La sociedad estadounidense ha sido testigo de tristes incidentes protagonizados por menores de edad que, al tener acceso a armas de fuego, han resultado en desenlaces trágicos. Uno de estos casos es el de Carly Madison Gregg, que ha generado gran conmoción.
En marzo, Carly, de solo 14 años en ese momento, disparó a su madre, Ashley Smyle, de 40 años, en su casa en Mississippi. Usando una Magnum .357, la joven entró en la habitación de su madre y le disparó tres veces. Tras el ataque, llamó a su padrastro, Heath Smylie, de 39 años, preguntándole cuándo llegaría a casa. Cuando él llegó, Carly lo atacó a quemarropa, aunque él logró sobrevivir. Al intentar escapar, fue detenida, y se dice que la menor contó a sus amigas lo que había hecho.
Durante el juicio, Carly no mostró arrepentimiento por sus acciones y lloró solo al enterarse de que había sido declarada culpable de homicidio, intento de homicidio y alteración de la evidencia. El jurado, tras evaluar las pruebas presentadas, determinó que la joven debía enfrentar una cadena perpetua.
El fiscal de distrito, Bubba Bremlett, comentó que, aunque el caso era complicado debido a la edad de Carly, era necesario proteger a la sociedad. Afirmó que Carly era “malvada” y que merecía estar en prisión de por vida. A pesar de su corta edad, enfatizó que el mal puede manifestarse en formas inesperadas, incluso en personas jóvenes.
El equipo legal de Carly tiene la opción de apelar el veredicto, aunque su defensa no fue efectiva. Argumentaron que la menor no estaba en su sano juicio y que necesitaba ayuda psiquiátrica.