Un clásico mortal: el partido que enfrentó a dos cárteles y dejó 16 muertos en Zacatecas

DEPORTES, MÉXICO, NACIONALES, SCORE

Todo parecía una celebración: familias reunidas, comida, bebidas y hasta porras para apoyar a sus seres queridos. El escenario era el penal de Cieneguillas, en Zacatecas, un lugar que se ha ganado fama por ser uno de los más peligrosos del país. Pero esa tarde del 31 de diciembre de 2019 no fue una celebración común: fue el día en que el narcotráfico organizó su propio clásico de futbol, uno que terminaría en una brutal masacre.

Desde temprano, las autoridades penitenciarias organizaron lo que supuestamente sería una “actividad recreativa” para disminuir las tensiones entre dos grupos criminales rivales: Los Zetas y el Cártel del Golfo. Se trataba de un partido de fútbol amistoso. Pero para muchos internos, como Bernardo, la idea era absurda: juntar a dos bandos enemigos en una cancha sin esperar que terminara mal era como prender fuego en una gasolinera.

Los dos equipos estaban listos: 12 jugadores por lado. El Diablito dirigía a los zetones, mientras que El Mino apoyaba al equipo del Cártel del Golfo. Un custodio que perdió una apuesta se ofreció como árbitro. Durante el primer tiempo, el juego fue lento, aburrido y sin goles. Algunos esperaban que en cualquier momento todo explotara. Y así fue.

En el segundo tiempo, todo se salió de control. Nadie sabe con exactitud cómo empezó: algunos dicen que fue una falta, otros que se pateó el balón a propósito. Lo cierto es que, de pronto, se desató una pelea brutal. Las armas salieron de escondites dentro del penal. Había cuchillos enormes, pistolas, incluso rifles. Las familias corrieron, los custodios, desarmados, también huyeron.

Los enfrentamientos fueron directos, cuerpo a cuerpo. En la cancha se vivió una verdadera guerra. Algunos internos lograron esconderse en la biblioteca, otros en la enfermería. La violencia duró hasta que el Ejército Mexicano llegó, alrededor de las 5 de la tarde. El resultado: al menos 16 muertos. Muchos cuerpos estaban desmembrados, otros no pudieron ser identificados fácilmente.

Lo increíble es que este evento pasó casi desapercibido. La mayoría de los medios no reportaron lo que ocurrió, ya que sucedió en plena celebración de Año Nuevo. El comunicado oficial del gobierno fue breve y sin detalles. El marcador del partido quedó en el olvido. Lo que realmente importó fue la cantidad de muertos.

Un interno recuerda que alguien pateó una cabeza como si fuera el balón. Otro festejaba asesinatos como si hubiera metido goles. La imagen de la cancha con sangre y cuerpos quedó grabada en quienes estuvieron ahí. A la mañana siguiente, el pase de lista y la comida se sirvieron como siempre. Lo único distinto eran las manchas de sangre en la cancha y las caras ausentes.

Cieneguillas es un penal dominado por el crimen. Las armas, las drogas y los celulares son comunes entre los reos. Las autoridades penitenciarias han admitido públicamente que hay pocos custodios, sin equipamiento adecuado. Los internos controlan gran parte de lo que ocurre dentro. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ha calificado esta prisión con una nota reprobatoria.

El detonante de todo fue un conflicto previo: durante una visita, un joven tiró por accidente el refresco de la madre de El Diablito. Aunque la mujer no se enojó, él lo vio como un agravio y mandó golpear al muchacho. La violencia dentro del penal puede estallar por cualquier motivo, incluso por uno tan simple como ese.

Tiempo después, el periodista Óscar Balderas pudo conocer la historia gracias a los testimonios de exinternos como Bernardo, quien ahora está huyendo del Cártel Jalisco Nueva Generación. Junto a otros tres compañeros, compartieron detalles de aquella masacre disfrazada de partido.

La cárcel ha tenido otros episodios igual de alarmantes. En mayo de 2020, doce internos escaparon por un túnel de 50 metros de largo, en plena luz del día. También hubo motines previos y posteriores al partido sangriento. Incluso una iglesia intentó sembrar una huerta con los presos, pero debajo de las plantas escondían armas.

Así terminó el supuesto partido amistoso. Sin goles, pero con una cuenta fatal de 16 muertos. En vez de una celebración de fin de año, lo que vivieron fue una guerra. Una cancha convertida en campo de batalla. Y una cárcel que, lejos de reintegrar a los internos, parece solo perfeccionar el horror.

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