El vacío tremendo que deja Francisco

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El Radar

Por Jesús Aguilar

El pontificado de Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa Francisco, marcó un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica por su énfasis en la apertura, la inclusión y la cercanía con los más vulnerables. No sé si aún estamos listos para procesar la tremenda pérdida y el vacío que dejará en el mundo, ojalá su ejemplo sea un multiplicador de su honesta y humilde postura.

Desde su elección en marzo de 2013, se convirtió en el primer pontífice latinoamericano y desarrolló un estilo pastoral caracterizado por la humildad, el diálogo y una mirada hacia las que llamó atinadamente las “periferias existenciales” del mundo contemporáneo. 

En un contexto global de creciente polarización, donde los discursos extremistas y la desconfianza entre comunidades traspasan fronteras, su figura se erigió como un referente moral que supo conciliar tradición y reforma, sin renunciar a la doctrina fundamental de la Iglesia. 

La partida de un líder con tal autoridad ética y apertura de miras genera hoy un hueco difícil de cubrir, tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Legado de apertura e inclusión

Francisco rompió moldes al cambiar el tono en asuntos sensibles sin alterar la doctrina básica. Su famoso “¿Quién soy yo para juzgar?” ante la comunidad LGBTQ+ condensó un nuevo enfoque pastoral: acompañar y discernir en lugar de condenar. 

Además, abrió espacios de escucha para divorciados vueltos a casar y defendió un trato pastoral a las personas con orientaciones sexuales diversas, promoviendo la puesta en marcha de procedimientos de discernimiento en las diócesis. 

Su insistencia en que la Iglesia debía ser “un hospital de campaña” para los heridos de la vida provocó un giro cultural que trascendió las fronteras religiosas, acercando el mensaje católico a sectores tradicionalmente excluidos y redefiniendo la pastoral social en clave de misericordia y dignidad humana.

Reformas institucionales

El Papa Francisco impulsó profundas transformaciones en la Curia romana y en las finanzas del Vaticano, con el fin de reforzar la transparencia y la rendición de cuentas. 

Creó una comisión de ética para supervisar las inversiones vaticanas, en respuesta a escándalos financieros previos, y promovió la reforma del IOR (Banco Vaticano) para garantizar prácticas más limpias y éticas. Además, su encíclica Laudato si’ (2015) sentó un hito al integrar la ecología integral y el cuidado del “hogar común” dentro de la doctrina social de la Iglesia, lo que no sólo atrajo la atención de los fieles, sino también de líderes políticos y académicos preocupados por la crisis climática. Estas medidas estructurales contribuyeron a modernizar la burocracia eclesiástica y a sentar bases para una gestión más participativa y global.

Liderazgo moral global

Más allá de la esfera católica, Francisco se consolidó como un estadista moral que alzó la voz contra las guerras, la migración forzada y las desigualdades económicas. En sus intervenciones ante la ONU y el Parlamento Europeo, advirtió sobre los riesgos del populismo y la polarización, enfatizando la necesidad de políticas basadas en la inclusión y la protección de los derechos humanos. Asimismo, su constante llamado al diálogo interreligioso y a la cultura del encuentro —inspirado en su devoción a San Francisco de Asís— fortaleció puentes entre comunidades cristianas, judías, musulmanas y de otras tradiciones, reforzando la idea de una fraternidad global como antídoto a los discursos de odio.

El vacío irreparable

En un momento histórico caracterizado por la hostilidad entre bloques ideológicos y la desconfianza en las instituciones, la ausencia de Francisco como líder mundial deja un espacio difícil de llenar. Su capacidad de hablar con autoridad moral, sin rehuir los temas más polémicos, y de tender puentes en medio de la crisis —desde el cambio climático hasta la guerra en Europa del Este— ha sido valorada como un bálsamo para la diplomacia internacional y la cohesión social. Sin su voz, las agendas de paz y justicia social podrían perder un impulso esencial, y el riesgo de que resurjan posturas más rígidas y excluyentes dentro de la Iglesia y en la política mundial se incrementa, evidenciando la magnitud de la pérdida.

Voces de expertos y académicos

El profesor Daniel Álvarez, de Florida International University, subrayó la tristeza que implica la partida de un líder que transformó la Iglesia sin renunciar a su esencia: “Francisco deja un legado de inclusión y una comunidad eclesial más consciente de las periferias existencia. Por su parte, Laura Martínez Otón, secretaria general de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España, destacó la elección de la Casa Santa Marta como signo de su humildad y deseo de una vida papal sencilla: “Su cercanía cotidiana redefine el protocolo papal y acerca la fe a la vida de la gente” Además, el teólogo brasileño Frei Betto reconoció su autoridad moral en el escenario internacional, afirmando que el pontífice actuó como un auténtico estadista ético que puso siempre la dignidad humana en el centro de sus decisiones. Estas miradas coinciden en que, tras su paso, el mundo espera preservar y profundizar en los valores de apertura, misericordia y justicia que proclamó con fuerza.

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