El tráfico de especies se posiciona como el tercer crimen organizado más lucrativo a nivel global, después de las drogas y armas.
San Luis Potosí se mantiene como uno de los estados líderes en México en el comercio ilegal de vida silvestre. Diversos factores, como la ubicación del semidesierto en el altiplano, la pobreza extrema en algunas comunidades y la creciente demanda de fauna y flora silvestres, han convertido al estado en un epicentro de esta problemática que desde hace décadas intentan combatir distintas instancias federales.
Entre las especies más afectadas por este comercio se encuentran animales como víboras de cascabel, culebras, venados cola blanca, coyotes, linces, zorrillos, búhos, cenzontles, ajolotes, tarántulas, iguanas y hasta cocodrilos y tortugas. Estas últimas son principalmente traficadas en la región de la Huasteca. Por otro lado, las cactáceas, sotoles y palmas también figuran entre las plantas más comercializadas ilegalmente.
El mercado para estas especies incluye usos ornamentales, consumo humano, aplicaciones medicinales, mascotas e incluso amuletos, lo que incentiva la demanda y perpetúa el tráfico ilegal.
Esfuerzos para combatir el problema
Las autoridades han implementado operativos en puntos estratégicos como el aeropuerto internacional Ponciano Arriaga y carreteras principales, destacando el tramo de Charco Cercado, en Guadalcázar. Estas acciones buscan frenar la cadena de tráfico que opera con frecuencia en la región.
Organismos como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), la Procuraduría General de la República (PGR) y la Policía Federal trabajan en conjunto para combatir este delito. Entre sus estrategias se encuentran programas de capacitación en comunidades para promover la venta legal de fauna y flora, aunque estos esfuerzos suelen ser rechazados por los habitantes que prefieren continuar con la práctica ilícita.
El papel de las redes sociales y los tianguis
Un desafío creciente en esta problemática es la venta de fauna silvestre a través de redes sociales, donde las transacciones se realizan sin supervisión ni regulación alguna. Además, los tianguis y mercados locales son puntos frecuentes para el aseguramiento de especies como tarántulas, ajolotes e iguanas, que suelen ser llevadas al zoológico del parque Tangamanga I para su resguardo temporal o definitivo.
Impacto ambiental y social
El tráfico de vida silvestre genera desequilibrios ecológicos graves, como la fragmentación de hábitats y la pérdida de biodiversidad. México, reconocido por su rica diversidad de reptiles, mamíferos, anfibios, aves y flora endémica, enfrenta una disminución alarmante de especies con alto valor comercial.
Por otra parte, los animales traficados suelen padecer problemas de salud y comportamientos anormales, lo que lleva a muchos compradores a abandonarlos en condiciones inadecuadas. Estas acciones agravan el problema, tanto para los ecosistemas como para los propios animales.
Según el World Wildlife Fund (WWF), el tráfico ilegal de especies es la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el planeta y el tercer crimen organizado más significativo en el mundo, después del narcotráfico y el comercio de armas.
El combate a este delito requiere una colaboración constante entre autoridades, comunidades y consumidores, para detener una actividad que amenaza tanto a los ecosistemas como al bienestar de las especies traficadas.