DESPEDIDA CON TUFO DE DICTADOR

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar
Por Jesús Aguilar.


Cierra la puerta López Obrador de su sexenio ante un nuevo acto masivo de auto complacencia inédita, y realizando una “consulta popular” entre su feligresía por el álgido tema de la reforma judicial al tiempo de que miles de estudiantes viven su primer despertar político tomando calles de todo el país repudiando lo que no supimos antes contener.
El Presidente pronunció ayer en el Zócalo un discurso cargado de falsedades, posiblemente el más cínico de su mandato, respaldado por una multitud que aprobó a mano alzada la reforma al Poder Judicial. Mientras tanto, en Reforma e Insurgentes, miles de estudiantes comenzaron lo que promete ser una larga lucha por la restauración del Estado de derecho y las elecciones libres en México.
¿Cuánto tiempo más soportaremos la arrogancia y arbitrariedad de Morena? Es incierto. Sin embargo, toda maratón empieza con un primer paso, y ayer los jóvenes lo dieron.
En su discurso, previo al supuesto retiro, López Obrador destacó dos aspectos de su gobierno que nunca estuvieron en su plataforma de campaña: el poder otorgado a los militares, presentado como un reconocimiento a los secretarios de Defensa y Marina, y la erosión del Poder Judicial.
Eventualmente, Morena perderá las elecciones, ya sea por el desastre económico al que nos llevan o cuando los subsidios directos que se entregan a millones den paso a nuevas demandas sociales. En ese momento, necesitarán el respaldo militar para aferrarse al poder, como sucede en Venezuela.
La destrucción del Estado de derecho, para entregar la justicia “al pueblo”, ya se manifiesta en las decisiones de los tribunales electorales. El TEPJF, salvo la honorable excepción de la magistrada Janine Otálora, otorgó a la coalición liderada por Morena una sobrerrepresentación de casi el 20% en la Cámara de Diputados. No interpretaron la Constitución, afirman, pero es claro que interpretaron la voluntad del Presidente, como lo dejó claro la secretaria de Gobernación. Así será la justicia: la voluntad del Presidente será la voluntad del “pueblo”, y su palabra será la ley.
Este es el credo de las dictaduras.
El fallo del Tribunal Electoral de la Ciudad de México, que despojó a Alessandra Rojo de la Vega de su triunfo electoral a favor de la hija del influyente Ricardo Monreal, es un ominoso ejemplo de esta tendencia.
Algunos argumentan que no se puede hablar de dictadura porque los periodistas pueden expresarse libremente y existen partidos de oposición. Pero estos son los mismos que permitieron a López Obrador violar la ley para ser candidato a jefe de Gobierno, que restaron importancia a sus declaraciones de mandar “al diablo las instituciones”, que marcharon para perdonarle la violación a un amparo y que cambiaron las leyes electorales cuando un anuncio en televisión alertó sobre el peligro que representaba para México.
A ellos, con su “corrección política” frente a un dictador en formación, López Obrador les ha demostrado que para él “la ley es la ley” solo cuando le conviene.
¿No es esto una dictadura? Puede que no como las de los años 70, donde los dictadores llegaban al poder por la fuerza. Pero con la apropiación de la mayoría calificada en el Congreso y la aprobación de un paquete de reformas por esa mayoría ilegítima, sí lo es. El gobierno irá apretando el control según lo dicten las circunstancias, y pronto tendrá en sus manos todos los instrumentos necesarios para hacerlo.
Los partidos de oposición serán meros testimonios, un adorno para que el régimen pueda afirmar en el exterior que en México hay democracia. El gobierno podrá encarcelar a sospechosos de fraude fiscal, sin juicio, solo por sospechas, lo que será un grillete a las libertades ciudadanas.
¿Quién se atreverá a enfrentar a quien tiene el poder legal para encarcelar a cualquiera sin juicio? Cuando un ciudadano sea llevado ante un juez, este podría estar encapuchado para que no se sepa quién dicta la sentencia.
El control de los viajes dentro del país, así como de las salidas al extranjero por carreteras, puertos y aeropuertos, estará en manos de los soldados, al igual que las aduanas y las calles. Las llaves del país estarán en manos de las Fuerzas Armadas.
Ya hemos visto que la expansión descomunal de las atribuciones del Ejército no es para garantizar la seguridad de los ciudadanos, aunque López Obrador haya mentido diciendo que la criminalidad y otros delitos han disminuido. Prácticamente todo lo que dijo fue una mentira.
Frente a este asalto de mentiras, al control de los tres poderes y al protagonismo sin precedentes de las Fuerzas Armadas, los estudiantes y trabajadores del Poder Judicial tendrán que luchar durante años en defensa de una judicatura independiente, una democracia fuerte y un país libre.

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