En las últimas cuatro semanas, al menos 25 migrantes han perdido la vida en la frontera entre México y Estados Unidos, según informaron activistas el viernes. Los incidentes incluyen ahogamientos en canales y el desierto, con reportes alarmantes de cuerpos descubiertos en condiciones extremas de calor.
Ciudad Juárez y El Paso, Texas, han sido escenarios especialmente trágicos, con varios cuerpos recuperados recientemente. La cooperación entre autoridades mexicanas y estadounidenses fue crucial para recuperar un cuerpo que cayó desde el muro fronterizo. En el estado de Chihuahua, otro migrante fue encontrado sin vida debido al calor del desierto.
El pastor Francisco González, director de albergues locales, atribuyó estas muertes a las estrictas políticas migratorias que han intensificado la vigilancia en la frontera. Criticó los cambios frecuentes en las leyes que obligan a los migrantes a buscar rutas cada vez más peligrosas.
Estas tragedias coinciden con una disminución del 40% en los arrestos de migrantes en la frontera sur de Estados Unidos desde que el presidente Biden implementó nuevas restricciones de asilo. Mientras tanto, el presidente mexicano López Obrador destacó una reducción del 72% en los arrestos, atribuyéndolo a la colaboración con Estados Unidos.
Activistas como Rosa Mani Arias de la organización Avara lamentaron la falta de acción efectiva ante el aumento de muertes. Subrayaron la urgencia de informar a los migrantes sobre los riesgos del desierto, declarado la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo por la OIM.
El impacto humano de estas tragedias es profundo, dejando sueños truncados y familias en la incertidumbre respecto al paradero de sus seres queridos desaparecidos.
