María Ruiz
Casa Orquídea no es solo un espacio físico; es un hogar, una oportunidad y una esperanza para las personas LGBTQ+ en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, este proyecto social está en riesgo de desaparecer no por falta de amor o voluntad, sino por prejuicios que no deberían tener cabida en pleno 2025.
Francisco Olvera, presidente de Casa Orquídea, relató la realidad que enfrenta la organización: la propietaria del inmueble donde operan no renovará el contrato de arrendamiento.
La razón, según Olvera, es dolorosa, ya que los vecinos y la dueña no ven con buenos ojos que en este lugar se brinde comida y refugio a personas en situación de pobreza y además que pertenezcan a la comunidad LGBTQ+.
“Quieren que aquí viva una familia ‘normal’. ¿Entonces qué somos nosotros? ¿Marcianos?”, cuestionó, además de señalar que la discriminación aún pesa sobre las iniciativas que buscan construir un mundo más justo e inclusivo.
Desde 2022, Casa Orquídea ha brindado refugio a 42 personas y alimenta a más de 60 diariamente; una labor titánica que se mantiene a flote gracias al esfuerzo personal de Francisco y su familia.
“No tenemos un ingreso fijo, vivimos al día. Este trabajo no me pesa, pero no tener un lugar dónde hacerlo es devastador”, expresó.
La ciudad pierde si Casa Orquídea se cierra, dijo. Pierden las personas que encuentran ahí una oportunidad para rehacer sus vidas. Pierden quienes se alimentan en su comedor.
“Pero también la sociedad pierde cuando permitimos que la intolerancia desplace la solidaridad”, agregó.
Francisco pide ayuda no solo para encontrar una casa, sino para sostener este refugio que representa tanto para quienes no tienen nada más.
“¿Podremos, como sociedad, demostrar que somos mejores que los prejuicios que nos quieren dividir? Necesitamos su ayuda, queremos ver que este proyecto siga teniendo vida, sobre todo para quienes más lo necesitan”.