El motín que ocurrió en un penal de Villahermosa, Tabasco, la madrugada del jueves dejó un saldo de siete reclusos fallecidos y diez heridos, incluidos cuatro policías. La confrontación se desató cuando fuerzas estatales y federales intentaron trasladar a dos presos y fueron recibidos con disparos y acciones de resistencia por parte de los internos. Además de los enfrentamientos, los reclusos también generaron obstáculos al prender fuego a muebles y basura dentro de la cárcel.
El incidente ha generado un fuerte interés en las autoridades, que ahora investigan tanto el operativo de traslado como la presencia de armas dentro del penal. Durante la intervención, se decomisaron un fusil AR-15, cinco pistolas, una granada de fragmentación, 23 machetes, 14 cuchillos, 23 armas blancas caseras, 35 cartuchos de diferentes calibres, cinco radios, siete teléfonos móviles y drogas.
Claudia Sheinbaum, la presidenta de México, ha señalado que se están evaluando las acciones del operativo y se está investigando cualquier posible colusión o falla en el proceso. Este motín es un ejemplo más de los problemas de seguridad y hacinamiento que persisten en el sistema penitenciario mexicano, un desafío que ha empeorado con el tiempo y que refleja la falta de recursos y supervisión en el sistema carcelario del país.