LA CHISPA TARDÍA

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar

Por Jesús Aguilar

En un encarnizado  intercambio que ofreció una prístina visión de la profunda polarización de México, exacerbada por la retórica política de décadas de Andrés Manuel López Obrador y el control de la narrativa actual a través de la poderosa “mañanera”, el segundo debate presidencial cristalizó un punto central de discordia: el papel de la empresa privada en el desarrollo nacional.

Xóchitl Gálvez abogó apasionadamente por dar seguridad jurídica a las empresas, destacando su potencial para impulsar el crecimiento económico y la prosperidad. Destacó la extorsión como uno de los principales impedimentos para los empresarios, atribuyéndola a la delincuencia perpetuada bajo un gobierno cómplice.

Sin embargo, Claudia Sheinbaum se esforzó por librarse de las acusaciones de estar asociada a un “narcopartido”. En particular, se abstuvo de defender a aliados cercanos del presidente López Obrador implicados en escándalos de corrupción, como señaló Gálvez.

El debate giró principalmente en torno a cuestiones económicas, salpicadas de ataques personales. Gálvez abogó por revitalizar las rondas petroleras y la participación privada en la generación de energías limpias, lo que contrasta fuertemente con el alineamiento de Sheinbaum con las políticas energéticas de López Obrador.

Sheinbaum defendió la cancelación del NAIM de Texcoco pero titubeó cuando se le presionó sobre temas como el colapso del Metro, la alta polución del aire en la Ciudad de México, y evidentemente del agua, inclusive no se quiso beber el liquido contaminado que presentó en un frasco Gálvez analizado por laboratorios y cuya veracidad dijo estaba avalada por un notario público, en cambio Sheinbaum tragó saliva. Se presentó como continuadora de la agenda energética de López Obrador, mientras que Gálvez propuso reintegrar a la empresa privada en la generación de electricidad para atraer inversiones y proporcionar energía asequible.

Mientras Sheinbaum citó iniciativas como los proyectos de energía solar, Gálvez criticó la ineficiencia y el favoritismo asociados a los proyectos gubernamentales, ejemplificados por la planta de Puerto Peñasco. Cuestionó la falta de transparencia y distribución equitativa de los recursos, alegando amiguismo dentro del grupo gobernante.

Ambos candidatos hicieron propuestas, con Gálvez abogando por la participación del sector privado y la responsabilidad fiscal, en contraste con las vagas explicaciones de Sheinbaum sobre las fuentes de financiación. Entre insultos y acusaciones, Sheinbaum defendió su trayectoria, aunque Gálvez la acusó de desinformar y engañar.

En el fragor del debate, Sheinbaum hizo afirmaciones engañosas sobre el crecimiento económico y la creación de empleo durante la administración de López Obrador. Sin embargo, Gálvez rebatió estas afirmaciones, citando estadísticas que indicaban unos resultados económicos mediocres en comparación con administraciones anteriores.

En general, el debate subrayó las marcadas diferencias ideológicas entre los candidatos y el intenso escrutinio que rodea el legado de López Obrador, arrojando luz sobre las complejidades del panorama político de México y los retos a los que se enfrenta su futuro liderazgo. La chispa sí se encendió, Xóchitl hizo lo que debía, el problema es que la ausencia de respuestas, o el cotejar los datos duros que Claudia se sabe como fórmula de álgebra en secundaria no inciden como necesitaría la oposición para cambiar las cifras, pero  sí alientan el desgaste del sistema que se quiere preservar a base de mentiras abiertas u omisones.

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