ALERTA MÁXIMA: PALACIO CERCADO

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar

Por Jesús Aguilar

La Presidenta Claudia Sheinbaum atraviesa el punto más crítico de su incipiente mandato presidencial. Lo que hasta hace unas semanas era visto como una transición tersa del obradorismo a la “cuarta transformación recargada”, se ha transformado en un laberinto de fracturas internas, descontrol social y señales ominosas del viejo poder que se niega a soltar el bastón de mando.

La muerte trágica de dos colaboradores clave de Clara Brugada, jefa de gobierno de la Ciudad de México y considerada un potencial delfín del nuevo oficialismo, sacudió al círculo cercano del poder. Pero fue el inesperado boicot a la mañanera presidencial, sin precedentes incluso en los sexenios más cuestionados, el que marcó una línea divisoria: por primera vez, el Zócalo fue sitiado con la mandataria dentro, aislada y sin capacidad de maniobra.

“Lo de ayer no fue una protesta más de la Coordinadora, fue un mensaje cifrado, dirigido más a Palenque que a Palacio Nacional”, afirma la politóloga Carla Escoffié, quien subraya que este asedio no es sólo una presión gremial: “Es el ala dura del lopezobradorismo recordándole a Sheinbaum que no gobierna sola”.

El trasfondo es más turbio. La CNTE, históricamente beligerante, ha escalado su presión en forma inédita, cerrando accesos, cercando el Palacio y dejando claro que su músculo logístico y político —patrocinado, según versiones, por gobernadores aliados— puede paralizar la capital sin mayor resistencia institucional.

Expertos como el constitucionalista José Antonio Caballero apuntan a un vacío preocupante: “Estamos ante una presidenta que confundió el respeto al derecho a la protesta con la abdicación del Estado de derecho. No se trata de reprimir, sino de garantizar el funcionamiento de las instituciones”.

El desconcierto es mayor si se considera que Sheinbaum había sido avisada. Mario Delgado, secretario de Educación, le aseguró que las negociaciones estaban contenidas. No fue así. Tampoco funcionó la intervención de Martí Batres ni la de Leticia Ramírez, operadores con evidente desgaste político. La disidencia no sólo se salió del guion: lo reescribió.

Para el analista Rubén Aguilar Valenzuela, el fenómeno es más profundo: “Sheinbaum está pagando el costo de un liderazgo que no ha terminado de construir. Sigue a la sombra de López Obrador, pero ya sin su escudo. Y lo que vimos fue un ensayo de insubordinación coordinada desde el obradorismo radical”.

A esto se suma un clima de sospecha e incertidumbre. La logística detrás del cerco magisterial no se improvisa: 10 mil tiendas, comida, transporte y una inversión cercana a los 30 millones de pesos hablan de un financiamiento robusto y de una movilización calculada. ¿Con qué fin?

Mientras tanto, la mandataria ofrecía su conferencia en un Salón de la Tesorería vacío, transmitida en redes sociales, hablando al aire. 

Una imagen de debilidad que sus adversarios no han tardado en capitalizar. Pero la pregunta de fondo no es si Sheinbaum cederá o resistirá, sino si podrá construir un poder propio mientras sortea los sabotajes internos de una maquinaria política que aún le responde a otro jefe. En estos momentos, no se trata de si se impone a la CNTE, sino de si sobrevive al desgaste que le están imponiendo desde dentro.

El sexenio aún es joven, pero ya muestra señales de fractura. Y cuando las fracturas son internas, el colapso suele venir sin previo aviso.

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