Por Mario Candia
22/04/2025
REQUIESCAT IN PACE La muerte del papa Francisco marca el cierre de uno de los pontificados más singulares y desafiantes de la historia moderna de la Iglesia católica. Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires en 1936, fue el primer papa latinoamericano y el primero de la Compañía de Jesús en asumir el trono de Pedro. Su elección en 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, rompió moldes desde el primer instante. Con un estilo sencillo, cercano, casi anticlerical en las formas, Francisco se propuso sacudir las estructuras vaticanas anquilosadas, enfrentar los escándalos de abusos sexuales con mayor determinación, y poner en el centro del mensaje católico a los excluidos y empobrecidos del mundo.
UN PAPA REFORMISTA Desde el “fin del mundo”, como él mismo dijo aquella noche de su elección, el papa Francisco redefinió la manera en que un pontífice se relaciona con sus fieles. Su encíclica Laudato Si’ alertó sobre la crisis ecológica como un imperativo moral, y su encíclica Fratelli Tutti reclamó una humanidad más solidaria. No obstante, su visión reformista enfrentó resistencias férreas dentro de los sectores más conservadores del clero. Su apertura hacia la comunidad LGBTQ+, la propuesta de ordenar a hombres casados en regiones aisladas, y su esfuerzo por limitar el poder absolutista de ciertos cardenales, lo convirtieron en blanco constante de críticas internas. En muchas ocasiones, su discurso reformador se topó con los límites de una estructura vaticana resistente al cambio.
EL LEGADO El legado de Francisco será evaluado con matices: fue un líder espiritual que incomodó a los poderosos, abogó por la paz frente a las guerras en Ucrania y Medio Oriente, condenó sin matices el capitalismo salvaje, y trató de construir una Iglesia más pastoral que doctrinaria. Sin embargo, también deja pendientes relevantes: la descentralización eclesial que promovió nunca se consolidó, las reformas de la Curia avanzaron a medias, y en temas de abuso clerical aún quedan cuentas sin saldar. Tampoco logró una transformación profunda respecto al papel de las mujeres en la Iglesia, limitándose a gestos simbólicos que no alcanzaron a revertir la exclusión histórica del sacerdocio femenino.
LA VISIBILIDAD DE LOS DESPROTEGIDOS Aun así, es innegable que Francisco reubicó el foco del catolicismo en el Sur Global. Dio visibilidad a las periferias, tanto geográficas como existenciales, devolviendo a América Latina, África y Asia un protagonismo inédito dentro del Vaticano. Su insistencia en que el Evangelio se vive en la calle y no en los palacios rompió con siglos de retórica acomodada. Su papado será recordado como una época de tensiones, pero también de una valiente intención de hacer que la Iglesia caminara junto al pueblo y no por encima de él. Su carisma personal, su honestidad, y su discurso profético, le aseguraron una influencia que trasciende el ámbito eclesiástico y penetra también la política y la cultura contemporáneas.
LA CÓNCLAVE Ahora, con la sede vacante, la maquinaria del Vaticano se prepara para el cónclave. Conforme al protocolo, entre 15 y 20 días después del fallecimiento del pontífice, los cardenales menores de 80 años se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor. El proceso se desarrolla bajo estrictas normas de secreto, con hasta cuatro votaciones diarias, y se requiere una mayoría de dos tercios para nombrar al nuevo papa. La señal al mundo es simple pero simbólica: humo blanco indica que hay nuevo papa; negro, que aún no se ha alcanzado consenso. Mientras tanto, la Iglesia entra en un periodo de reflexión, incertidumbre y expectativas.
HUMO BLANCO Entre los nombres que más suenan como posibles sucesores destacan el cardenal italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, conocido por su habilidad diplomática; Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y figura progresista cercana a los movimientos por la paz; y el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, con amplia experiencia pastoral en Asia y América Latina. También figuran en las quinielas el africano Peter Turkson, con fuerte discurso ambiental, y el conservador Robert Sarah, favorito de los sectores tradicionalistas. La elección de uno u otro revelará hacia dónde quiere dirigirse la Iglesia: si continuará por la senda de la apertura, o si dará un giro hacia posturas más rígidas y ortodoxas.
RECONSTRUIR LA CONFIANZA Sea quien sea el próximo papa, tendrá que lidiar con una institución que aún enfrenta la crisis de credibilidad derivada de los escándalos de abusos sexuales, la pérdida de fieles en Occidente, y las tensiones ideológicas internas. El vacío que deja Francisco no es solo el de un líder carismático, sino el de un pontífice que, con todas sus limitaciones, intentó humanizar a la Iglesia y hacerla menos autorreferencial. Quizá el desafío más grande del nuevo papa no será tanto doctrinal como existencial: reconstruir la confianza en una institución milenaria que, como su último pontífice, se atrevió a incomodar para poder sanar.
Hasta mañana.