El Radar
Por Jesús Aguilar @jesusaguilarslp
Lo dijimos a tiempo y lo están haciendo…
México como lo conocíamos está crujiendo, se está destruyendo a sí mismo.
No podemos hacer un deslinde de responsabilidades sin asumir las nuestras, como mexicanos, como parte de una familia, como parte de una comunidad, en nuestros trabajos, profesiones, en nuestro círculo social, nos perdimos en la trampa, caímos todos, incluso los que nos la tendieron. No hicimos lo suficiente, preferimos subir la discusión en cafés, bares y redes sociales.
La oposición política es un tinglado de impresentables que no dieron la talla requerida para la hora, siguen sin darla.
Pero ellos, ¿qué hay con ellos?
Hoy los luchadores de la oposición clásica de México, los López Obrador, los Cárdenas, los Noroñas y Monreales, los Ebrards y las Ifigenias transmutaronm bueno, la última mejor pasó a mejor vida.
El poder maldito, el poder corruptor los capturó finalmente y resucitó el dinosaurio, tal y como narra la saga de Jurassic Park, renacieron, dominan y hoy tienen nuevas especies más duras, más rápidas, con menos consciencia del fondo de la lucha y desafortunadamente también llevan en sus venas un ADN más sangriento y un mayor espíritu depredador.
En las recientes horas de este viernes 25 de octubre el Senado aprobó con 85 votos a favor y 41 en contra la ley llamada de Supremacía Constitucional.
Hoy México tiene un nuevo candado para que la constitución pueda ser impugnada.
Y mucho ojo, la Senadora priísta Cynthia López Castro no votó, se esfumó sigilosamente a la hora de la hora y el bloque cuatroteísta logró la mayoría calificada.
¿Qué significa esto en lo práctico?
Significa que se está aprobando de forma autoritaria que no haya ningún contrapeso posible en el país. Que lo que ahora generaron 36 millones de votos, de 100 millones posibles, les ha dado el derecho de está endosarse la factura completa del país.
En la obsesión por aterrizar la reforma judicial que en poco ayudará a que México sea más justo y que más bien tiene una oscura intención de controlar y someter al Poder Judicial de la misma manera que ya lo hacen con la borregada tombolera que ocupa la mayoría de los espacios en el Congreso de la Unión.
Pero el caos es general, no solo legislativo, jurídico y constitucional, los mundos en crisis colisionan.
El mismo día que esto sucedió, 2 coches bombas estallaban en Guanajuato, los legisladores de MORENA y sus aliados arropaban en San Lázaro al Gobernador de Sinaloa Rubén Rocha Moya, vinculado por investigaciones de la SEDENA y de la DEA en actividades ilícitas en su estado a horas de que se generó el enfrentamiento más cruento de lo que lleva este incipiente sexenio en contra de la estructura del Mayo Zambada con 19 muertos y un capo de alto impacto, “El Max” detenido. Los testimonios periodísticos que han dado cuenta de la extraña correlación del Obradorato con el Cártel de Sinaloa, con la madre y los hijos del Chapo no son parte de una caja china, en la puntilla del caos recordamos que el propio Mayo y sus abogados le pusieron el dedo a Rocha en la carta que narra hechos que la propia Fiscalía General de la República terminó por conceder.
¿Un narco-gobernador señalado por un narco contrario? ¿Un video de la Fiscalía Sinaloense como testimonio del asesinato del rival del Gobernador falso? ¿Una Fiscalía General de la República rectificando? Una historia de contrasentidos que ubican otra vez a la 4T en un absoluto extravío de la razón, atorontados por sus circunstancias, intoxicados de poder.
En palabras de Maquiavelo: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.” Esta frase captura la fachada que hoy los nuevos súper poderosos del poder polítcoproyectan, una apariencia cuidadosamente construida para encubrir la realidad.
Al amparo de esta imagen pública, los dirigentes pueden justificar decisiones que perpetúan su control y silenciar las voces de quienes intentan cuestionarlos.
Aquí está la clave de su nuevo estatus, el de un “Estado autoritario democrático”, en el que basta acudir al axioma, decidimos así porque “el pueblo quiere”.
Bienvenidos a un país en el que las elecciones mantienen una formalidad democrática, pero los resultados se ven anulados por el poder absoluto que reside en las élites que controlan las instituciones. Los ciudadanos nos hemos convertido en mudos testigos de un espectáculo democrático que, en el fondo, oculta un juego de poder reservado solo para algunos.
Y lo que viene… antes de terminar el año la 4T reforzada, usando su hiper poder eliminará los organismos autónomos y con ellos también el derecho ganado por las mayorías silenciosas que en décadas empujamos la transparencia y una rendición de cuentas clara.
Las “nuevas” instituciones que estas élites construyen operan bajo un sistema parasitario que mina los recursos del país, a costa de una ciudadanía desinformada o desalentada.
Hoy el nuevo modelo no combate realmente la corrupción, (el hijo señalado de tráfico de influencias de AMLO es el “segundo de a bordo” en MORENA), usa a los ciudadanos en una evidente pérdida de sensibilidad ante el bienestar social.
Este tipo de prácticas, que involucran desde la compra de influencias hasta la manipulación del sistema judicial, consolidan una estructura de poder que no tiene reparos en sacrificar la justicia a cambio de estabilidad política para sus ambiciosos líderes.
México está en un momento de crisis que demanda un liderazgo diferente, uno que apueste por el bien común y rechace las gratificaciones de corto plazo que empujan a la corrupción.
Claudia no manda, ojalá despierte y entienda que puede llevar aún al país a un mejor lugar, porque la ruta que le dejaron es apocalíptica.
Montesquieu decía que: “donde el abuso de poder es una inclinación natural en quienes no encuentran límites en su camino”.
La autocracia democrática, tal como parece perfilarse en México, es un recordatorio inquietante de la delgada línea entre la democracia y el autoritarismo.
Sin barreras que equilibren el poder, el país corre el riesgo de caer en un ciclo de abusos y desigualdad. La historia ha mostrado que aquellos que gobiernan sin virtudes y sin escrúpulos terminan erosionando la sociedad.
La pregunta para México ahora no es solo qué dirección tomará, sino si sus líderes y ciudadanos seremos capaces de rescatar una visión de poder basada en el respeto mutuo, la justicia y el bien común.