POPOL VUH 173

DESTACADOS, OPINIÓN, POPOL VUH

Por Mario Candia

15/07/2025

CONGRESO PANAMERICANO Hay algo casi religioso en la manera en que la izquierda latinoamericana organiza sus rituales de pureza ideológica. Esta vez no es en Caracas, ni en La Habana, ni en La Paz: es en Palacio Nacional, convertido por unos días en el Vaticano del progresismo hemisférico. Se llama Congreso Panamericano y reunirá a senadores, diputadas, intelectuales y activistas de todas las latitudes —desde Naomi Klein hasta Rashida Tlaib— para celebrar que aún queda gente dispuesta a creer que la izquierda es el lado bueno de la historia. Aunque tenga el gatillo fácil, el corazón blindado y las cuentas públicas bajo llave.

LA IZQUIERDA La ironía no podría ser más elocuente. Esta nueva “internacional de los justos” será organizada por Morena, el mismo partido que militarizó al país, desapareció contrapesos, domesticó a la prensa crítica, persigue jueces y espía periodistas. Una izquierda que abraza al Ejército con fervor bolivariano y reparte la pobreza con eficiencia clientelar, pero que aún se atreve a dar lecciones de ética y democracia desde la capital de un país donde los desaparecidos se cuentan por decenas de miles y la impunidad es ley.

AUTOCRÍTICA Van a hablar de soberanía energética en un país que importa gasolina. De justicia social, mientras millones siguen esperando medicinas. De transición ecológica, en medio de refinerías, trenes devastadores y ríos contaminados. Y de feminismo, claro, aunque sus gobiernos indulten agresores, abandonen refugios o criminalicen a madres buscadoras. Este congreso será, más que un foro, un espejo invertido: una izquierda que no se reconoce en sus fracasos, que huye de toda autocrítica y que convierte sus errores en dogmas.

PROGRESISMO Porque esa es la otra gran omisión: no habrá mesas para hablar del naufragio venezolano, del fraude boliviano, del deterioro cubano, del colapso argentino, del desgobierno ecuatoriano, ni de la tragicomedia peruana. El progresismo latinoamericano exige lealtades ciegas, no análisis lúcidos. No es un espacio para la reflexión: es un acto de confirmación ideológica, una misa woke donde se exorciza a Trump, a Milei, a la derecha, a la prensa y a la realidad.

AGENDA WOKE Dicen que buscan enfrentar la ola conservadora continental. Pero su mejor aliada es su propia ceguera. Mientras la izquierda se encierra en foros, la ultraderecha se instala en gobiernos. Mientras redactan manifiestos, la gente vota con rabia. Mientras pontifican desde el Senado, pierden la calle, la agenda y el futuro. No entienden que lo antiwoke no es sólo una reacción reaccionaria, sino un síntoma del desencanto que ellos mismos sembraron.

OPOSICIÓN Y, sin embargo, hay que reconocerlo: pocas veces la política es tan precisa, tan aguda, tan humana como cuando la izquierda está en la oposición. Entonces sí: son brillantes. Su resiliencia frente a la injusticia es ejemplar, su empatía con los excluidos es quirúrgica. Saben detectar el abuso, desmenuzar la desigualdad, darle nombre a lo innombrable. Intelectuales, artistas, filósofos, poetas: todos caen rendidos ante la ética implacable de una izquierda que todavía no ha probado el sabor del poder. En la resistencia, son luz. En el gobierno, suelen apagarse.

TRAGICOMEDIA Por eso este Congreso Panamericano tiene algo de tragicomedia: una izquierda que se dice víctima del sistema mientras administra el sistema. Que predica democracia mientras desmonta tribunales. Que alardea de pluralismo mientras estigmatiza la disidencia. El progresismo, cuando se mira al espejo institucional, ya no reconoce al rebelde que fue: ahora es burócrata, censor, militarista y soberbio. Pero eso sí: bien intencionado. Como todo catequista.

Hasta mañana.

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