociales más selectos de México […] En los años noventa fue representante de los artistas más populares de la época: Alejandra Guzmán, Juan Gabriel, Tania Libertad, Gloria Trevi, Laura León y Magneto”, se lee en una parte del polémico libro Los Señores del Narco de Anabel Hernández.
Francisco Ocaña Pradal también fue conductor de un programa de espectáculos de Televisa, además de ser el encargado de coordinar un evento en el Zócalo de la Ciudad de México para homenajear a la actriz Salma Hayek que recién había sido nominada en la categoría de Mejor Actriz en los premios Óscar.
Además de su cercanía con actores, actrices y cantantes más populares, al reconocido mánager también se le llegó a ver actos sociales a lado de políticos como el ex presidente Enrique Peña Nieto o Dolores Padierna.
Poco a poco, las labores que el reconocido mánager de artistas realizaba para Héctor Beltrán Leyva y su esposa se diversificaron al punto de ser el encargado de realizar trámites de derechos de autor y hasta lavar el dinero que la organización delictiva obtenía del tráfico de drogas y el sinfín de actividades ilícitas que perpetraban.
Fue en abril de 2005 cuando, tras la aprehensión de dos de sus cómplices en España, el Ministerio del Interior del país Europeo señaló a Francisco Ocaña Pradal de encabezar una red de movimiento de dinero ilegal.
La Administración para el Control de Drogas (DEA, por su siglas en inglés) también identificó al reconocido mánager como parte de una red de lavado de activos que operaba para el Cártel de los Beltrán Leyva por lo que emitieron una denuncia que provocó el despliegue de un operativo de la entonces Procuraduría General de la República (PGR) en Tecamalchalco, Estado de México que culminó con la detención de Ocañita.
En enero de 2006, el representante de famosos y socio de Héctor Beltrán Leyva ingresó al Reclusorio Oriente de la capital mexicana para enfrentar cargos como delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita y delitos contra la salud.
“Cuando los hermanos Beltrán Leyva formaban parte de la organización encabezada por Joaquín Guzmán Loera, las actividades de Ocaña Pradal quedaron impunes pese a las pruebas que había en su contra. Al poco tiempo salió libre”, señala Anabel Hernández.
Fue hasta abril de 2010, cuando Arturo Beltrán Leyva ya había sido abatido y La Federación se rompió, cuando autoridades mexicanas lo reaprehendieron y acusaron de los mismos delitos que años atrás.
Si bien los romances de Arturo Beltrán Leyva son los que han acaparado una mayor atención mediática, lo cierto es que sus hermanos -y cuñadas- también tuvieron esa fascinación por la socialité mexicana que, poco a poco, figuró como un “talón de Aquiles” para el declive de la organización delictiva.
Milenio