Letras económicas
Por José Claudio Ortiz
Hoy quiero hablarles de algo que seguramente les suena familiar: ¿qué es lo que realmente mueve nuestras decisiones cuando se trata de gastar, ahorrar o invertir nuestro dinero? Si alguna vez pensaron que la economía era solo números y gráficas, prepárense para descubrir que en realidad tiene mucho que ver con “nosotros mismos”, con nuestros gustos, deseos y necesidades.
Imaginen esto: están frente a dos opciones para cenar esta noche. Por un lado, una pizza gigante cargada de queso mozzarella. Por otro, una ensalada fresca pero más cara. La pizza es deliciosa, pero tal vez esa ensalada promete ser “mejor” para su salud. Ahora bien, ¿qué eligen? Aquí entran en juego sus gustos (“me encanta la pizza”), sus deseos (“quiero comer sano”) y sus necesidades (“mi presupuesto no da para tanto”). Y créanme, este pequeño dilema diario refleja muchas de las decisiones económicas que tomamos.
Primero, hablemos de los gustos. Todos tenemos preferencias únicas. A unos les fascina el café gourmet; otros prefieren el café instantáneo porque es más barato. Pero aquí está el punto interesante: esos gustos no son fijos. Están influenciados por cosas como la publicidad, las redes sociales o incluso lo que hacen nuestros amigos. ¿Cuántas veces han comprado algo porque vieron a alguien usarlo en Instagram? No pasa nada, ¡todos lo hacemos! Lo importante es reconocer que estas elecciones no siempre son racionales ni estrictamente necesarias. A veces simplemente nos gusta “sentir” que estamos siguiendo una tendencia.
En términos económicos, estos gustos afectan enormemente cómo fluye el mercado. Las empresas saben muy bien que si logran crear un producto que conecte emocionalmente con nosotros, pueden ganarse nuestra lealtad. Piensen en marcas como Apple o Nike. No solo venden tecnología o ropa deportiva; venden estatus, innovación y estilo de vida. Así que, la próxima vez que compren algo, pregúntense: ¿realmente lo necesito o simplemente me gusta cómo me hace sentir?
Ahora, pasemos al tema de los deseos frente a las necesidades. Esta distinción es clave para entender por qué a veces terminamos gastando más de lo que deberíamos. Una necesidad básica sería algo como comida, vivienda o transporte. Sin embargo, un deseo podría ser ese teléfono último modelo o unas vacaciones exóticas. Ambos son válidos, pero priorizar uno sobre otro depende de nuestras circunstancias.
Aquí entra en juego un concepto importante: la escasez. Cuando los recursos son limitados —como ocurre con muchos jóvenes que empiezan su vida laboral o familias que buscan equilibrar ingresos y gastos—, cada decisión cuenta. Por ejemplo, ¿vale la pena pagar un alquiler alto en una zona céntrica si eso significa sacrificar otras comodidades? O, ¿es mejor optar por algo más económico, aunque implique viajar más tiempo al trabajo? No hay respuestas correctas universales, pero sí debemos aprender a identificar qué es verdaderamente indispensable para nosotros.
Y atención: a menudo confundimos deseos con necesidades. Comprar ropa nueva puede parecer urgente si queremos impresionar en una reunión importante, pero si ya tenemos prendas adecuadas en el armario, tal vez sea solo un capricho disfrazado. Ser conscientes de esta diferencia nos ayuda a tomar mejores decisiones financieras.
Finalmente, no podemos ignorar el papel de las normas sociales. Vivimos en un mundo donde constantemente nos comparan con otros, ya sea en persona o a través de plataformas digitales. Esto crea presión para mantener cierto nivel de vida, incluso si eso implica endeudarnos. ¿Les suena familiar?
Un estudio mencionado en el libro “Buena economía para tiempos difíciles”, de los ganadores del Premio Nobel de ciencias Económicas Esther Duflo y Abhijit V. Banerjee, explica cómo las expectativas sociales moldean nuestras elecciones. Por ejemplo, en algunas comunidades, tener una boda lujosa puede ser visto como un requisito para pertenecer al grupo. Pero ¿a qué costo? Muchas familias terminan endeudándose durante años solo para cumplir con una tradición. Este tipo de dinámicas muestra cuánto influyen factores externos en nuestras finanzas.
Así que, apreciables lectores, reflexionemos: ¿estamos tomando decisiones basadas en lo que realmente necesitamos o en lo que creemos que necesitamos debido a nuestros gustos, deseos o presiones sociales? No se trata de renunciar a todo lo que nos gusta, sino de encontrar un equilibrio inteligente. Antes de hacer una compra significativa, deténganse y piensen: ¿esto me hará feliz a largo plazo o es solo una satisfacción momentánea?
Recuerden, la economía no es solo teoría abstracta. Es una herramienta para entender mejor nuestras propias vidas y tomar decisiones que nos beneficien a corto y largo plazo. Así que, la próxima vez que enfrenten un dilema financiero, recuerden preguntarse: ¿qué tan bien conozco mis gustos, deseos y necesidades reales?
Y bueno, si después de todo esto deciden pedir esa pizza… ¡adelante! Solo asegúrense de que sea una elección consciente.
Les deseo un excelente miércoles y los espero la próxima semana.
@jclaudioortiz