La caca de los demás

MARIANELA VILLANUEVA OPINA, OPINIÓN

Por Marianela Villanueva P.

Si algo disfruto de verdad, es salir a correr por las calles de pueblos y ciudades, sin importar el país.

Siempre he pensado que hay cosas que solo se perciben al correr: detalles, escenas, pequeños fragmentos de vida que de otro modo se escapan. Por lo general, salgo temprano, cuando todo comienza a moverse. Entonces veo cómo despiertan las comunidades, cómo se desperezan las casas, cómo se encienden las rutinas. Me gusta observar a las personas y sus distintas formas de habitar el mundo. Pero hay algo que siempre me llama la atención en todos los rincones del planeta: los adultos mayores.

Abuelas y abuelos madrugadores. Dependiendo del lugar, están trabajando, paseando a sus mascotas, dormitando en soledad en alguna banca, barriendo el frente de sus casas, recargados en silencio fuera de una cantina o ejercitándose con parsimonia. Pero la mayoría va sonriente. Me saludan con una expresión amable: “¡Bonito día!”, “Que Dios la acompañe”, “Quién pudiera correr así…”. Y a veces, en otros países, me hacen una reverencia. Siempre cálidos. Siempre presentes. Me hacen pensar en el sentido de la vida y en lo fugaz que resulta todo.

Hace unos días, en San Luis Potosí —la ciudad donde vivo la mayor parte del año—, corría por la calle cuando vi a una mujer mayor con una bolsa de plástico grande y unos guantes puestos. Estaba recogiendo cacas de perro.

Busqué con la mirada a su mascota, pero no había ninguna. Pasé junto a ella y me saludó con una cordialidad encantadora. Al cruzármela de nuevo, a mi regreso, no aguanté la curiosidad. Hice una pausa en el trote, reduje el paso para alcanzarla y le pregunté si estaba limpiando los desechos de ese gran camellón en la zona poniente… sin tener perro.

—Lo hago todos los días si puedo, si me siento bien. Si no, de perdido tres veces a la semana —me respondió con dulzura, sin dejar de caminar a buen ritmo. Se agachó con naturalidad, recogió otra caca más y la metió en una bolsa que ya iba bastante llena.

Cuando le pregunté por qué lo hacía, me respondió:

—No es bueno que la gente respire los desechos. No es agradable pisarlos y llevar ese olor y esa suciedad a nuestras casas. Aquí vienen niños. No es higiénico. No sé por qué las personas no se hacen responsables de sus desperdicios. Pero si yo puedo ayudar y evitar que eso sea una molestia para los demás, mientras pueda moverme, lo seguiré haciendo.

Les mentiría si dijera que no me quedé anonadada. En pocas frases y con hechos sencillos, me dejó la cabeza llena de emociones que más tarde se convertirían en reflexiones. Me despedí agradeciéndole lo que hacía, y ella, con una sonrisa y un “Que Dios te bendiga, preciosa”, me regaló una lección para toda la semana. Retomé el trote hacia casa con el corazón agradecido.

En la vida hay personas que van dejando sus desechos —de todo tipo— esperando que alguien más los recoja. Nunca se hacen responsables del daño que causan en la vida de quienes los rodean.

Otras, en cambio, parecen pasar la vida limpiando la suciedad ajena, arrastrando frustraciones y esclavitudes que normalizaron durante años.

Y están también las personas que saben dónde tirar lo que les sobra. Que trabajan en sí mismas, que se hacen responsables de sus actos, que suman, que valoran, que son empáticas y hacen equipo con quienes aman.

Me gusta recordar a uno de los psicólogos infantiles que más admiro y con quien tuve la suerte de trabajar durante años. Solía decirles a sus pequeños pacientes:

—Venir a terapia es como cuando te da un torzón en la panza. Te duele, a veces mucho. Pero vas al baño, haces caca, le jalas… y te sientes muchísimo mejor. Aquí hay que venir a sacar todo lo que duele, lo que estorba, y ponerlo en su lugar.

Todos cargamos con desechos que se acumulan a lo largo de la vida. No hay mejor sensación de paz que trabajar con ellos, sacarlos y responsabilizarnos. Entonces, la vida se vuelve más ligera, y el corto camino que es esta existencia, se disfruta mucho más.

No dejemos cacas en el camino. Y tampoco vivamos recogiendo las de los demás.

Gracias siempre por leerme y por sus comentarios en redes.

Marianela Villanueva P.
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