Por Jesús Aguilar
La confesión de Ismael “El Mayo” Zambada en la Corte de Brooklyn es un parteaguas en la historia del narcotráfico y la política en México.
El capo, durante décadas una sombra inalcanzable, admitió haber encabezado una organización que transportó mil 500 millones de kilos de cocaína a Estados Unidos entre 1980 y 2024, y reconoció que para lograrlo pagó sobornos a policías, militares y políticos de todos los niveles. La frase con que resumió su poder retumba como una condena: “Alentamos la corrupción en mi país para operar libremente durante todos esos años”.
El impacto es devastador porque confirma lo que todos sabíamos pero nadie con su resonancia había aceptado: el narcotráfico no habría alcanzado tal escala sin la complicidad del Estado.
Durante 40 años, seis presidentes, decenas de gobernadores y mandos militares convivieron con la impunidad de un hombre que sorteó prisiones, traiciones y campañas oficiales contra el crimen organizado.
Lo que se abrió en Nueva York recuerda al “maxiproceso” contra la Cosa Nostra en Palermo en los 80: una radiografía no sólo de criminales, sino de los hilos invisibles que los unían con las élites políticas y empresariales.
El expresidente López Obrador había soñado con un juicio así para exhibir a sus adversarios; irónicamente, ese “búmeran” regresa hoy bajo condiciones dictadas por Washington, no por Palacio Nacional. Y Palacio Nacional debe y tiene porqué distanciarse de su oscuro padrino.
El gobierno de Joe Biden diseñó desde 2020 una estrategia para desmantelar al Cártel de Sinaloa, excluyendo a México de la cooperación. La confesión de El Mayo es apenas la primera capa de una mina de información que podría arrastrar a figuras de peso en la política mexicana, vivas y en funciones. El director de la DEA Terrance Cole lo dejó claro: el “modelo García Luna” se aplicará ahora a gran escala, y el siguiente paso es desnudar las redes de protección institucional que permitieron el paso del tráfico de cocaína al del fentanilo.
En este contexto, la presidenta Claudia Sheinbaum se encuentra ante la coyuntura más definitoria de su incipiente mandato. Si bien no carga con un pasado ligado al narco, sí hereda un sistema político envenenado por cacicazgos que durante años cultivaron pactos tácitos con el crimen organizado.
Senadores, diputados y gobernadores que hoy orbitan en la órbita de Morena fueron, en su momento, aliados estratégicos de López Obrador, y varios de ellos mantienen vínculos enredados con estructuras regionales donde el crimen impone reglas.
El caso de Sinaloa es emblemático: epicentro de una guerra brutal que ha dejado más de 1,800 muertos y 2,000 desaparecidos en poco más de un año. Ahí, donde la sombra de El Mayo aún define equilibrios de poder, los herederos políticos de AMLO conviven con la violencia cotidiana y con una red de intereses que trasciende al propio Cártel. El dilema para Sheinbaum es si seguirá cargando con esos aliados incómodos —que representan más lealtad al viejo liderazgo que a su propio proyecto— o si romperá con ellos en aras de construir su propia legitimidad histórica.
La confesión de Zambada podría ser, paradójicamente, el salvavidas que la presidenta necesita para tomar distancia de su antecesor sin romper abiertamente con él: un punto de quiebre que le permita decir “hasta aquí” a los pactos no escritos con caciques regionales que han demostrado ser más un lastre que una fortaleza.
El reino de El Mayo terminó, como proclamó la fiscal Pamela Bondi. Pero lo que empieza es quizás más delicado: un ajuste de cuentas histórico donde el verdadero acusado es México mismo, atrapado entre sus complicidades internas y la presión de un aliado que ya no confía en su justicia. Para Sheinbaum, la pregunta es si asumirá este desafío como su propio momento de independencia política, o si quedará atrapada en la sombra de un liderazgo que ya no responde a las urgencias de un país en crisis.
Es de todos conocidos la proclividad de la Presidenta Sheinbaum a la trova y la canción de protesta, en su lado más dulzón podríamos invocar a Fernando Delgadillo diciendo… y ten miedo del Mayo, y ten miedo de ti.